Un anciano estaba harto de que su vecino le pidiera cosas que después nunca devolvía, por eso, cuando al día siguiente fue a su casa a pedirle el burro…
—Vecino, ¿podrías dejarme tu burro durante el día de hoy?, es que tengo que realizar unas compras y así me ayudará a traer la carga.
—Lo siento, pero hoy ya lo he prestado.
—Vaya, qué mala suerte.
Pero justo cuando ya se iba, se escuchó el rebuznar del burro. El sonido venía de la parte de atrás de la casa del anciano.
—Pero… si puedo oír al burro ahí atrás, ¿no me acabas de decir que lo has prestado?
En ese momento el anciano explotó.
—¡Vete, vete de aquí! Un hombre que cree más en la palabra de un burro que en la mía no merece seguir en mi casa.