Si se necesitara un nombre, el asombro sirve para nombrar a los dos; y de asombro en asombro, la existencia se abre.
Lao Tzu, El camino de la vida (Traducción al inglés de Bynner)
A lo largo de dos mil años, un gran número de pueblos han vivido bajo la influencia de una filosofía de gran vitalidad llamada Taoísmo.
Durante el reinado medio chino, más o menos en el siglo III o IV a.C., un hombre llamado Lao Tzu introdujo el Taoísmo a China en una breve obra de menos de seis mil palabras, llamada El Tao (El camino). Más tarde, el ingenioso filósofo y poeta Chuang Tzu expandió e interpretó su filosofía durante la segunda mitad del siglo IV a.C.
El objetivo principal de la filosofía taoísta es la integración y la armonía interior de cada persona. Como tal, es una forma de conformidad. Sugiere que cada uno de nosotros puede alcanzar su plena humanidad personal sólo por medio del proceso de desaprender lo que ya hemos aprendido, para ofrecemos la oportunidad de regresar a la armonía con todas las cosas como estaban al principio.
Se considera que el egoísmo es la raíz de toda falta de armonía y, por lo tanto, el factor principal de todo sufrimiento humano. Por esta razón, la persona debe luchar por desembarazarse de su egoísmo. Con la pérdida de los deseos egoístas, la persona se libera también de sus conflictos internos.
Lao Tzu sugirió que la persona que funciona plenamente debe, por lo tanto, albergar pocos deseos y no estar ligada a las personas ni a las cosas. Debe vivir de acuerdo con su propia autoestima, no con la estima que le brindan los demás. Debe buscar la simplicidad natural y la espontaneidad en el vivir, y tratar de deshacerse de lo artificial y lo compulsivo.
El taoísta que funciona plenamente no se encuentra a merced de sus emociones. Se esfuerza por verse a sí mismo con precisión, de acuerdo con sus fuerzas y debilidades. Se considera único y, por lo tanto, no está en competencia con nadie. Practica la “no acción”. La no acción para el taoísta no es una condición pasiva, sino más bien una forma sutil de acción. El Camino de agua se usa como metáfora para explicar esta idea. En las palabras de Lao Tzu:
Así como la suave entrega del agua hiende la piedra obstinada, así la condescendencia en la vida soluciona lo que no tiene solución: El ceder, he aprendido, es regresar de nuevo, pero esta lección sin palabras, este sencillo ejemplo el hombre no aprende ni ve.
Los taoístas creen que la fuerza radica en la moralidad y, por lo tanto, son sensibles a la sociedad y a los sentimientos ajenos. No son amantes de la crítica y tratan de responder más a las actitudes que a las acciones ajenas. Rechazan la violencia, la opresión y el poder. Se niegan a participar en la conquista de la naturaleza o en la exploración de los demás. En lugar de eso, se esfuerzan por convertirse en colaboradores, tanto del hombre como de la naturaleza. Su meta es la armonía con todas las cosas, y permiten que cada cosa labre su propio destino. El taoísta ve esto como la última meta en la madurez.
Lao Tzu, y en especial Chuang Tzu, enfatizan que el taoísta que funcione plenamente debe comprometerse en su autotrascendencia.
Por medio de este proceso puede ver todas las cosas, no solamente en relación a sí mismo, sino corno un todo último y sin diferencias. El dolor y la desesperación surgen del rompimiento con ese todo. “El Camino” hacia la buena vida, se alcanza por medio de la trascendencia tic todas las distinciones, diferencias y diferenciaciones, ya que éstas sirven meramente para originar fragmentación que u su vez origina debilidad e impotencia. Considera que lo opuesto a la fragmentación es la unidad, la aceptación y el amor universales. En el corazón del amor taoísta se encuentra la habilidad de fundirse como parte de todas las cosas.
El taoísta que funciona plenamente está convencido de que el derecho natural y la bondad son innatos y, por lo tanto, intenta vivir su vida de una manera natural y de tal forma que promueva la paz en el conflicto, la unidad en la separación, el amor y la trascendencia en la confusión y en el caos.