En cuanto llegó a su casa comenzó a telefonear a las personas de la lista. Habló con seis de ellas. A las cuatro restantes no las pudo localizar pero les dejó mensajes para que lo llamaran. Curiosamente todos ellos se mostraron muy animados cuando el joven les mencionó al anciano chino. Concertó citas para irlos viendo en el transcurso de las semanas siguientes.
La primera persona de la lista era un hombre llamado Barry Kesterman. El Sr. Kesterman era maestro de la escuela local. Terminaba sus clases a las 5 de la tarde y se mostró encantado de ver al joven a dicha hora del día siguiente.
Aparentaba como mucho unos cuarenta años y parecía estar corrigiendo exámenes, cuando el joven llamó a su puerta.
– ¡Pase, pase! – le dijo cálidamente el Sr. Kesterman, mientras se levantaba para estrecharle la mano. Es un placer conocerlo. Tome asiento.
– ¡Entonces se encontró usted ayer con el anciano chino!
– Sí. El me arregló el coche.
– ¡Siempre aparece en las situaciones más inesperadas! ¿Le habló de los Secretos de la Abundante Felicidad?
– Sí. ¿Los conoce usted?
– ¡Por supuesto!
– ¿Y funcionan de verdad? – preguntó el joven.
– ¡Totalmente! Hace quince años me hallaba yo en uno de los puntos más bajos de mi vida. Me había quedado sin trabajo. Vivía en un pequeño cuarto a más de 500 kilómetros de mi ciudad natal. No tenía amigos y me sentía totalmente deprimido, como envuelto por una densa nube negra, incapaz de ver nada por lo que valiera la pena seguir viviendo.
Un día fui al parque y me senté en un banco frente al lago, mientras los problemas daban vueltas sin cesar dentro de mi cabeza. A los pocos minutos miré a la izquierda y vi que no estaba solo, un anciano chino se había sentado a mi lado.
El joven apenas podía creer lo que estaba oyendo.
Sintió un cosquilleo en su espalda.
– ¿Le importa si tomo notas?
– ¡No, en absoluto! – respondió el Sr. Kesterman, siguiendo con su relato. Tal vez era muy evidente que algo me preocupaba, pero desde el principio tuve la impresión de que el anciano conocía exactamente mis problemas, como si fuera capaz de ver en mi interior. Hablamos durante un rato. Me dijo que iba a ver a un amigo suyo que estaba deprimido. “Mi amigo simplemente ha olvidado la regla de oro de la Abundante Felicidad,” me dijo. Yo nunca había oído hablar de ninguna regla de oro de la felicidad, ya fuera ésta abundante o escasa. “Es muy sencillo,” me dijo, “uno es todo lo feliz que previamente él mismo se ha propuesto serlo.”
En aquel momento no lo entendí, pero más tarde me di cuenta que es totalmente cierto y hoy le puedo decir que esa sencilla frase fue una de las lecciones más importantes que he aprendido en mi vida. Además contiene en sí misma el primer secreto de la Abundante Felicidad... el poder de tu propia actitud.
El joven escuchaba atento. El Sr. Kesterman continuó:
– Déjeme explicárselo. Como la mayoría de la gente, yo siempre había creído que las cosas eran lo que me Hacía feliz, sin embargo la verdad es que somos nosotros quienes elegimos ser felices. Recuerdo que una vez vi trabajar sobre el escenario a un hipnotizador. Dio una cebolla a los espectadores que previamente había hipnotizado, diciéndoles que era la fruta más deliciosa que jamás habían probado. Todos comieron la cebolla con fruición, saboreando con deleite cada mordisco. Después les dio un melocotón maduro diciéndoles que era un rábano amargo. Al morder el melocotón todos hicieron un gesto de disgusto. La actitud adquirida en estado hipnótico fue lo que determinó sus reacciones, tanto con la cebolla como en el caso del melocotón.
El problema es que en nuestro paso por la vida vamos adquiriendo actitudes negativas y ellas son las que realmente nos hace infelices.
– ¿Qué tipo de actitudes negativas? – le interrumpió el joven.
– Bueno, por ejemplo lo que esperamos de la vida. A mí, por ejemplo, me enseñaron que tenía que esperar siempre lo peor, así nunca me sentiría desilusionado.
– Sí. Eso mismo me enseñaron a mí, y parece lógico – comentó el joven.
– Es una creencia muy común, pero es totalmente falsa y además destruye todos nuestros sueños y nos impide experimentar la felicidad.
