Imagina que estamos en 1995. Te sientas con una economista, una prestigiosa profesora de Ciencias empresariales, doctora en Ciencias económicas. Le dices: «Tengo una bola de cristal que puede adivinar el futuro a quince años vista. Me gustaría poner a prueba tus poderes de predicción».
Ella se muestra escéptica, pero decide contentarte.
«Voy a describirte dos nuevas enciclopedias; una que acaba de salir y otra que saldrá dentro de unos años. Tienes que predecir cuál de ellas tendrá más éxito en 2010.»
«Adelante», invita ella.
«La primera enciclopedia es de Microsoft. Como sabes, Microsoft es ya una empresa grande y muy rentable, y con el lanzamiento este año de Windows 95, está a punto de convertirse en un coloso de nuestra era. Microsoft financiará esta enciclopedia. Pagará a escritores y editores profesionales para que redacten artículos sobre miles de temas. Directores bien remunerados supervisarán el proyecto para asegurarse de que se termina a tiempo y dentro de presupuesto. Luego Microsoft venderá la enciclopedia en CD-Rom y más tarde online.
»La segunda enciclopedia no será iniciativa de ninguna empresa. La crearán decenas de miles de personas que escribirán y editarán sus artículos por placer. Estos amantes del ocio no necesitarán tener ninguna cualificación especial para participar, y nadie recibirá ni un solo euro, ni un dólar, ni un yen por escribir o corregir artículos. Los participantes colaborarán con su trabajo –a veces de hasta veinte y treinta horas semanales– de forma gratuita. La enciclopedia, que existirá online, también será gratuita: no se cobrará nada a nadie por usarla.
»Ahora –le dices a la economista–, imagínate dentro de quince años. Según mi bola de cristal, en 2010, una de estas dos enciclopedias será la mayor y más popular en todo el mundo y la otra habrá muerto. ¿Cuál es cuál?»
En 1995, dudo que pudieras encontrar ni un solo economista sobrio en ninguna parte del planeta Tierra que no hubiera elegido el primer modelo como el triunfador. Cualquier otra conclusión habría resultado irrisoria y contraria a prácticamente cualquier principio empresarial que nuestra economista pudiera haber enseñado a sus alumnos. Habría sido como preguntarle a un zoólogo quién ganaría una carrera de doscientos metros, si un guepardo o tu cuñado. Ni pensarlo.
Claro, esa pandilla de voluntarios, llena de gentuza, podía dar algún resultado, pero su producto jamás podría competir con el de una potente empresa orientada a los beneficios. Los incentivos eran erróneos. Microsoft estaba allí para beneficiarse del éxito de su producto; todos los implicados en la creación del otro producto, en cambio, sabían desde el principio que el éxito no les reportaría nada. Y lo más importante: los redactores, editores y directores de Microsoft estaban remunerados. Los colaboradores del otro proyecto, no. De hecho, es muy probable que perdieran dinero cada vez que trabajaban gratis en vez de hacerlo de forma remunerada. Nuestra economista nunca habría pensado plantear un dilema tan sencillo en una pregunta de examen en su curso de MBA. Era demasiado fácil.
Pero ya sabemos lo que ocurrió.
El 31 de octubre de 2009, Microsoft decidió desconectar su MSN Encarta, su disco y su enciclopedia online, después de dieciséis años en el mercado. Mientras tanto, Wikipedia –ese segundo modelo– ha acabado siendo la mayor y más popular enciclopedia del mundo. Tan solo ocho años después de su lanzamiento, Wikipedia tenía más de trece millones de artículos en unos doscientos sesenta idiomas, incluidos tres millones solo en inglés.1
¿Qué ocurrió? Las ideas tradicionales sobre la motivación humana tienen muchas dificultades para explicar este resultado.