AL FIJAR NUESTRA ATENCIÓN en la respiración, el punto importante es usar nuestros poderes de observación y evaluación y adquirir un sentido de cómo alterar y ajustar la respiración para poder mantenerla en marcha correctamente. Sólo entonces lograremos resultados que les sientan bien al cuerpo y a la mente. Observa cómo la respiración recorre su extensión completa, desde la punta de la nariz hacia abajo, pasando la nuez de Adán, la tráquea, el corazón, los pulmones, bajando al estómago y a los intestinos. Observa cómo baja desde la cabeza por los hombros, las costillas, la columna y el sacro. Observa la respiración saliendo por las puntas de los dedos de tus manos y pies y del cuerpo entero a través de cada poro. Imagina que tu cuerpo es como una vela o una lámpara Coleman. La respiración es el tejido que brilla en la lámpara; mantener la respiración presente es el combustible que provee la luz. Tu cuerpo, del esqueleto a la piel, es como la cera de la vela que rodea a la mecha. Tenemos que intentar volver la mente brillante y radiante como una vela si queremos obtener buenos resultados.
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Todo en el mundo tiene su par: hay oscuridad y por lo tanto tiene que haber luz. Hay el sol y hay la luna. Hay el surgir y hay el cesar. Hay causas y hay resultados. Así pues, en lo concerniente a la respiración, la mente es la causa, y la sati el resultado. En otras palabras, la mente es lo que actúa, la sati es lo que conoce, de manera que la sati es el resultado de la mente. En cuanto a las propiedades del cuerpo —tierra, agua, fuego, y viento— la respiración es la causa. Cuando la mente hace bien la causa, el resultado físico es que todas las propiedades se vuelven radiantes. El cuerpo está cómodo. Fuerte. Libre de enfermedad. Los resultados que emergen por medio de cuerpo y mente los causa el acto de ajustar. El resultado es que nosotros lo notamos y observamos.
Cuando nos sentamos y meditamos, tenemos que observar el entrar y salir de la respiración para ver cómo se siente cuando entra, cómo se mueve o ejerce presión en las diferentes partes del cuerpo, y de qué maneras da lugar a una sensación de comodidad. La inspiración larga y la espiración larga, ¿Es fácil y cómoda?, o la inspiración corta y la espiración larga, ¿Es fácil y cómoda? La inspiración rápida y espiración rápida, ¿Son cómodas?, ¿O es más cómoda la inspiración lenta y la espiración lenta? ¿Es cómoda la respiración pesada? ¿O lo es más la respiración ligera? Tenemos que usar nuestros propios poderes de observación y evaluación, y adquirir un sentido de cómo corregir, ajustar y facilitar la respiración de manera que ésta sea estable, balanceada y justamente correcta. Si, por ejemplo, la respiración lenta es incómoda, ajústala para que sea más rápida. Si la respiración larga es incómoda, cámbiala a respiración corta. Si la respiración es demasiado ligera o débil —poniéndote soñoliento o llevando tu mente a la deriva— respira más pesada y fuertemente.
Esto es como ajustar la presión del aire en una lámpara Coleman. Tan pronto como el aire y el queroseno se mezclen en las proporciones correctas, la linterna iluminará con toda su fuerza —blanca y deslumbrante— capaz de extender lejos su resplandor. De la misma manera, mientras la sati esté fuertemente unida a la respiración y tengamos un sentido de cómo cuidar la respiración de manera que sea justamente correcta y ajustada para las diferentes partes del cuerpo, la mente se mantendrá estable y unificada, y no se irá volando tras ningún pensamiento o concepto. Ésta desarrollará un poder, un resplandor llamado discernimiento —o, para llamarlo por su resultado, conocimiento.
Este conocimiento es una forma especial de sati que no proviene de nada que ninguno de nuestros maestros nos haya enseñado ni de nada que cualquiera nos haya dicho. De hecho, es una forma especial de conocimiento ensalzado por el Buddha como perspectiva correcta. Esta forma de conocimiento se acopla a la sati y a la vigilancia. Se califica como sati correcta y también como concentración correcta. Cuando una mente correctamente concentrada adquiere una fuerza incrementada, los resultados pueden producir una visión-clara correcta, realización directa, pureza de conocimiento y en última instancia a la liberación, libre de cualquier tipo de duda.
La mente será independiente, tranquila, ligera y calmada —autocontenida como una llama en una lámpara de vidrio. Aunque los insectos puedan venir a pulular alrededor de la lámpara, no podrán apagar la llama; y al mismo tiempo, la llama no podrá saltar a quemar la mano de la persona que la transporta. Una mente constantemente cuidada por la cualidad de sati terminará por ser incapaz de alargarse para meterse en ningún objeto o tema en absoluto. No saltará hacia adelante ni parpadeará hacia atrás, y las preocupaciones externas no serán capaces de llegar a irrumpir en el corazón. Nuestros ojos —los ojos de nuestro discernimiento— serán claros y verán lejos, justo como si estuviéramos sentados en los intersticios de una red, capaces de ver claramente en cualquier dirección que mirásemos.
