Introducción V: El último recodo del camino

Poco después de terminar ese libro tuve un accidente a raíz del cual casi morí desangrada. El golpe me produjo una hemorragia nasal que fue aumentando hasta hacerse impa­rable. En la ambulancia en la que me trasladaban al hospital iba sentada en la camilla con un enorme recipiente sobre el regazo, porque sí me hubiera echado la sangre me habría ahogado. De repente la cabeza se me fue hacia delante y al instante me encontré fuera de la ambulancia, flotando so­bre la carretera, mientras por la ventanilla veía mi cuerpo y la frenética actividad del equipo médico para salvarme la vida.

Depronto me sentí eufórica, completamente ingrávida y llena de vibraciones, de una manera que jamás había experimentado. Se me ocurrió que estaba fuera de mi cuerpo, tal vez,muerta. Esperé ver el «túnel» del que tanto había oído hablar, pero no apareció ninguno. Lo que sí sentí fue que me iba alejando de la Tierra. Entré en un estado de serenidad tan intenso que incluso recordarlo ahora produce un fuerte efec­to en mí. Entonces vi una imagen de Norm. Estaba de pie en un estrado, preparándose para dar una charla; tenía en la ma­no un ejemplar de The Creation of Health.Le oí decir: «Yo pensaba que éste iba a ser el comienzo de nuestro trabajo jun­tos, pero lamentablemente ha resultado ser el final.»

Sentí un deseo urgente de volver a mi cuerpo, de recu­perar la vida física, e inmediatamente me sentí volar y entrar en mi cuerpo. Después de esa experiencia, la única pregunta que me hice fue: « ¿Por qué no vi mi editorial cuando estaba en ese estado?» Entonces supe que dejaría esa empresa y de­dicaría el resto de mi vida a la intuición médica,

En calidad de intuitiva médica profesional he trabajado con quince médicos de todo el país, entre ellos, la doctora Christiane Northrup, tocóloga-ginecóloga, una de las fun­dadoras del centro médico para mujeres llamado Women to Women, en Yarmouth (Maine), y autora del libro Women's Bodies, Women's Wisdom.En otoño de 1990, Chris me lla­mó para que lehiciera una evaluación de su salud, y después de aquella sesión me ha llamado para realizar evaluaciones intuitivas de muchas de sus pacientes. La oportunidad de tra­bajar con Chris y otros médicos marcó mi mayoría de edad como intuitiva médica. Me demostró que mi trabajo con el sistema energético humano podía servir a los médicos para ayudar a sanar a otros.

Desde 1990 hasta 1992, además de ampliar mi trabajo con médicos dirigí un abrumador número de seminarios, sola y con Norm, en Estados Unidos, Australia, Europa, México y Canadá. En esos primeros seminarios hablaba del sistema energético humano y después realizaba evaluaciones intui­tivas a todas las personas participantes. A veces eso signifi­caba hacer hasta 120 evaluaciones de salud en el curso de un fin de semana. Con frecuencia acababa un seminario empa­pada en sudor. Al final de un día de trabajo estaba agotada. Al cabo de dos años de trabajar así, estaba quemada.

Como me ha ocurrido siempre, justo cuando estaba lle­gando al fin de mis fuerzas se me abrió otra puerta. En fe­brero de 1992 estaba dando un seminario en una ciudad del interior de New Hampshire. El grupo acababa de volver de comer y decidí comenzar la sesión de la tarde con una pre­gunta para, por así decirlo, tener un punto de partida. Así pues, me senté junto a una mujer.

— ¿Qué puedo hacer por usted hoy? —le pregunté, su­poniendo que, como hacían los demás, me expondría algún problema de salud.

Pero ella se cruzó de brazos, me miró como si yo fuese una estafadora y me contestó:

—No lo sé, usted me lo dirá. Para eso he pagado.

Decir que me inundó la rabia sería como decir que en Montana el invierno es algo fresco. Sentí tal deseo de coger­la y llevarla hasta la puerta que se me aceleró la respiración hasta casi ahogarme. Hice una inspiración profunda.

