Cada ser, a lo largo del camino espiritual, llega a un momento en el que se despoja de todo y está ante Mí, desnudo y en humildad. Cuando ese momento llega, sabe que eso es el fin, porque no tiene nada. Sin embargo es entonces, cuando ha arribado a ese punto de completa nada, que se vuelve todo. Es entonces cuando me encuentra a Mí, el Señor, su Dios.
Se da cuenta de que sin Mí no es nada, pero que Conmigo es todo y nada es imposible.
Este es un punto decisivo en su vida. Puede ser un esfuerzo duro, cuesta arriba, pero nunca deseará mirar atrás o elegir el camino fácil. Puede vacilar y dar un traspié a lo largo de un sendero, que le resulta áspero y escabroso y, en ciertas oportunidades, hasta insuperable. Sin embargo, una vez que sus pies
se han plantado firmemente en el sendero, no lo abandona.
Sabe que ya no está solo, que siempre puede buscarme a Mí y encontrarme. Juntos enfrentaremos el obstáculo aparentemente insalvable y alcanzaremos las alturas.
Yo soy su ayuda siempre presente. Todo lo que tiene que hacer es pedir. Nunca le rehusaré Mi ayuda.
Cuanto más se vuelve a Mí, me encuentra, hace todo Conmigo, más se toma consciente de nuestra Unidad.
Yo nunca me separo de él.