No existimos para nosotros mismos (como el centro del universo) y sólo cuando estamos plenamente convencidos de esta realidad empezamos a amamos adecuadamente y, por lo tanto, a amar a los demás. ¿Qué quiero decir con amarse a sí mismo adecuadamente? Quiero decir, en primer lugar, desear vivir, aceptar la vida como un don grandioso y un bien inmenso, no por lo que nos da, sino por lo que nos permite a nosotros dar a los demás.
Thomas Merton
A excepción de algunos lineamientos generales, vagos, y nebulosos, a ninguno de nosotros se nos enseña a vivir. No se nos habla del valor de la vida, ni de lo que significa estar plenamente vivo. No tenemos idea de las maravillas que la vida nos ofrece ni de la responsabilidad que tenemos de dar algo a cambio. Nacemos dentro cíe nuestro mundo particular, nos educan para que nos ajustemos a él de acuerdo cois las costumbres establecidas y aceptadas, y después nos dejan solos para que nos hundamos o salgamos a flote.
No hay una escuela de la vida, y sí, una carestía de maestros que enseñen a vivirla. Si buscamos respuestas en la educación formal, encontramos, por lo general, conocimientos sin criterio y hechos sin significado. Si buscamos respuestas en la religión, nos tratan de persuadir de que acudamos a la fe, para la cual la mayoría no estamos preparados. Guando somos incapaces de cumplir, nos hacen sentir incompetentes y dependientes. Si tratamos de aprender de la vida misma, encontramos que a menudo está llena de malas jugadas imprevisibles, que nos toman desprevenidos y de las cuales sacamos muy poco provecho. Si tratamos de imitar ejemplos encontramos muy pocos modelos.
Sólo cuando ya no podemos más y caemos en el dolor y la tensión de la no realización, y es cuando nos vemos obligados a buscar ayuda y a emprender algún cambio. Por lo general esto se convierte simplemente en un ajuste simbólico, temporal y vago, para después regresar de nuevo a la vida “real” tan mal preparados como antes.
La realidad es que si queremos vivir plenamente y en armonía con la vida, tendremos que convertimos en alumnos automotivados.
Tendremos que estar listos para correr riesgos, para ver dentro de nosotros mismos y proceder con el método del tanteo. El esfuerzo será principalmente nuestro y tendremos que ser nuestros propios mentores.
Como todos somos diferentes, no habrá un solo camino. Sin embargo, será de gran ayuda considerar ciertos prerrequisitos. Por ejemplo, debemos decidir seriamente iniciar nuestro camino y mantenemos en él. Tenemos que vemos a nosotros mismos como producto de nuestro pasado, pero con un futuro rico e ilimitado que no necesariamente depende de lo que ha sucedido. Debemos establecer una íntima alianza con la esperanza, mas no con la esperanza ilusoria, sino con la que nos da fuerza y dirección práctica. Tenemos que recuperar el respeto por nuestra individualidad en mente y voluntad, para que los utilicemos a nuestro favor al examinar y seleccionar las alternativas más sensatas y maduras entre las que el futuro nos ofrezca. Después debemos dedicamos al proceso con una evaluación prudente y honesta de cada etapa. Armados con decisión y fortaleza estaremos listos para considerar algunos de los medios por los que podemos convertimos en directores de nuestra vida y vivir cada día como personas plenamente activas.