- Mis pensamientos y creencias
- Mis reacciones
- Mis decisiones
- Mi actitud
¿Ya está? Pues sí, ya está.
Puede que te parezca una lista un poco restringida, pero ahí está el genio de Epicteto: tiene razón. Piénsalo: hay aspectos de tu vida sobre los que tienes libre albedrío, que solo controlas tú, completamente. Por ejemplo, nadie puede forzarte a creer o pensar algo que no quieras. Y ese es el único terreno donde realmente podemos ejercer nuestra libertad, nuestra autonomía.
Sin embargo, en vez de centrarnos en controlar nuestros pensamientos y creencias, Epicteto decía que buena parte de nuestro sufrimiento se debe a que intentamos ejercer control sobre los elementos de la primera lista, la de cosas «externas», que no podemos controlar... Responsabilizamos a nuestros padres, a nuestro jefe, a la economía o al vecino de nuestra frustración, de lo que pensamos y sentimos. Y esa es la base del victimismo y de la pérdida de control.
Vamos a ver un ejemplo concreto: imagina a una persona que siente ansiedad social. Esta persona se preocupa mucho por cómo la juzgan los demás. Tiene dos opciones: reprocharle a las personas «no me tratan bien», «no me miran bien», «no se esfuerzan en integrarme», «me exigen demasiado», «voy a caerles mal...», o bien,
siguiendo las enseñanzas de Epicteto, puede centrarse en su zona interna: aprender a aceptarse a sí misma, aunque los demás no lo hagan.
Es decir, puedes decidir cómo te va a afectar el juicio de los demás, ¡puedes decidir qué importancia vas a darle y cómo te hace sentir!
Ahí radica tu libertad.