LA RESPIRACIÓN ES UN ESPEJO para la mente. Si el espejo es anormal, da reflejos anormales. Digamos que te miras en un espejo convexo: tu reflejo será más alto de lo que realmente eres. Si te miras en un espejo cóncavo, tu reflejo será deformado de corto. Pero si te miras en un espejo plano, liso y normal, te dará un reflejo verdadero de ti mismo. Si lo pules para que esté limpio y brillante —en otras palabras, si usas la evaluación para ajustar y expandir la respiración para que sea cómoda— tu reflejo será claro y nítido.
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Saber cómo ajustar la respiración, cómo arreglarla bien, equivale a arreglar bien la mente y esto puede traerte todo tipo de beneficios —como una buena cocinera que sabe cómo variar los platos que sirve, algunas veces cambiando el color, otras el sabor, otras la forma, de manera que su patrón nunca se cansará de su cocina. Si prepara lo mismo todo el año —papilla hoy, papilla mañana, y papilla al día siguiente— seguro que su patrón se buscará otra cocinera. Pero si sabe cómo variar lo que ofrece para que su patrón esté siempre satisfecho, seguro que obtendrá un aumento de sueldo o tal vez un extra especial.
Es lo mismo con la respiración. Si sabes cómo ajustarla y variarla —si siempre estás pensando en ella y evaluándola— te convertirás en alguien sumamente atento y experto en todo lo concerniente a la respiración y los otros elementos del cuerpo.
Siempre sabrás cómo van las cosas con el cuerpo. Plenitud, calma y singularidad del objeto o tema llegarán por sí mismas. El cuerpo estará fresco, la mente contenta. Tanto el cuerpo como la mente estarán en paz. Todos los elementos estarán en paz, libres de agitación y perturbaciones.
Es como aprender a cuidar de un niño pequeño. Si el niño comienza a llorar, sabrás cuándo darle leche o dulces, cuándo bañarlo, cuándo sacarlo a tomar aire, cuándo ponerlo en un corral y darle un muñeco para que juegue. En muy poco tiempo el niño dejará de llorar, dejará de quejarse, y te dejará libre para terminar el trabajo que tengas que hacer. La mente es como un niño pequeño e inocente. Si eres diestro en su cuidado, será obediente, feliz y contento, y crecerá día tras día.
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Cuando el cuerpo y la mente están satisfechos y contentos, no se sienten hambrientos. No tienen que ir a la cocina a destapar las ollas y las cacerolas o caminar agitados vigilando puertas y ventanas. Podrán dormir en paz sin ninguna perturbación. Los fantasmas y demonios —los dolores de los khandhas— no entrarán a poseerles. De esta forma podemos morar en calma, pues cuando nos sentamos, nos sentamos con gente. Cuando nos acostamos, nos acostamos con gente. Cuando comemos, comemos con gente. Cuando la gente vive con gente, no hay problemas; pero cuando las personas viven con fantasmas y demonios, seguro que reñirán y nunca encontrarán la paz. Si no sabemos cómo evaluar y ajustar nuestra respiración, no habrá manera de que nuestra meditación dé resultados. Incluso si nos sentamos hasta el día de nuestra muerte, no ganaremos ningún conocimiento ni comprensión en absoluto.
Había una vez un viejo monje —de 70 años, había usado el hábito durante 30— que había oído cosas buenas acerca de cómo enseño la meditación, así que vino a estudiar conmigo. Lo primero que preguntó fue: “¿Qué método enseñas?”
“Meditación en la respiración”, le dije. “Ya sabes, bud-dho, bud-dho”.
En cuanto escuchó esto me dijo, “He practicado ese método siempre desde los tiempos de Ajaan Mun —buddho, buddho siempre desde que era joven— y nunca he visto que produzca nada bueno. Todo lo que hace es buddho, buddho y no lleva a ninguna parte. Y ahora tú me vas a enseñar más buddho. ¿Para qué? ¿Quieres que repita buddho hasta el día en que me muera?”
Esto es lo que sucede cuando la gente no tiene la habilidad de ajustar y evaluar su respiración: nunca encontrarán lo que buscan —es por ello que ajustar y expandir la respiración es una parte muy importante de la meditación en la respiración.
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El llegar a conocerte a ti mismo —familiarizarte con el cuerpo, la mente, los elementos (tierra, agua, fuego, viento, espacio y conciencia), el saber de dónde vienen, cómo aparecen, cómo cesan, cómo son inconstantes, tensores y no-yo: todo esto lo tendrás que averiguar explorando por tu cuenta. Si tu conocimiento simplemente sigue lo que está en los libros o lo que dicen los demás, entonces es conocimiento que viene de etiquetas y conceptos, no es tu propio discernimiento. No es realmente conocimiento. Si sólo sabes lo que te dicen los demás, los estás siguiendo por su sendero —y qué tiene eso de bueno? Podrían guiarte por el camino equivocado. Y si el camino es polvoriento, puede que levanten el polvo y que te entre polvo en los ojos y oídos. Por ello, en tu búsqueda de la verdad, no creas simplemente lo que otros te dicen. No creas en etiquetas. Practica el centrar la mente hasta que adquieras tu propio conocimiento. Sólo entonces será visión-clara liberadora. Sólo entonces será fiable.
7 de mayo de 1959