SI CUANDO ESTÁS SENTADO, todavía no eres capaz de observar la respiración, dite a ti mismo: “Ahora voy a inhalar. Ahora voy a exhalar”. En otras palabras, en esta fase tú eres el que dirige la respiración. No estás dejando que la respiración entre y salga como naturalmente lo haría. Si puedes mantener esto en mente cada vez que respiras, pronto serás capaz de aferrarte a la respiración.
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Al mantener la extensión de tu conciencia dentro del cuerpo, no trates de aprisionarla ahí. En otras palabras, no trates de forzar la mente a entrar en trance, no trates de forzar la respiración o de aguantarla hasta el punto en que te sientas incómodo y confinado. Debes dejar que la mente tenga su libertad. Simplemente vigílala para asegurarte de que se mantenga separada de sus pensamientos. Si tratas de forzar la respiración y atrapar la mente, tu cuerpo se sentirá restringido y no harás el trabajo tranquilamente. Tendrás dolores y molestias aquí y allá, y tal vez se te duerman las piernas. Así que deja que la mente more en su estado natural, observándola para asegurarte de que no salga inadvertidamente tras pensamientos externos.
Cuando prevenimos que la mente salga inadvertidamente tras sus conceptos, y que los conceptos se cuelen inadvertidamente en la mente, es como si cerráramos nuestras puertas y ventanas para prevenir que los perros, gatos y ladrones se cuelen dentro de nuestra casa. Lo que esto significa es que cerramos nuestras puertas de los sentidos y no prestamos ninguna atención a las imágenes que entren mediante los ojos, los sonidos que entren mediante los oídos, los olores que entren mediante la nariz, los sabores que entren mediante la lengua, las sensaciones táctiles que entren a través del cuerpo y los pensamientos que entren mediante la mente. Debemos cortar todas las percepciones y conceptos —buenos y malos, nuevos o viejos— que entren mediante estas puertas.
Que cortemos los conceptos de esta forma no significa que dejemos de pensar. Simplemente significa que dirigimos nuestro pensamiento al interior para darle buen uso observando y evaluando el tema de nuestra meditación. Si ponemos nuestra mente a trabajar de esta forma, no nos haremos daño a nosotros mismos ni a nuestra mente. En realidad, nuestra mente tiende a trabajar todo el tiempo, pero el trabajo en el que se involucra suele ser un montón de tonterías, muchos alborotos y fastidios sin ninguna sustancia real. Así que debemos encontrar un trabajo con valor real para ocupar la mente —algo que no la dañe, algo que realmente valga la pena hacer. Por eso hacemos la meditación en la respiración, enfocándonos en la respiración, enfocándonos en la mente. Deja de lado cualquier otro trabajo y dedícate a hacer esto y nada más. Ésta es la clase de actitud que necesitas cuando meditas.
Los Impedimentos que surgen de nuestros conceptos del pasado y futuro son como maleza creciendo en nuestro campo. Roban todos los nutrientes de la tierra para que nuestros sembrados no tengan nada con que alimentarse, y hacen que el lugar quede hecho un desastre. No son útiles excepto como alimento para las vacas y otros animales que deambulan por allí. Si dejas que el huerto se te llene de maleza de esta manera, tus cultivos no podrán crecer. De la misma forma, si no limpias tu mente de su fijación con los conceptos, no serás capaz de purificarte el corazón. Los conceptos son alimento sólo para la gente ignorante que piensa que son deliciosos, pero los sabios jamás los comen.
Los cinco Impedimentos —deseo sensual, mala voluntad, embotamiento y letargo, agitación y ansiedad, e incertidumbre— son como diferentes tipos de malas hierbas. La agitación y ansiedad es probablemente la más venenosa de este grupo, pues nos vuelve distraídos, inestables y ansiosos al mismo tiempo. Es la clase de hierba que tiene espinas y hojas afiladas. Si tropiezas con ella terminarás con una erupción punzante por todo el cuerpo. Así que si se te atraviesa, destrúyela. No dejes de ninguna manera que crezca en tus campos.
La meditación en la respiración —mantener la respiración continuamente en la mente— es el mejor método que el Buddha enseñó para aniquilar estos Impedimentos. Usamos el pensamiento dirigido para enfocarnos en la respiración, y la evaluación para ajustarlo. El pensamiento dirigido es como un arado; la evaluación como una rastra. Si aramos y esponjamos nuestra tierra constantemente, la mala hierba no tendrá oportunidad de crecer, nuestros cultivos prosperarán y nos darán sus frutos.
La tierra aquí es nuestro cuerpo. Si ponemos mucho pensamiento y evaluación en nuestra respiración, las cuatro propiedades del cuerpo estarán balanceadas y en paz. El cuerpo será saludable y fuerte, la mente relajada y ampliamente abierta, libre de Impedimentos.
Cuando mantienes tu campo así de limpio y nivelado, los cultivos de la mente —las cualidades del Buddha, Dhamma, y Sangha— seguramente prosperarán. Tan pronto como traigas la mente a la respiración, sentirás una sensación de plenitud y frescura. Las cuatro bases de la realización (iddhipāda) —el deseo de practicar, la persistencia en la práctica, la diligencia y la circunspección en la práctica— se desarrollarán paso a paso. Estas cuatro cualidades son como las cuatro patas de una mesa que la mantienen firme y estable. Son una forma de poder que apoya nuestra fortaleza y permite nuestro progreso a niveles superiores.
Para hacer otra comparación, estas cuatro cualidades son como los ingredientes en un tónico para la salud. Quienquiera que lo tome tendrá una larga vida. Si quieres morir, no hace falta que te lo tomes; pero si no quieres morir, tendrás que tomar muchísimo. Cuanto más lo tomes, más rápidamente disminuirán las enfermedades de tu mente. En otras palabras, tus impedimentos morirán. Así que si sabes que la mente tiene muchas enfermedades, este tónico es para ti.
30 de julio de 1956