– ¿Cómo puede ser eso? – dijo el joven. Si uno espera lo peor y ocurre, no se llevará ninguna desilusión y si no ocurre, se encontrará con una agradable sorpresa. Sin embargo si espera siempre lo mejor es seguro que tendrá que sufrir muchas decepciones.
– Ya sé que así es como parece. Pero le puedo demostrar ahora mismo que si usted espera lo peor, inevitablemente experimentará lo peor y al contrario. Mire a su alrededor, observe esta habitación, y trate de ver cuántos objetos descubre de color marrón.
El joven miró a su alrededor. Había varias cosas marrones: los marcos de los cuadros, el pie de una lámpara, el bastidor de una cortina, libros y otros objetos diversos.
– Ahora cierre los ojos – le dijo el Sr. Kesterman.
El joven cerró los ojos mientras el Sr. Kesterman
Slguió :
– Ahora dígame uno por uno todos los objetos que ha visto en esta habitación, que sean de color... ¡azul!
– No me he dado cuenta de que haya nada azul – dijo el joven sonriendo.
– Abra los ojos y mire a su alrededor – le dijo Kesterman.
Entonces el joven descubrió un jarrón azul, un marco de fotos azul, un dibujo azul en la alfombra, una carpeta azul sobre la mesa, muchos libros azules y hasta el propio Sr. Kesterman llevaba una camisa azul. Cuantas más cosas azules buscaba, más iba encontrado.
– ¡Fíjese todo lo que no vio antes!
– Pero fue una trampa – sonrió el joven –, lo que yo buscaba eran cosas de color marrón, ¡no azules!
– ¡Exactamente! Usted buscó cosas marrones y encontró cosas marrones, sin percibir ni tan siquiera un objeto de color azul. Eso mismo es lo que hacemos en la vida. Usted espera lo peor y encuentra lo peor, perdiéndose todas las cosas buenas. Y a eso es precisamente a lo que le llevan sus expectativas de lo peor... le impiden tomar conciencia de todas las cosas buenas de la vida.
Esta es una de las razones por las que muchas personas ricas y famosas – gente que tiene todo lo que usted se pueda imaginar – se las arreglan para estar todo el tiempo deprimidos, convirtiéndose así en alcohólicos y en adictos a las drogas. Centran su mente en lo que no tienen en lugar de disfrutar todo lo que tienen, por ello sólo “ven” aquello que les falta en su vida. Y así es como crean su propia desgracia.
Y del mismo modo, hay personas que teniendo una vida muy modesta son muy felices, pues enfocan su mente en lo que tienen. Por eso el que ve su vaso medio lleno es más feliz que el que lo ve medio vacío.
Al contrario de lo que la gente cree, todo lo externo – dinero, coches, propiedades, fama y fortuna –, carece de importancia. Nuestra actitud hacia la vida es lo único que determina nuestra felicidad. Por eso para ser felices no necesitamos más dinero ni una casa más grande ni un trabajo mejor, todo lo que tenemos que hacer es cambiar de actitud. Por eso Samuel Johnson escribió: “La fuente de la satisfacción debe surgir de la mente, y quien tenga tan poco conocimiento de la naturaleza humana como para buscar la felicidad cambiando algo que no sea su propia disposición, malgastará su vida en esfuerzos inútiles, multiplicando la aflicción que intenta eliminar.”
– Nunca lo había considerado de ese modo – dijo el joven –, pero parece que tiene sentido.
– Es interesante, ¿no le parece? Ahora vamos a ver lo que generalmente tiende a ocurrir cuando uno espera lo peor – dijo el Sr. Kesterman.
– ¿A qué se refiere?
– Vamos a suponer, por ejemplo, que va usted a dar una conferencia ante cientos de personas. Puede ponerse nervioso y pensar en todo lo peor que le puede ocurrir, por ejemplo, que pierda el hilo y no sepa qué decir, que se ponga a balbucear y a tartamudear y que termine haciendo el ridículo más espantoso ante toda esa gente. Si usted alimenta este tipo de pensamientos, ¿serán de alguna ayuda en la preparación o en cuanto a la motivación necesaria para dar la charla? ¿Le harán sentir más confianza este tipo de pensamientos o le pondrán más nervioso?
– Me pondrían más nervioso – admitió el joven.
– Por supuesto que sí, ¿y a quien no? Pues el mismo principio se aplica a todo cuanto hacemos en esta vida. ¿Quién saltará de la cama por la mañana con más ánimos para enfrentarse a las tareas del día, la persona que espera que durante ese día le ocurra lo peor o quien confía en tener un día fantástico? ¿Cuál de los dos disfrutará más del día?
– Ya veo lo que me quiere decir, pero ¿y cuando las cosas no suceden según nuestras expectativas? ¿Qué ocurre cuando se presentan cosas malas?
