Concentración “justamente correcta”

CUANDO MEDITAS, tienes que pensar. Si no piensas no puedes meditar, pues el pensar forma una parte necesaria de la meditación. Jhāna, por ejemplo. Usa tu capacidad de pensamiento dirigido para traer la mente al objeto y tus poderes de evaluación para ser selectivo en la elección de un objeto. Examina el objeto de meditación hasta que te des cuenta de que es justamente correcto para ti. Puedes escoger la respiración lenta, la respiración rápida, respiración corta, respiración larga, respiración estrecha, respiración amplia; respiración caliente, fría o tibia; una respiración que sólo llegue hasta la nariz, una que llegue sólo hasta la base de la garganta, una que vaya hasta el corazón. Cuando hayas encontrado un objeto que se adecue a tu gusto, atrápalo y unifica la mente en él singularmente, tenla enfocada en un solo objeto. Una vez que hayas hecho esto, evalúa el objeto. Dirige tus pensamientos de manera que quede resaltado. No dejes que la mente abandone el objeto. No dejes que el objeto abandone la mente. Dite a ti mismo que es como comer: alinea la comida con la boca, alinea la boca con la comida. No falles. Si fallas y vas pegándote la comida en la oreja, debajo de la barbilla, en el ojo o en la frente, nunca llegarás a ninguna parte en tu alimentación.

Es lo mismo con la meditación. Algunas veces el objeto supuestamente “singular” de tu mente da un vuelco al pasado, cientos de años atrás. Algunas veces despega hacia el futuro y regresa con todo tipo de cosas que te desordenan la mente. Es como si te pusieras la comida sobre la cabeza y dejaras que se cayera detrás de ti —seguramente los perros se la comerán; o como ir a ponerte la comida en la boca pero luego tirarla al suelo frente a ti. Cuando veas que esto pasa, es señal de que la mente no se ha acomodado a su objeto. Tus capacidades de pensamiento dirigido no son lo suficientemente firmes. Tienes que traer la mente al objeto y mantenerla ahí, cuidando de que no se mueva. Es como comer: asegúrate de que la comida está alineada con la boca y dirígela hacia ella. Esto es el pensamiento dirigido: la comida está alineada con la boca, la boca está alineada con la comida. Estás seguro de que es comida y sabes de qué clase —plato principal o postre, delicada o tosca.

Una vez que sabes qué es cada cosa, y ya está en la boca, mastícala inmediatamente. Esto es la evaluación: examinar, revisar la meditación. Algunas veces esto cae ya dentro de la concentración-umbral —examinar un objeto tosco para hacerlo más y más refinado. Si te das cuenta de que la respiración es larga, examina la respiración larga. Si es corta, examina la respiración corta. Si es lenta, examina la respiración lenta —para ver si la mente quiere quedarse con esa clase de respiración, para ver si esa clase de respiración quiere quedarse con la mente, para ver si la respiración es suave y está libre de obstáculos. Esto es evaluación.

Cuando la mente da lugar al pensamiento dirigido y la evaluación, tienes tanto concentración como discernimiento. Pensamiento dirigido y singularidad de objeto o tema caen bajo el título de concentración; evaluación, bajo el título de discernimiento. Cuando tienes tanto concentración como discernimiento, la mente está en calma y el conocimiento puede surgir. Pero si hay demasiada evaluación, ésta puede destruir la calma de tu mente. Si hay mucha calma, puede acabar con el pensamiento. Tienes que cuidar la calma de tu mente para asegurar que tienes las cosas en las proporciones justas. Si no adquieres un sentido de lo que es “justamente correcto” puedes tener problemas. Si la mente está demasiado calmada, tu progreso será lento. Si piensas demasiado, el pensamiento se llevará tu concentración.

