CUANDO NOS SENTAMOS EN MEDITACIÓN, lo importante es observar los niveles de la respiración. La respiración en el cuerpo tiene tres niveles: común, refinada y profunda.
1. La respiración común es la respiración que insuflamos al cuerpo. Es de dos tipos. (a) La que está mezclada con aire impuro o contaminado: cuando entra en los pulmones, no toda vuelve a salir. Los sedimentos quedan suspendidos en el cuerpo. Y cuando estos sedimentos se mezclan con la sangre en el corazón, pueden causar que la sangre sea dañina para el cuerpo, dando lugar a enfermedades. Pero estas enfermedades no necesitan tratarse con medicina. Si las tratamos usando la respiración, se marcharán. (b) El otro tipo de respiración común es la que es benéfica —la respiración mezclada con aire puro. Cuando ésta se mezcla con la sangre en el corazón, es benéfica para el cuerpo.
2. La respiración refinada es dócil y suave. Son las sensaciones delicadas de respiración derivadas del aire que entra y sale, que permean el espacio entre los vasos sanguíneos y los nervios. Esta respiración es la que da lugar a nuestra sensación del cuerpo a lo largo del mismo.
3. La respiración profunda está a más profundidad que la respiración refinada. Es fresca, espaciosa, vacía y blanca.
La respiración refinada que se extiende para nutrir el cuerpo es el nivel importante de respiración que usamos como base para observar los tres niveles de la respiración. Cuando esta respiración refinada se propaga completamente a través de cada parte del cuerpo, el cuerpo se sentirá ligero, vacío y quieto —aunque seguiremos manteniéndola presente y vigilándola. La mente está estable, igual que la sensación del cuerpo. Cuando esto es el caso, mantenemos presente la respiración continuamente y la vigilamos. En este punto, una luz brillante aparecerá en nuestra sensación de la respiración. Aún cuando nuestros ojos están cerrados, es como si los tuviéramos abiertos. Sentiremos como si la respiración en nuestro cuerpo tuviera un brillo blanco, como el tejido de la lámpara Coleman bañada de luz. Ésta es la respiración profunda. La mente se vuelve serena y calmada; el cuerpo se vuelve sereno y calmado.
La mente en este punto se dice que está en Concentración Correcta, la cual puede conducirnos a una visión-clara liberadora. Esta visión clara puede cortar todos los conceptos concernientes al pasado y futuro. En otras palabras, la mente está contenta de permanecer con la respiración profunda, la respiración espaciosa y vacía. En tanto que la mente no haya penetrado hasta este nivel de la respiración, no estará libre de impedimentos. No dará lugar al discernimiento; no tendrá verdadera conciencia. Pero cuando la conciencia que proviene de la quietud adquiere energía, da lugar a fuerza y luz. La mente y la respiración son ambas brillantes. Cuando cada aspecto de la respiración es igualmente fuerte, la respiración profunda se vuelve aparente: quieta y suave, libre de ondas, inmóvil y resistente. La respiración en este punto no es afectada por el aliento que entra y sale. El cuerpo está tranquilo, sin sensaciones de dolor. Se siente boyante, saturado y pleno, como el tejido de la lámpara Coleman: no hay necesidad de bombear, no hay sonido, el aire interior parece calmado, aunque la luz es deslumbrante. Todo lo que se necesita es el vapor del queroseno y la lámpara emitirá luz.
El cuerpo está tranquilo, sin altibajos. Cuando la respiración es suave y nivelada de esta manera, hace que el cuerpo se sienta ligero, vacío y quieto. Esto se llama kāya-passaddhi: serenidad física. La mente, que se queda junto al cuerpo quieto, se llama citta-passaddhi: una mente serena. Cuando la mente permanece con esta quietud, se vuelve brillante. Este brillo proviene de que la mente está firmemente centrada. Cuando la mente está firmemente centrada, conduce a la visión-clara liberadora.