– Recuerde la regla de oro: ¡usted es quien elige cómo sentirse! En cada situación de la vida usted puede buscar lo azul o lo marrón. Siempre puede enfocar su mente en el lado bueno de la situación en lugar de centrarse tan sólo en lo que parece malo.
– ¿Y si no hay nada bueno?
– Por supuesto, algunas veces, cuando la tragedia toca nuestras vidas, las semillas de bondad contenidas en ello pueden ser difíciles de ver. Pero una forma de afrontar la tragedia es hallar algo positivo, algo que tenga cierto significado en el dolor que nos aflige. Tal ves una de las mayores tragedias que se nos pueden presentar en esta vida es tener que sufrir la pérdida de un hijo, y en muchos de estos casos, el único modo de poder vencer al dolor es crear algo positivo.
Por ejemplo, una joven madre californiana quedó destrozada al morir su hija de 13 años, víctima de un accidente de tráfico en el que fue atropellada por un coche cuyo conductor estaba ebrio. Cuando la madre descubrió que dicho conductor tenía un abundante historial de accidentes causados tras haber bebido y vio que las leyes existentes eran inadecuadas para proteger al público de este tipo de conductores, inició una campaña a nivel nacional para hacer algo al respecto. Fundó la agrupación ‘Madres Contra Conductores Ebrios,” que influyó notablemente ante el Congreso y fue en gran parte responsable de que se aprobaran más de 950 leyes relacionadas con la conducción en estado de ebriedad. La campaña pronto se extendió a Inglaterra, Canadá y Nueva Zelanda y desde entonces ha salvado miles de vidas humanas. Y todo ello empezó porque una mujer decidió convertir el dolor de su pérdida en algo positivo.
No hay experiencia en esta vida que no venga con un regalo – algo que pueda beneficiar nuestras vidas y las de los demás, solo que tenemos que elegir buscarlo. Por ejemplo, cuando yo conocí al anciano chino me había quedado sin trabajo y todo lo que podía pensar al respecto es que era un fracasado y que nunca encontraría otro trabajo. Sin embargo tras una larga conversación con el chino comencé a entender que el hecho de haberme quedado sin trabajo podía también ser algo muy positivo.
– ¿Cómo puede ser positivo quedarse sin empleo? – preguntó el joven.
– Para empezar, era la oportunidad de comenzar en una nueva profesión, de trabajar en algo en lo que yo realmente creyera – dijo el Sr. Kesterman – así, en lugar de sentirme deprimido por haber perdido mi empleo comencé a sentir-me entusiasmado y optimista. Si de todo lo que hablemos hoy tiene usted que recordar sólo una frase, procure que sea ésta:
Lo que determina nuestros sentimientos sobre los sucesos que ocurren en nuestras vidas no son los propios sucesos, sino el significado que nosotros les demos.
Bajo este punto de vista, el hecho de haber perdido mi empleo suponía la posibilidad de empezar de nuevo, y convertía aquel momento en un punto crucial de mi vida. Si era sincero conmigo mismo, debía admitir que aquél trabajo nunca me había entusiasmado. Simplemente era una forma de ganarme el sustento. Pero ahora tenía la posibilidad de pensar en lo que realmente me gustaría hacer con mi vida. Deseé que mi trabajo tuviera un impacto positivo sobre los demás y que fuera una contribución a la comunidad. Entonces decidí que lo que realmente quería es ser maestro, por lo que poco tiempo después estaba estudiando de nuevo.
Le voy a dar otro ejemplo – dijo el Sr. Kesterman –, imagínese que rompe con su novia. Usted puede decidir pensar que ello significa que no es usted atractivo, que nadie lo puede querer y que jamás encontrará otra novia. Puede pensar que incluso si encuentra otra, no será capaz de mantenerla durante mucho tiempo. Y por el contrario, puede reconsiderar la situación y decidir que el rompimiento con su novia es una oportunidad para poder encontrar a otra mucho mejor, a otra más adecuada para usted. ¿Ya ve? todo depende de la actitud que usted asuma.
La mayoría de las experiencias de esta vida se pueden considerar de modo que tengan un significado positivo. En algunos lugares del mundo, incluso la muerte es un motivo de alegría y de celebración, pues se cree que al morir la persona, su alma vuelve a su verdadero hogar y que todos nos encontraremos con nuestros seres queridos en otro lugar y en otro tiempo.
– Pero no siempre es fácil ver el lado positivo de una situación concreta – insistió el joven.
