Sergol y Elonio eran dos amigos que compartían una afición común: ambos eran grandes observadores de todo lo que sucedía a su alrededor. Les encantaba quedar de vez en cuando para debatir posturas, analizar hechos y darle la vuelta a cualquier dogma o creencia establecida.
Los dos amigos eran capaces de pasar así tardes e incluso noches enteras, pues disfrutaban enormemente de este tipo de debates independientemente de sus posturas al respecto.
Un día, estando sentados bajo un gran árbol, comenzó a soplar una ligera brisa. En ese momento uno de ellos dijo:
—Sabes, Sergol, aunque parezca algo obvio, he llegado a la conclusión de que es el viento el que mueve las ramas de los árboles.
—Pero, Elonio, no seas ignorante, esa es la creencia popular, pero si investigas un poco más, te darás cuenta de que en realidad son las ramas de los árboles las que mueven el viento.
—Pero… qué tonterías dices, eso es imposible, todo el mundo sabe que es al contrario, que el viento mueve las ramas, las aspas de los molinos, las hojas, las cometas…
—Todo el mundo, todo el mundo… también todo el mundo pensaba que la tierra era plana…
En ese momento, un anciano que había estado escuchando la conversación les dijo:
—Ahora mismo no sé si es el viento el que mueve las ramas o son las ramas las que mueven el viento, pero al escucharos me he dado cuenta de que son las mentes lo único capaz de mover el mundo.