Siempre recuerda sin embargo que esto es sólo un pasatiempo. Que no se convierta en tu amo. Nunca temas el perder todo lo que hayas ganado. No te enamores del dinero a tal punto de que se convierta en una carga. Si te vas a preocupar por la posibilidad de perderlo, o de que te lo van a robar o que lo vas a gastar, se ha convertido en una piedra de molino alrededor de tu cuello. En ese sentido el dinero no puede comprar la felicidad. En ese punto, el dinero sí se ha convertido en tu dios. A fin de evitar caer en esa trampa, recomiendo el sistema de los diezmos. Devuelve a Dios el diez por ciento de todo lo que ganes. Al fin y al cabo El es tu Socio, y merece por lo menos el 10% de lo que cojas, ¿no es verdad? Si El no es tu Socio, ¡haz que sea tu Socio lo más pronto posible! ¿Dónde más podrás encontrar esa base ayuda y a ese precio? Dios ni siquiera tiene en cuenta la inflación para su salario. El ha estado al mismo 10% por miles de años. ¡El es el mejor negocio que se ve en estos alrededores hoy en día! Da ese 10% a Dios a la institución religiosa de tu agrado. Si tu comunidad religiosa no te inspira a esto, busca una que sí te inspire. El sistema de diezmos se ajusta exactamente a nuestro sistema de la libre empresa: tienes que dar si quieres recibir. Su versión dice así: "Si' das también te darán a ti" (Lucas, 6:39).
Muchos de nuestros millonarios han señalado a los diezmos corno la clave que les otorgó sus fortunas. Algunos incluyen a Heinz, Colgate y las familias Kraft y Rockefeller. El rey Salomón, uno de los hombres más ricos que haya vivido, dijo: "Honra a tu Señor dándole la primera parte de tus ingresos y él llenará tus graneros con trigo y cebada e inundará tus toneles con los vinos más finos"
(Proverbios, 3:9, 10)