—Bueno, me quedaré aquí sentada hasta que se me ocu­rra un motivo para agradecerle ese comentario. Y es posible que estemos aquí muchísimo tiempo.

Se creó un ambiente de tensión en la sala. Nadie se mo­vía.

Entonces me vino la idea. Salté del asiento y anuncié:

—No volveré a hacer evaluaciones personales de salud a nadie. En lugar de eso enseñaré a que cada uno se evalúe a sí mismo. Yo no soy más que una persona, y si sigo así no vi­viré mucho tiempo. Si alguno de ustedes desea que le de­vuelvan el dinero, pídalo ahora mismo. Si no, saquen lápiz y papel porque vamos a trabajar. Van a aprender a ver sus cuer­pos como yo los veo. Les haré un servicio mucho mayor si les enseño a localizar los problemas en su cuerpo en lugar de hacerlo yo por ustedes. —Miré a la mujer, que estaba muy impresionada, y le dije—: Creo que tal vez me ha salvado us­ted la vida. Le estoy muy agradecida.

Nadie pidió la devolución del dinero y ese día comencé a enseñar «auto diagnosis».

En otoño de 1992 Norm y yo ya estábamos hablando de elaborar un programa de formación en la ciencia de la intui­ción. Nos reunimos con un empresario holandés que accedió a financiar las primeras fases de nuestro programa, y en 1993 comenzamos a celebrar seminarios intensivos de ense­ñanza de intuición médica, lo que finalmente me llevó a es­cribir este libro. Enseñar este sistema en seminarios me ha otorgado el privilegio de escuchar la historia de la vida de muchos participantes, algunas de las cuales explico en este libro. Algunos pacientes se sanaron a sí mismos, en lo que a energía se refiere, evitando así el desarrollo de una enferme­dad física real; otros, en lo que se refiere a lo físico, detuvie­ron o sanaron una enfermedad que ya había aparecido.

Para organizar este libro he seguido el orden que me ha dado buen resultado al enseñar los aspectos técnicos de la in­tuición médica y las evaluaciones intuitivas de la salud. El capítulo 1 de la primera parte presenta los principios de la in­tuición médica, tal como he llegado yo a conocerlos, y da instrucciones sobre cómo aplicarlos a uno mismo.

El capítulo 2 presenta un modelo complementario y, se­gún creo, nuevo, del sistema energético humano, basado en la síntesis de tres tradiciones espirituales: las enseñanzas hindúes respecto a los chakras, el sentido simbólico de los siete sacramentos cristianos y la interpretación mística de las diez sefirot, o árbol de la vida, presentadas en el Zohar, el texto principal de la cábala (enseñanzas místicas del judaísmo). Los siete chakras, los siete sacramentos cristianos y el árbol de la vida simbolizan los siete planos o niveles del sistema ener­gético humano y las siete fases del desarrollo humano, o las siete enseñanzas esenciales del camino espiritual universal, o el viaje del héroe, como lo habría definido Joseph Campbell. En muchos sentidos, el capítulo 2 es el corazón del li­bro, porque presenta un perfil espiritual-biológico del siste­ma energético humano.

El capítulo 2 acaba con una extensa interpretación de las percepciones espirituales y energéticas que utilizo ahora pa­ra guiarme en mi trabajo. Estas percepciones formarán los cimientos para su aprendizaje del lenguaje de la energía y la visión simbólica. Podrían servirle para profundizar en su comprensión de las formas de energía de su salud física y es­piritual y la de sus seres queridos.

En la segunda parte, los capítulos del 1 al 7 muestran la ana­tomía de los siete centros de poder del cuerpo humano, con información básica y estudios de casos de la vida real que ilustran el modo en que utilizamos la información energéti­ca en nuestro desarrollo espiritual.

El epílogo, «Guía para el místico contemporáneo», su­giere la forma de aplicar la visión simbólica al desarrollo y la salud personales.

Como les digo a mis alumnos al comienzo de cada se­minario, quédese solamente con lo que a su corazón le pa­rezca correcto y verdadero.