Cuando la visión-clara surge, podemos ser concientes en el nivel de las sensaciones físicas (rūpa) y en el de los actos mentales (nāma) que surgen de la respiración que entra y sale. Somos concientes de la respiración común, de la respiración refinada y de la respiración profunda. Podemos llevar la cuenta de los tres niveles de la respiración. Cuando nuestra conciencia alcanza este punto, podemos decir que conocemos la respiración, o que conocemos la sensación. Entonces observamos cómo estas cosas afectan la mente. Esto se llama conocer los actos mentales. Una vez que podamos conocer tanto las sensaciones como los actos mentales, sabremos: “Ésta es la conciencia verdadera. Así es cómo la conciencia verdadera conoce”. Mientras no podamos hacer que la mente se comporte de esta manera, no podremos conocer. Y cuando no podemos conocer, esto es avijjā, lainconsciencia.
La inconsciencia es oscuridad. La respiración común es oscura, la respiración refinada es oscura, la respiración profunda es oscura. Hasta qué punto es dañina esta oscuridad para la mente y el cuerpo, no lo sabemos: más oscuridad. Inconsciencia. La inconsciencia es como poner alquitrán en una lámpara Coleman. La avijjātiene todas las características malas del alquitrán. No hace surgir nada más que problemas —oscuridad— para los demás, a la vez que es destructiva para nuestro propio corazón y mente, como cuando un fuego se alimenta de alquitrán, no emitirá más que humo negro. Cuanto más lo alimentemos con alquitrán, más oscuro será el humo —y entonces iremos por ahí pensando que nuestro humo negro es algo especial, aunque realmente sea inconsciencia, es decir, inconsciencia del hecho de que es inconsciencia. De manera que nos vamos envolviendo más y más en nuestra propia inconsciencia hasta que acabamos cubiertos con una capa gruesa de hollín.
El hollín es una clase de suciedad que da lugar al daño. Cuando un fuego da humo negro, su luz es mala, el fuego es malo, el humo es malo. El humo malo es la naturaleza de la inconsciencia; y como es malo, el conocimiento que hace surgir es malo, los resultados a los que da lugar son malos. Todas estas cosas son las que dan lugar a los sufrimientos y a la tensión. Éste es el tipo de daño que proviene de la inconsciencia.
El daño causado por la inconsciencia es como una fogata. Una fogata nos hace sudar y —por si fuera poco— su luz es roja y feroz como la luz del sol. Todo lo que sea su objeto lo inflamará. Cualquier lugar donde una fogata haya ardido durante un tiempo, se volverá negro por el hollín, de la misma manera que una persona que construye una fogata se pone todo sucio. La cara y los brazos se le ponen negros, la ropa se le vuelve negra, pero como ve esta suciedad como propia, no se ofende por ella. Igual que una herida infectada en su cuerpo: no importa lo sucia o maloliente que pueda ser, él puede tocarla sin sentir ninguna repulsión. Pero si viera la misma herida en otra persona, le daría tanto asco que no podría soportar mirarla y no querría acercársele.
Cualquiera cuya mente esté envuelta en la inconsciencia es como una persona cubierta de heridas abiertas que no siente vergüenza o asco de sí mismo. O como el hollín en las paredes de nuestra propia cocina: aunque podamos verlo, simplemente lo vemos y no nos parecerá feo, desagradable ni vergonzoso. Pero si lo vemos en la cocina de alguien más, querremos marcharnos.
La inconsciencia es lo que mata a la gente. La inconsciencia es una trampa. Pero normalmente una trampa sólo puede atrapar animales torpes. Los animales de inteligencia aguda generalmente no se dejan atrapar. Si somos estúpidos, la inconsciencia nos atrapará y nos comerá a todos. Si vivimos bajo el influjo de la ignorancia —si no estamos familiarizados con los tres niveles de la respiración en el cuerpo— tendremos una cosecha dañina. Conocerlos, sin embargo, es mantener presente la respiración correctamente. Sabremos las causas de nuestras acciones y sus resultados. Saber esto es mantener presente la respiración y vigilarla. Nuestro cuerpo y nuestras acciones estarán claras para nosotros, como un fuego que es brillante por sí mismo. ¿De dónde proviene su resplandor? De la energía del queroseno. Así es con la respiración profunda. Es calmada en el cuerpo, como una lámpara Coleman resplandeciendo deslumbrante: está tranquila como si no se le hubiera insuflado aire en absoluto.