Así que observa las cosas cuidadosamente. De nuevo, es como comer. Si te zampas la comida, podrías terminar muriéndote ahogado. Debes preguntarte: ¿Esto es bueno para mí? ¿Puedo manejarlo? ¿Son mis dientes lo suficientemente fuertes? Algunas personas no tienen más que encías, y sin embargo quieren masticar caña de azúcar: no es normal. Algunas personas, aunque los dientes les duelen y se les están cayendo, quieren seguir comiendo alimentos crujientes. Es lo mismo con la mente, apenas está un poco calmada y ya queremos ver esto, saber aquello —queremos tomar más de lo que podemos manejar. Primero debes asegurarte de que tu concentración tiene una base sólida, que tu discernimiento y concentración están adecuadamente balanceadas. Este punto es muy importante. Tus poderes de evaluación deben estar maduros, tu pensamiento dirigido debe ser firme.

Digamos que tienes un buey amarrado a una estaca firmemente enterrada. Si tu buey es fuerte, podría simplemente caminar o correr arrancando la estaca. Debes saber medir la fuerza de tu buey. Si es realmente fuerte, clava la estaca profundamente para que esté firme en la tierra y vigílala. En otras palabras, si te das cuenta de que la mente está obsesionada, que tu pensamiento está fuera de control y que se sale de los límites de la calma mental, entonces fija la mente en un lugar y pon un cuidado extra en calmarla —pero no tanto como para no poder seguir las cosas. Si la mente está demasiado calmada, es como si estuvieras aturdido. No te das cuenta de lo que está sucediendo. Todo es oscuro y borroso. O además puede que tengas momentos buenos y malos sumergiéndote y emergiendo nuevamente. Esto es concentración sin pensamiento dirigido o evaluación, sin sentido de proporción: Concentración Errónea.

Así que debes estar atento. Usa tu juicio —pero no dejes que a la mente se la lleven sus pensamientos. Tu pensamiento es algo separado. La mente permanece con el objeto de meditación. Por más que tus pensamientos se vayan a dar vueltas, tu mente sigue firmemente plantada —como cuando uno se agarra de un poste y le da vueltas y vueltas. Puedes aguantar dándole vueltas y no te cansas. Pero si sueltas el poste y das tres vueltas, te marearás y —¡pum!— te caerás de cara al suelo. Es lo mismo con la mente: si permanece sólo con su objeto o tema, puede seguir pensando sin cansarse, sin dañarse, porque el pensamiento y la calma están juntos en el mismo sitio. Cuanto más pienses, más se solidificará la mente. Cuanto más te sientes a meditar, más pensarás. La mente se hará más y más firme hasta que todos los Impedimentos (nīvaraṇa) se desvanecerán. La mente ya no se moverá en busca de conceptos. En ese momento podrá surgir el conocimiento.

Aquí el conocimiento no es conocimiento ordinario. Este conocimiento sobresee tu conocimiento anterior. Ya no querrás el conocimiento que proviene del pensamiento ordinario y de la racionalización: despréndete de él. Ya no querrás el conocimiento que proviene del pensamiento dirigido y la evaluación: detente. Aquieta la mente. Cálmala. Cuando la mente está calmada y libre de Impedimentos es la esencia de todo lo que es bueno y hábil. Cuando la mente está en este nivel no se apega a ningún concepto. Todos los conceptos que hayas conocido —referentes al mundo o al Dhamma, muchos o pocos— desaparecerán sin dejar rastro. Sólo cuando desaparecen puede surgir un conocimiento nuevo.

Es por ello que deberías desprenderte de los conceptos —todos los nombres y etiquetas que les pones a las cosas. Debes permitirte ser pobre. Es cuando la gente es pobre que se vuelve ingeniosa y lista. Si no te permites ser pobre, nunca ganarás discernimiento. En otras palabras, no debes temer ser tonto o perderte cosas. No temas haber llegado a un callejón sin salida. No necesitas ninguna comprensión proveniente de escuchar a otros o de leer libros, porque se basan en conceptos y por ello son inconstantes. No necesitas ninguna comprensión proveniente del razonamiento y del pensar, pues son conceptos y por ello son no-yo. Deja que toda esta comprensión desaparezca, dejando sólo la mente, firmemente intencionada, ni inclinándose a la izquierda, hacia lo desagradable, ni hacia la derecha, hacia lo agradable. Mantén la mente calmada, quieta, neutral, impasible —majestuosa. Y ahí lo tienes: Concentración Correcta.