– ¡No si usted no lo busca! Cuando usted no ve ningún aspecto positivo, generalmente ello significa que no lo ha buscado. También podemos ayudarnos a crear actitudes positivas haciéndonos a nosotros mismos preguntas positivas. En lugar de preguntar: “¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?”, puede uno preguntarse: “¿Qué puedo aprender o cómo puedo beneficiarme con esta experiencia?”
– No estoy seguro de haberlo entendido bien – dijo el joven.
– Durante todo el día nos estamos haciendo preguntas – explicó el Sr. Kesterman – sobre las cosas que vemos, sobre lo que oímos, sobre los olores que percibimos, sobre las cosas que tenemos que hacer, que hemos hecho o que estamos haciendo. Desde que usted se levanta por la mañana hasta que se acuesta por la noche su subconsciente está todo el tiempo haciendo preguntas. De hecho, el proceso del pensamiento no es otra cosa más que una serie de preguntas. Las preguntas generan respuestas y las respuestas producen sentimientos. En consecuencia, si usted se siente infeliz o deprimido, generalmente ello significa que se está haciendo las preguntas equivocadas. Se está usted preguntando qué es lo que no funciona en su vida en lugar de qué es lo que funciona.
La mayoría de la gente cuando deben enfrentarse a una situación difícil se hacen preguntas como: “¿Por qué me ha pasado esto a mí?” o “¿Qué voy a hacer ahora?” Este tipo de preguntas son negativas y debilitantes y producen respuestas negativas y debilitantes que generan sentimientos de autocompasión, desesperación y depresión. Si en lugar de ellas nos hacemos preguntas reforzantes, produciremos unos sentimientos totalmente distintos.
– ¿Cuáles son las preguntas reforzantes? – preguntó el joven.
– Aquéllas que crean sentimientos de fuerza y de esperanza. Por ejemplo, cada vez que me encuentro en una situación difícil, me hago conscientemente tres preguntas muy poderosas que automáticamente cambian el modo en el que veo la situación.
La primera pregunta es: “¿Qué tiene de bueno esta situación?”
– ¿Y si no tiene nada bueno? – interrumpió el joven.
– Entonces me pregunto “¿Qué podría tener de bueno esta situación?” Ve usted, esta pregunta nos fuerza a buscar algún aspecto positivo de la situación e invariablemente encontraremos alguno, del mismo modo que usted sólo vio las cosas azules de esta habitación cuando las buscó directamente.
Este es el significado del dicho de que toda nube tiene un borde plateado y de que todo problema no es más que un regalo disfrazado. Todo puede ser reconsiderado y al hacerlo, se nos presenta la posibilidad de enriquecer nuestras vidas con cada experiencia nueva. Este es el primer secreto de la Abundante Felicidad.
El anciano me dio una lista de personas, todas ellas me enseñaron cosas sobre los secretos de la Abundante Felicidad. Muchas de ellas habían sufrido crisis en sus vidas, pero se elevaron sobre sus problemas porque habían aprendido cómo reconsiderar cada situación con un significado positivo.
La segunda pregunta es: “¿Qué es lo que todavía no es perfecto?” Esta pregunta presupone que las cosas serán perfectas y crea unos sentimientos totalmente diferentes a si preguntamos: “¿Qué es lo que está mal?”
La tercera pregunta es: “¿Qué puedo hacer para que las cosas sean como yo quiero que sean, divirtiéndome mientras lo hago?” Esta pregunta nos ayuda a encontrar aquello que está a nuestro alcance para remediar la situación y al mismo tiempo hace que disfrutemos todo el proceso.
Déjeme darle algunos ejemplos de cómo funcionan estas preguntas. Si al averiarse ayer su coche usted se hubiera preguntado, “¿Qué tiene de bueno esta situación?”, habría llegado a esta respuesta: “Ha sido una gran suerte que no haya provocado ningún accidente” o “¡Qué suerte que en esta autopista hay un servicio de averías!” o “¡Qué suerte que no se me averió el coche en una carretera rural, a muchos kilómetros del pueblo más cercano!”
Luego la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que todavía no está perfecto?” En este caso la respuesta es evidente: “El coche.” Luego la tercera: “¿Qué puedo hacer para remediar la situación pasándolo bien mientras tanto? Tras llamar al servicio de ayuda y mientras llega el mecánico podría utilizar el tiempo en alguna actividad placentera como leer el periódico o un libro o escuchar ese programa de radio que nunca tiene oportunidad de oír. Podría utilizar el tiempo de un modo creativo, planeando sus próximas vacaciones, escribiendo una carta o comenzando a escribir ese libro que siempre quiso escribir (siempre que tuviera papel y lápiz, claro) o simplemente podría recostarse y echar un sueño hasta que llegara el mecánico.
