El atardecer de la vida también debe tener un significado propio y no ser meramente un triste apéndice de su amanecer.
Carl Jung
No entres silencioso en esa noche. La ancianidad debe arder y rugir al cerrar el día.
Dylan Thomas
La tragedia de la ancianidad no es que uno es viejo, sino que uno es joven.
Oscar Wilde
La sociedad actual intenta no solamente quitamos nuestro derecho a la muerte, sino también nuestro derecho a la vida. A menudo le roba la alegría a la niñez, relega al rebelde adolescente a una causa vacía, intimida al adulto con una continua inseguridad, pero lo más trágico de todo, nos niega la dignidad de nuestra ancianidad.
A las personas de edad avanzada les roba alternativas, precisamente aquello por lo que han luchado toda una vida, y sin darles oportunidad de elección, se les relega a que se acaben solos y desvalidos.
No se nos permite envejecer sin experimentar una honda sensación de vergüenza. Se nos dice que las arrugas son aborrecibles, que la pérdida del vigor fisiológico nos convierte en inútiles, que al opacarse nuestros sentidos, perdemos toda esperanza de alegría, de estética y de productividad. Nos vemos influenciados a ocultar nuestra edad, a cubrirnos las arrugas y a teñirnos el cabello. Para que no seamos una carga, se construyen comunidades especiales para la gente de edad en las cuales se nos dice que encontraremos comodidad y paz con otras personas de nuestra edad.
Todo esto indica que hay algo que no está bien en envejecer físicamente. Hacemos caso omiso del hecho de que existe algo más que la edad cronológica en la ancianidad.
Independientemente de las condiciones o vulnerabilidad del cuerpo externo, la persona no deja de ser un ser humano con capacidades para sentir, para compartir, para hacer amistades, papa crear, para producir.
Es verdad que hay cambios biológicos y fisiológicos, obvios y definidos, que se dan con el avance de la edad, pero los ancianos siguen siendo personas verdaderas y se comportarán como tales si se les permite. De hecho, en la mayoría de los casos, los años les han ayudado a crecer en honestidad y aceptación. La senilidad parece ser más el resultado de ciertos sentimientos de inutilidad que del debilitamiento físico y mental.
La ancianidad nos liega a la mayoría como una sorpresa. Muy pocas veces sentimos nuestra edad. Más bien ésta se nos refleja en función de los demás, y no porque nosotros seamos conscientes de ella. Desde luego que nos percatamos de la erosión de nuestra resistencia física, pero esa no es razón suficiente para que nos tengamos lástima o indulgencia, para que nos volvamos intolerantes o para que nos retiremos.
El reto es ser fiel a cada etapa de la vida. La ancianidad también tiene su propósito y nuestra elección es sacrificarlo o cumplirlo.
La esperanza es parte verdadera del futuro, e inclusive en la ancianidad se puede escoger la esperanza, no la de la inmortalidad o de la eterna juventud, no una esperanza de retomo al pasado solamente porque en él uno encuentra consuelo y porque no hay otra parte a dónde ir, sino más bien una continua búsqueda en cada momento, del origen de uno mismo. En esta etapa se hace necesario darle nuevo significado a los valores, a las virtudes y a las obligaciones que trae consigo la ancianidad, y a los sentimientos, sensaciones y experiencias, a menudo más intensos, que esta edad nos ofrece.
Tienen que acrecentar su confianza y darle propósito a su tiempo limitado en la tierra; tienen que hacer las paces con la idea de que algún día los demás los sobrepasarán y, quizá, hasta los olvidarán, pero que ha sido suficiente con haber podido experimentar la vida. Pasar por alto esta tarea es perder la oportunidad de continuar con dignidad una vida personal, mediante la búsqueda de las experiencias que solamente la ancianidad puede ofrecer. Pueden elegir la vida; no tienen por qué elegir la confusión, el miedo, la desesperación, la soledad y el aislamiento. Pueden elegirse a sí mismos como un potencial aún no realizado y, al hacerlo, pueden elegir la continua realización.
Si queremos descubrir el significado de la vida, lo encontraremos intrínseco en cada una de sus etapas, al aceptar el reto de realizar cada momento de cada día conforme lo vamos viviendo.
El significado de la vida no se encuentra mirando hacia atrás, hacia ese hilo continuo que empieza en la infancia y termina en la ancianidad. La vida es algo más que simplemente nacer, crecer y madurar.
Si queremos descubrir el significado de la vida, lo encontraremos intrínseco en cada una de sus etapas, al aceptar el reto de realizar cada momento de cada día conforme lo vamos viviendo.
Tenemos las herramientas básicas necesarias: nuestras potencialidades natas; nuestro tiempo para vivir y para morir... Una vida que es nuestra para que la “vivamos al máximo”. Lo que somos ahora contiene el potencial de realización que nos dará satisfación mañana. El reto es para nosotros.