Revisa tus relaciones con los que te rodean

Date cuenta de que no puedes ayudar a un alma a menos que esa alma realmente desee ayuda y esté lista para recibirla. Te digo que le envíes nada más que Amor y más Amor. Quédate sereno y espera, pe­ro está presente allí, cuando esa alma solicite ayuda.

Cuando estás enseñando a un niño pequeño a lus­trarse los zapatos, por ejemplo, tienes que ser pacien­te y observarlo cómo es desmañado para atarse los cordones. Debes sentarte y mirarlo, animándolo de vez en cuando, mostrándole cómo lo tiene que hacer, sin hacerlo por él, hasta que finalmente, triunfante, domine el arte.

Se necesita mucha paciencia, no sólo con el que está aprendiendo sino también con el que enseña. Si tú haces todas las cosas por un niño, nunca aprenderá, nunca se parará en sus pies ni será in­dependiente, sino que relegará todo en ti para que lo hagas por él. Eso es lo que pasa con un alma en el sendero espiritual. Tengo que sentarme atrás pacientemente y observar cómo cada uno comete un error tras otro, sin interferir de ninguna mane­ra, sino cuando esa alma clama pidiendo ayuda. Yo estoy allí en un instante para animar, para con­solar y dirigir, pero nunca para hacer las cosas por ella. Todos deben aprender a hacer su propio tra­bajo, pero Conmigo para guiar y dirigir. No des­mayes o te descorazones cuando veas a un ser to­mar el camino equivocado. Date cuenta de que tiene que aprender una lección importante y aprenderá más rápidamente de esa manera que de cualquier otra.

El enojarte, impacientarte e irritarte no ayuda a na­die. Hay mucho que aprender.

Nunca terminas de aprender a través de toda la vi­da. No permitas que nada te venza. Decídete a lograr la victoria y así lo harás.

De vez en cuando revisa tus relaciones con aquellos que te rodean. Revisa sus motivos y sus actitudes. Mi­ra en tu interior, antes de culpar a alguien. Ve lo que puedes hacer personalmente para corregir un error y hazlo instantáneamente. No esperes que la otra per­sona haga el primer movimiento. Haz una buena lim­pieza de vez en cuando y comienza nuevamente.

Así como piensas, eres. Ten pensamientos afectuo­sos, positivos y verás que los rayos del sol irrumpen e impregnan todo de luz, disipando las nubes oscuras y trayendo belleza y armonía por doquier. Es muy fá­cil decir "Amaos los unos a los otros", pero realmen­te es una cosa muy diferente hacerlo.