Otro ejemplo: imagínese que está usted deprimido por estar excedido de peso. ¿Qué es lo bueno? Lo bueno es que finalmente ha llegado usted a un punto en el que no se siente a gusto con su peso y por fin decide cambiar. Es muy bueno que haya sido usted consciente de la necesidad de un cambio, pues el exceso de peso aumenta los riesgos de sufrir un infarto. ¿Qué hay que todavía no es perfecto? Su peso y su aspecto. ¿Qué quiere usted hacer para remediar la situación? Aprender qué es lo que causa la obesidad, cambiar sus hábitos alimenticios e iniciar un programa de ejercicios. ¿Cómo puede usted disfrutar mientras adelgaza?
Suscribiéndose a un club de adelgazamiento, donde conocerá a otras personas con el mismo problema o encontrando un deporte o un tipo de ejercicios que le gusten o tal vez incluso bailando, pues el baile es una excelente forma de ejercicio. Descubrirá alimentos sanos y agradables al paladar y disfrutará aprendiendo a cocinar comidas sanas y con poca grasa.
– ¡Es increíble! – dijo el joven. De este modo cualquiera puede conscientemente cambiar sus actitudes esperando lo mejor, centrándose en lo que tiene su vida de bueno y haciéndose las preguntas adecuadas.
– ¡Exactamente! – dijo el Sr. Kesterman – pero lo esencial para crear una actitud sana y feliz ante la vida puede resumirse en una sola palabra: ¡gratitud! Uno de los mayores secretos de la Abundante Felicidad es simplemente cultivar una actitud de gratitud.
– ¿Y cómo se hace eso?
– Busque cosas por las que deba estar agradecido – respondió el Sr. Kesterman. Cada día pregúntese a sí mismo: “¿Qué hay por lo que yo deba estar agradecido?”
– ¿Y si no hay nada por lo que estar agradecido? – insistió el joven.
El Sr. Kesterman lo miró levantando las cejas.
– Hace algunos años visité a un amigo que estaba a punto de morir. Los médicos le habían dado menos de un año de vida. Esperaba encontrarlo muy deprimido pero en lugar de ello lo hallé no sólo contento, sino jubiloso.
– ¿Cómo es posible que alguien que le queda menos de un año de vida estuviera tan contento? – preguntó el joven.
– Eso mismo le pregunté yo: “¿Por qué tan feliz, Jim?”
Y él me respondió: “Porque me he despertado esta mañana y ¡todavía estaba vivo!” Me pareció una respuesta extraordinaria. Si alguien que está a punto de morir encuentra motivos por los que estar agradecido, ¿cuántos más no tendremos todos nosotros?
No importa lo malas que parezcan las circunstancias – continuó el Sr. Kesterman – siempre hay algo, y generalmente son muchas cosas, por las que deberíamos estar agradecidos.
La diferencia entre una persona que vive una vida mágica y otra que vive una vida mundana no está en sus circunstancias, sino en sus actitudes. La actitud es el pincel con el que la mente colorea nuestra vida. Y somos nosotros quienes elegimos los colores.
De vuelta a casa, el joven reflexionaba sobre todo lo que había oído. Empezaba a darse cuenta de que tenía mucho que aprender sobre sí mismo y sobre su propia vida, pero lo más importante es que estaba empezando a comprender por qué durante tanto tiempo se había sentido tan infeliz.
Por la noche, el joven repasó las breves notas que había tomado en su entrevista con el Sr. Kesterman.
El primer secreto de La Abundante Felicidad es el poder de la actitud.
La base de mi felicidad comienza con mi actitud ante la vida.
Soy todo lo feliz que he deseado ser. Desde ahora en adelante desearé ser feliz.
Si espero lo mejor, con mucha frecuencia ¡lo obtendré!
La felicidad es una elección que puedo hacer en cualquier momento y en cualquier lugar.
Toda experiencia puede ser considerada de forma que tenga un significado positivo. Desde ahora, voy a buscar algo positivo en todo y en todos.
En cualquier situación estresante tengo que hacerme estas tres preguntas:
- ¿Qué hay de bueno? o ¿Qué podría haber de bueno?
- ¿Qué es lo que todavía no es perfecto?
- ¿Qué puedo hacer para remediar la situación, pasándolo bien mientras tanto?
La gratitud es la semilla de la Abundante Felicidad. A partir de ahora encontraré cosas por las que sentirme agradecido.
Mis pensamientos son los que me hacen sentirme feliz o desgraciado, no mis circunstancias. Controlo mis pensamientos, por lo tanto, controlo mi felicidad.