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¿De qué viene el discernimiento? Puedes compararlo con aprender a convertirse en alfarero, sastre, o tejedor de canastos. El maestro comenzará por decirte cómo hacer un jarro, coser una camisa o unos pantalones, o tejer diferentes patrones, pero las proporciones y la belleza del objeto que hagas, tendrán que depender de tus propios poderes de observación. Supón que tejes un canasto y luego observas bien sus proporciones para ver si es demasiado bajo o demasiado alto. Si es demasiado corto, teje otro un poco más alto y échale un vistazo para ver si hay algo que aún haga falta mejorar, para ver si es demasiado delgado o demasiado grueso. Luego teje otro que se vea mejor que el anterior. Sigue con esto hasta que tengas uno que sea tan bello y bien proporcionado como sea posible, uno que no tenga nada que criticarse desde ningún ángulo. Este último canasto lo puedes tomar como tu estándar. Ahora ya puedes poner tu negocio.
Lo que has hecho es aprender de tus propias acciones. En cuanto a tus canastos previos, ya no necesitas ocuparte más de ellos. Tíralos. Éste es un sentido del discernimiento que surge por voluntad propia, un ingenio y sentido del juicio que no llega de nada que te hayan enseñado tus maestros, sino de observar y evaluar por ti mismo el objeto que tú mismo has hecho.
Lo mismo es cierto al practicar la meditación. Para que el discernimiento surja, tienes que ser observador mientras mantienes la respiración presente y adquirir un sentido de cómo ajustarla y mejorarla para que sea bien proporcionada por todo el cuerpo —hasta el punto en que fluya equilibradamente sin vacilar, de manera que sea cómoda entrando y saliendo lentamente, entrando o saliendo rápidamente, larga, corta, pesada o refinadamente. Logra que tanto la inspiración como la espiración sean cómodas independientemente de la manera que respires, así sin importar cuándo —seas capaz de sentir inmediatamente una sensación de calma en el mismo momento en que te enfoques en la respiración. Cuando seas capaz de hacer esto, aparecerán resultados físicos: una sensación de calma y ligereza, abierta y espaciosa. El cuerpo será fuerte, la respiración y la sangre fluirán sin obstrucción y no dejarán huecos para que entre la enfermedad. El cuerpo estará sano y despierto.
En cuanto a la mente, cuando la sati y la vigilancia son las causas, el resultado es una mente calmada. Cuando la negligencia es la causa, el resultado es una mente distraída e inquieta. Así que debemos tratar de optimizar las causas, para que den lugar a los buenos resultados a los que nos hemos referido. Si usamos nuestros poderes de observación y evaluación al cuidar de la respiración, y estamos constantemente corrigiéndola y mejorándola, desarrollaremos la conciencia en nosotros, el fruto de haber desarrollado nuestra concentración paso a paso.
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Cuando la mente está enfocada con plena circunspección, puede dejar correr los conceptos del pasado. Puede ver la verdadera naturaleza de sus viejas preocupaciones, que no tienen nada de duradero o certero. En cuanto al futuro que nos queda por delante, es como tener que pilotar un pequeño bote a través del ancho mar: va a haber peligros por todas partes. Así la mente deja correr los conceptos del futuro y viene al presente, a ver y a conocer el presente.
La mente está firme y no se tambalea.
La inconsciencia se cae.
El conocimiento surge por un instante y después desaparece, para que puedas saber que ahí en el presente hay un vacío.
Un vacío.
Ya no sigues agarrándote a las fabricaciones temporales del pasado, a las fabricaciones temporales del futuro, o a las fabricaciones del dhamma en el presente. Las fabricaciones desaparecen. La avijjā —falsificación, falsa conciencia— desaparece. “Verdad” desaparece. Todo lo que queda es la conciencia: “buddha... buddha...”
La fabricación corporal, es decir, la respiración; la fabricación verbal, es decir, los pensamientos que formulan palabras; y la fabricación mental, es decir, el acto de pensar, todas desaparecen. Pero la conciencia no desaparece. Cuando la fabricación corporal se mueve, eres consciente de ello. Cuando la fabricación verbal se mueve, eres consciente de ello. Cuando la fabricación mental se mueve, eres consciente de ello, pero la conciencia no está apegada a nada de lo que conoce. En otras palabras, no hay fabricaciones que puedan afectarla. Solamente hay conciencia. Al pensar, la mente aparece, las fabricaciones aparecen. Si quieres usarlas, ahí están. Si no, desaparecen solas, por su propia naturaleza. La conciencia está por encima de todo lo demás. Esto es liberación.
Los meditadores tienen que alcanzar esta clase de conciencia si quieren obtener buenos resultados. En el entrenamiento de la mente, esto es todo lo que hay. Las complicaciones son un montón de líos y molestias, y tienden a empantanarse sin llegar a nada.
24 de julio de 1956