Un hombre paseaba por la calle cuando, al girar la esquina, descubrió a una niña pidiendo limosna en el suelo. La pequeña iba sucia, parecía hambrienta y no paraba de tiritar. Se aferraba a una vieja manta para entrar en calor.
Aquel hombre, al ver la escena exclamó:
—Señor, ¿cómo permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para ayudar a esa niña?
En cuanto giró la esquina escuchó una voz:
—Claro que he hecho algo: te he hecho a ti.