El árbol baila

—Mira cómo baila.

—¿Quién?

—El árbol, ese árbol baila.

Me decía mientras señalaba con su pequeño dedo, mientras alumbraba todo mi alrededor con esa sonrisa que adornaba cada una de sus palabras.

«No, es el viento», estuve a punto de contestarle… pero me di cuenta de que la magia que se tiene a los tres años ya no se recupera.

Y en lugar de eso decidí ser yo quien, a partir de ese momento, lo viera todo desde otra edad. Por eso cada vez que un árbol, un barco, una cometa o una nube se mueve, sé que, en realidad, están bailando.