El papel de la autodeterminación

No ames lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser.

Cervantes

Cada uno de nosotros es una persona individual y diferente. Constituimos la sutil combinación de factores que probablemente nunca se dará de nuevo. Todos somos singulares e incomparables.

Quiénes somos y qué somos, es algo que determinó nuestra herencia, nuestra sociedad, nuestra educación, nuestra familia y amigos. Todos ellos ayudaron a hacer nuestra vida más rica y más emocionante. Pero también trajeron consigo complicaciones, frustraciones y contradicciones que nos han hecho severas demandas de energía mental y emocional, y que probablemente las seguirán haciendo en el futuro. Así fue creada nuestra personalidad, tanto con la riqueza y el entusiasmo como con la frustración y la depresión. En algún lugar dentro y entre estos dos aspectos se encontrará nuestro verdadero yo.

Como personas que funcionan plenamente, sabemos que tenemos el derecho a ser lo que somos, inclusive si lo que somos no es compatible con lo que hemos aprendido a ser. Tenemos el derecho de escoger nuestro propio yo, aunque ese yo sea diferente del yo de los demás.

Tenemos el derecho a sentir lo que sentimos, aunque esos sentimientos sean desaprobados por los demás. Esto no significa que tenemos el derecho a imponemos a los demás más de lo que deseamos que los demás se nos impongan. Significa que tenemos el derecho de decidir, de desarrollamos y de vivir congruentemente con nosotros mismos y de compartir sin justificación.

Un poema que expresa esto con mucha fuerza y sencillez a la vez, tiene el impresionante título de: “No soy ni sacrilegio ni privilegio, puede que no sea ni competente ni excelente, pero estoy presente”.

Michele, la joven poetisa, dice con valentía: Mi felicidad soy yo no tú.
No solamente porque tú puedes ser temporal,
sino también porque tú quieres
que sea lo que no soy.

No puedo ser feliz cuando cambio
meramente para satisfacer tu egoísmo;
ni me puedo sentir contenta
cuando me críticas por no pensar tus pensamientos
o por no ver como tú.

Me llamas rebelde,
pero por cada vez que he rechazado
tus creencias, te has rebelado contra las mías.

Yo no trato de moldear tu mente,
sé que tratas con firmeza de ser sólo tú
y
no puedo permitir que me digas lo que debo ser
porque me concentro en ser
yo.

Y añade:

Dices que soy transparente
y fácilmente olvidada,
pero entonces,
¿por qué trataste de usar mi vida
para probarte a ti mismo lo que eres?

En verdad somos nuestra propia felicidad y cada vez que nos alejamos de nosotros mismos, caemos en la desesperación. No podemos encontramos en los demás. No podemos vivir para los demás ni usarlos para nuestra autoafirmación. No podemos ser siempre lo que los demás quieren que seamos, porque puede ser que lo que ellos quieren no es lo que nosotros somos, y eso es todo lo que tenemos.

Solamente podemos confiar en nosotros mismos. Este es un hecho tan simple y, sin embargo, es quizá, la mayor causa de lucha y dolor psicológicos en el hombre. A menudo es más fácil para nosotros ser lo que los otros desean, pero al hacerlo renunciamos a nuestros sueños, abandonamos nuestras esperanzas y hacemos caso omiso de nuestras necesidades. Esto nos hace sentir abandonados, débiles e impotentes, sin un yo genuino. Tenemos todo lo necesario para llegar a ser lo que somos, nuestro yo perfecto. Todo lo que tenemos que hacer para llevarlo a cabo es reconocerlo, desarrollarlo y ponerlo en práctica.

Tenemos que abrazamos y aceptarnos tal y como somos, y como somos capaces de llegar a ser, antes, podremos abrazar a la vida y a los demás. Debemos ceder al impulso que nos empuja hacia la autorrealización en una forma que sea buena, amorosa, pacífica, alegre, paciente y disciplinada. No debemos desear controlar, poseer o dominar a los demás, ni permitir que otros lo hagan con nosotros.

Armados con el arrojo para tornamos hacia nuestro interior, liberados de la tiranía de lo exterior, debemos determinar nuestro camino.

Debemos afirmamos. Continuamos obteniendo la sabiduría, la fortaleza y la libertad tanto para aceptar como para rechazar, para provocar el cambio o permanecer estáticos, para afectar a los demás o dejamos afectar por ellos, para determinar las circunstancias o para abandonamos a merced de ellas. Ya no somos títeres que se dejan manipular por poderosas fuerzas externas; nosotros nos convertimos en poderosa fuerza.

Para todo acto humano existe alguna alternativa; mientras mayor sea el número de opciones creadoras e imaginativas que tengamos para nuestro comportamiento, más significado tendrá la decisión y más auto determinativa será la acción. Algunas personas, por ejemplo, creen que el único escape a la desesperación está en conductas tan drásticas y limitadas como el asesinato, el suicidio o la locura; otras se vuelven totalmente impotentes para actuar. Y existen otras más que parecen capaces de sobrevivir a cualquier cosa, que experimentan el dolor, sienten la herida, conocen el miedo, y siguen funcionando.

Mientras más mentalmente enferma está la persona, menores son las alternativas. Mientras más funcione plenamente como persona, más vastas serán las elecciones. Escogerá la vida sobre la muerte, la sabiduría sobre la ignorancia, el dolor sobre la apatía y la alegría sobre la desesperación. Se utilizará a sí misma y utilizará el medio ambiente para su mayor provecho.

Nadie que intente ser él mismo estará libre de tragedia. Las circunstancias externas continuamente causarán frustración en nuestro camino. Estamos tan condicionados a esperar lo peor, que la paz, la alegría y el amor nos despiertan sospechas y estamos seguros de que si experimentamos alegría, el horror está a la vuelta de la esquina. No podemos detener un huracán, silenciar una tormenta o evitar que un ser amado nos deje. Pero nuestra respuesta y reacción a estas catastróficas experiencias es la que determinará si seguimos creciendo hasta llegar a ser una persona plena en todo el sentido de la palabra. Esta es otra forma de decir que la persona que funciona plenamente utiliza de igual manera la alegría y el dolor para determinarse a sí misma. Puede renunciar a la responsabilidad de su vida dejándola en manos de fuerzas externas como es la sociedad, la familia, los amigos o los amantas, o bien, puede asumir la responsabilidad agridulce de su propia autocreación.