Esto es kāya-passaddhi, la serenidad física. Y respecto a la mente, todo está clarísimo a su alrededor. Y como el brillo que desprende el tejido de la lámpara, es de utilidad para la gente y para otros seres vivientes. Esto es lo que quiere decir “pabhassaram idaṁ cittaṁ”—la mente está radiante. Cuando podemos mantener la mente pura de esta manera, adquiere el poder de ver lo que yace aún más profundamente —pero por ahora no podemos saberlo claramente. Tendremos que aumentar nuestra fuerza mental aún más: eso es la vipassanā, visión-clara liberadora.
Cuando la vipassanāemerge, es como si pusiéramos queroseno directamente en el tejido de la lámpara: el fuego flameará instantáneamente; la luz deslumbrará en un solo flash. Los conceptos que etiquetan sensaciones desaparecerán; los conceptos que etiquetan actos mentales desaparecerán. Toda actividad de etiquetar y nombrar las cosas desaparecerán en un único instante mental. Las sensaciones aún están ahí, como siempre; los actos mentales están aún ahí, como siempre, pero las etiquetas que se apoderaban de ellos han sido cortadas, igual que una línea de telégrafos: el transmisor está ahí, el receptor está ahí, la línea está ahí, pero no hay conexión —la corriente no fluye. Quienquiera que desee enviar un mensaje podrá intentarlo, pero todo está quieto. Así es con el corazón: cuando cortamos completamente las etiquetas y conceptos, entonces no importa lo que nadie pueda decirnos, el corazón está quieto.
Esto es la vipassanā, una conciencia más allá de la influencia de la inconsciencia, libre del aferramiento y del apego. La mente se eleva hacia lo trascendente, liberada del mundo. Reside en un “mundo” más alto que los mundos ordinarios, más alto que el mundo humano, que los mundos de Brahma y los celestiales. Por eso, cuando el Buddha obtuvo el conocimiento del autodespertar correcto insuperable, un temblor sacudió el cosmos entero, desde los confines inferiores del infierno subiendo por el mundo humano hasta los mundos de los Brahmas. ¿Por qué? Porque su mente había logrado el poder completo de manera que podría abrir una vía más allá de los mundos de los Brahmas.
Por esta razón, deberíamos reflexionar en la respiración común que estamos respirando ahora mismo. Da lugar a beneficios mezclados con daños. La respiración refinada nutre los vasos sanguíneos y los nervios. La respiración profunda ajusta las sensaciones respiratorias a través del cuerpo de manera que la respiración es autosuficiente en sus propios asuntos. La propiedad de tierra, la propiedad de fuego, y la propiedad de agua, todas se vuelven autosuficientes en sus propios asuntos. Y cuando las cuatro propiedades son autosuficientes, se igualan y equilibran, así que no hay agitación en el cuerpo. La mente es autosuficiente, el cuerpo es autosuficiente, y podemos dejar de preocuparnos por ellos, igual que un niño que se ha criado hasta hacerse maduro. El cuerpo y la mente se vuelven maduros e independientes en sus propios asuntos.
Esto se llama paccattaṁ: podemos ver por nuestra propia cuenta y llegar a ser responsables de nosotros mismos. Sandiṭṭhiko: podemos ver claramente por nuestra propia cuenta. Akāliko: no importa el momento, en cuanto reflexionemos sobre los tres niveles de la respiración, inmediatamente estaremos cómodos y tranquilos. Para hablar en términos legales, seremos mayores de edad. Ya no seremos menores y tendremos derecho absoluto a la herencia de nuestros padres de acuerdo a la ley. Por hablar en términos de la disciplina monástica, ya no tendremos que seguir bajo la supervisión de nuestros maestros porque seremos completamente capaces de cuidarnos solos. Y de hablar en términos del Dhamma, ya no tendremos que depender más de maestros ni de textos.
Lo que he dicho aquí apunta a darnos una idea de cómo aplicar nuestros poderes de observación a los tres niveles de la respiración. Deberíamos atenderlos hasta adquirir conocimiento. Si somos observadores al llevar la cuenta de lo que sucede con los tres niveles de la respiración continuamente, ganaremos resultados —calma de cuerpo y mente— como un patrón que vigila a los trabajadores de su fábrica. Los trabajadores no tendrán posibilidad de escaquearse en sus obligaciones y tendrán que poner sus mentes a trabajar como deben hacerlo. El resultado seguro es que terminaremos rápidamente nuestro trabajo o al menos avanzaremos constantemente.
3 de agosto de 1956