Cuando la Concentración Correcta surge en la mente, tiene una sombra. Cuando puedas distinguir el asomo de esta sombra, eso es la vipassanā: visión-clara liberadora.

El conocimiento que logras de la Concentración Correcta no aparece en forma de pensamientos o ideas. Aparece en la forma de Perspectiva Correcta. Lo que te parece incorrecto, es realmente incorrecto. Lo que te parece correcto, realmente es correcto. Si lo que parece correcto es realmente incorrecto, es una Perspectiva Incorrecta. Si lo que parece incorrecto es realmente correcto, nuevamente es Perspectiva Incorrecta. Pero con la Perspectiva Correcta, lo correcto parece correcto y lo incorrecto, incorrecto.

Expresado en términos de causa y efecto, ves las cuatro Nobles Verdades. Ves el sufrimiento y es realmente sufrimiento. Ves surgir la causa del sufrimiento y es realmente la causa del sufrimiento. Éstas son Verdades Nobles: verdades innegables, absolutas, indiscutibles. Ves que el sufrimiento tiene una causa. Una vez que la causa aparece, el sufrimiento tiene que acompañarla. En cuanto al camino hacia la cesación del sufrimiento, ves que el camino que estás siguiendo te llevará sin lugar a dudas hacia Nibbāna. Llegues o no a la meta, lo que ves es correcto. Esto es la Perspectiva Correcta. En cuanto a la cesación del sufrimiento, ves que realmente tal cosa existe. Ves que mientras te mantengas en el camino, el sufrimiento realmente cesa. Cuando llegas a darte cuenta de lo verdadero de estas cosas en tu corazón, esto es vipassanā-ñāṇa.

Para ponerlo en términos aún más simples: ves que todas las cosas, dentro y fuera, no son fiables. No te puedes fiar del cuerpo, no te puedes fiar de la vejez ni de la muerte. Todos son personajes huidizos, cambiando constantemente en ti. Ver esto es ver la inconstancia. No te dejes complacer por la inconstancia. No dejes que te preocupe. Mantén la mente neutral, balanceada. Eso es lo que se quiere decir con vipassanā.

En cuanto al sufrimiento: digamos que nos enteramos de que un enemigo está sufriendo. “Me alegro de oírlo”, pensamos. “Espero que se muera pronto”. El corazón se ha ladeado. Digamos que nos enteramos de que un amigo se ha hecho rico y nos alegramos; o nuestro hijo o hija se enferma y nos entristecemos. Nuestra mente se ha dejado armonizar con el sufrimiento y la angustia. ¿Por qué? Porque no somos hábiles. La mente no está centrada —es decir, no está en la Concentración Correcta. Tenemos que cuidar de la mente. No dejes que armonice con el sufrimiento. Lo que sea que sufra, deja que sufra, pero no dejes que la mente sufra con ello. Tal vez el cuerpo tenga dolor, pero la mente no está dolorida. Deja que el cuerpo sufra, pero que la mente no sufra. Mantén la mente neutral. No te contentes con el placer —acuérdate de que el placer es una forma de sufrimiento. ¿Cómo es eso así? Porque puede cambiar. Puede surgir y decaer. Puede ser intenso o ligero. No puede durar. Eso es sufrimiento. El dolor también es sufrimiento: doble sufrimiento. Cuando logres esta visión-clara liberadora respecto al sufrimiento —cuando realmente veas el sufrimiento— la vipassanā habrá surgido en la mente.

En lo referente a anattā, no-yo: una vez que hayamos examinado las cosas y las hayamos visto como lo que realmente son, no haremos demandas, no mostraremos preferencias, no trataremos de demostrar que tenemos el derecho o el poder de hacer que las cosas que son no-yo estén bajo nuestro control. Por mucho que lo intentemos, no podremos prevenir el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Si el cuerpo va a envejecer, déjalo envejecer. Si va a doler, deja que duela. Si tiene que morir, deja que muera. No te contentes con la muerte, ni la tuya ni la de los demás. Que no te disguste la muerte, ni la tuya ni la de los demás. Mantén la mente neutral. Pareja. Resuelta. Esto es saṅkhārūpekkhā-ñāṇa: dejar que los saṅkhāras —todas las cosas formadas y fabricadas— sigan su naturaleza inherente.

Esto, en breve, es la vipassanā: ver que todas las fabricaciones son inconstantes, tensoras y no-yo. Puedes desenredarlas de tu comprensión. Puedes desprenderte. Aquí empieza lo bueno. ¿Cómo? Porque ya no tienes que agotarte arrastrando los saṅkhāras por todas partes.

Estar apegado significa llevar una carga, y hay cinco montones (los khandhas) que cargamos: el apego a la forma, a las sensaciones, a los conceptos y etiquetas, a las fabricaciones mentales, y a la conciencia sensorial. Nos agarramos a estas cosas, pensando que son el yo. Uno mismo. Adelante. Llévalas a cuestas. Cuélgate un montón en la pierna izquierda, uno en la derecha. Uno en el hombro izquierdo, uno en el derecho. Ponte el último montón sobre la cabeza. Y ahora: llévalas a cuestas adondequiera que vayas —torpe, sobrecargado y cómico.

¡Adelante! Llévalas a cuestas.
bhārā have pañcakkhandhā

Los cinco khandhas son una carga pesada,
bhārahāro ca puggalo

y como individuos nos sobrecargamos con ellas.
bhārādānaṁ dukkhaṁ loke

Llévalas adondequiera que vayas,
y desperdicia tu tiempo sufriendo en este mundo.

El Buddha enseñó que aquél que carezca de discernimiento, aquél que no sea hábil, aquél que no practique la concentración que lleva a la visión-clara liberadora, tendrá que sobrecargarse con el sufrimiento y siempre tendrá un peso encima. Es una pena. Es una vergüenza. Nunca escapará. Sus piernas están sobrecargadas, sus hombros sobrecargados —¿Y adónde va? Tres pasos hacia adelante, dos pasos hacia atrás. Pronto se desalentará y al cabo de un rato, volverá a animarse y comenzará de nuevo.

Ahora, cuando vemos la inconstancia —que todas las fabricaciones, ya sean dentro o fuera de nosotros, no son fiables; cuando vemos que son sufrimiento; cuando nos damos cuenta de que no son nuestro yo, sino que simplemente van girando en torno a sí y por sí mismas. Cuando logramos estas visiones-claras liberadoras, podemos dejar nuestra carga, es decir, soltar nuestros apegos. Podemos descargar el pasado —es decir, dejar de vivir en él. Podemos desprendernos del futuro —es decir, dejar de soñar con él. Podemos desprendernos del presente —es decir, dejar de insistir en que sea el yo. Una vez que dejemos caer estas tres canastas grandes de los hombros, podemos caminar con paso ligero. Hasta podremos bailar. Seremos hermosos. Adonde quiera que vayamos, la gente se alegrará de conocernos. ¿Por qué? Porque no estaremos agobiados. Lo que quiera que hagamos, lo podremos hacer con calma. Podremos caminar, correr, bailar, y cantar —todo con un corazón ligero. Seremos la belleza del Budismo, un alivio para ojos doloridos, elegantes dondequiera que estemos. Al fin sin cargas, al fin sin agobios, podremos estar tranquilos. Esto es vipassanā-ñāṇa.

4 de octubre de 1960