El Sexto Secreto: El poder del humor

– Al principio parecerá absurdo que reírse de los problemas pueda ayudar en algo, sin embargo es uno de los modos más efectivos para vencer las situaciones estresantes y para crear felicidad.

Al joven esta frase lo tomó totalmente por sorpresa. El hombre que tenía frente a él era Joseph Hart, de baja estatura pero fornido y como de unos cincuenta y cinco años de edad. El Sr. Hart era taxista y su nombre ocupaba el sexto lugar de la lista.

– Hace diez años – siguió el Sr. Hart – mi negocio se hundió. Todo fue bastante rápido. Perdí mi cliente más importante, algunos deudores liquidaron sus empresas sin pagar lo que me debían y de pronto me hallé sin salida. Ví cómo se perdía todo aquello por lo que había estado trabajando durante tantos años. Todo lo perdí.

Como podrá imaginar me sentí frustrado, triste y muy deprimido. Perdí todo el interés por la vida. Alquilé una habitación en el piso treinta del hotel Hilton, en el centro de la ciudad, y créame o no, estaba decidido a poner fin a mi vida.

El joven escuchaba atentamente el relato del Sr. Hart.

– Estuve sentado sobre el borde la cama una media hora, con la cabeza entre las manos tratando de reunir el coraje suficiente para Llevar a cabo lo que había planeado.

Finalmente me levanté y caminé hacia la terraza. Justo al llegar al borde oí una voz a mi espalda. Me di la vuelta y vi que había entrado un empleado del hotel y que me preguntaba si estaba todo bien. Asentí con la cabeza y él se acercó a la terraza. Me preguntó si deseaba algo y le dije que no.

Observó la vista que desde allí se apreciaba de la ciudad.

Soplaba una fuerte brisa y respiró profundamente.

– ¡Qué día más maravilloso! – dijo.

– ¿Qué tiene de maravilloso? – murmuré yo – y entonces él me dijo algo que me causó el mismo efecto que si me hubieran echado encima un jarro de agua fría.

– Si intenta dejar de vivir unos días, ¡lo averiguará por sí mismo!

Mi tensión era tal que me puse a llorar frente a él. Me preguntó qué me ocurría y le dije que lo había perdido todo.

Me miró como sin entender y dijo:

– ¿Qué quiere usted decir? ¿Ve usted todavía?

– Por supuesto – respondí.

– Bien. Entonces es obvio que todavía tiene sus ojos

– dijo. También puede hablar y oír y parece que también puede caminar, entonces, ¿qué es exactamente lo que ha perdido?

Le dije que había perdido todo mi dinero, que me habían quitado todo cuanto tenía.

¡Ah! – exclamó. ¡Entonces todo lo que ha perdido es su dinero!

Después me echó otro jarro de agua fría diciéndome:

– ¿Quien tiene más, un millonario con cáncer terminal o un hombre sano pero sin un centavo?

Entonces comprendí que tal vez yo había exagerado mis problemas más allá de toda proporción. El empleado me explicó que muchas personas simplemente pierden la perspectiva de sus circunstancias y, con frecuencia, ese es el único motivo de su desgracia.

El hecho de hablar con él no solucionó ninguno de mis problemas, pero me ayudó a verlos de un modo distinto.

Fue suficiente para hacerme pensar de un modo diferente sobre mi existencia y aunque nunca se lo dije, su sencilla sabiduría evitó que aquel día yo me quitase la vida.

Antes de marcharse me dio un lista de personas que según él me podrían ayudar a arreglar mi situación. Pensé que me prestarían dinero pero no fue así, me dieron algo mucho más valioso: los secretos de la Abundante Felicidad.

Y fue mediante esos secretos como gradualmente aprendí a reconstruir mi vida y a crear felicidad para mí mismo. Fueron muchas cosas las que tuve que aprender sobre mí mismo y sobre la vida: la importancia de la fe, de la actitud, de la salud física, del perdón y de las relaciones, pero de todas ellas la que yo más necesitaba aprender era... el poder del humor.

Hasta entonces yo había sido de esas personas que se toman todo con gran seriedad. ¡Y no es fácil ser feliz si uno nunca ríe!

– ¿No es eso poner el carro delante del caballo? – preguntó el joven. Tendemos a reír más y a tomarnos las cosas menos en serio cuando somos felices, pero la risa es una consecuencia de la felicidad, ¡no un medio para conseguirla!

– Tiene usted razón, la risa es un producto de la felicidad, pero también algo que produce una sensación de felicidad. ¿Sabe usted?, el proceso de la risa, y también de la sonrisa, libera en el cerebro ciertas substancias químicas que crean una especie de euforia. Diversas investigaciones han demostrado que al reír el nivel de las hormonas del estress – adrenalina y cortisona – en nuestra sangre baja, y como consecuencia de ello nos sentimos menos ansiosos y menos preocupados.

– ¿Entonces cómo es que muchos de los más grandes comediantes son individuos seriamente depresivos? – preguntó el joven.

– Nadie se deprime por reír demasiado – dijo el Sr.Hart –, lo que ocurre es que mucha gente utiliza instintivamente la risa y el humor como ayudas para afrontar su propia tristeza. Recuerde que el humor es sólo uno de los diez secretos de la Abundante Felicidad. Si queremos crear una felicidad duradera debemos incorporar todos ellos a nuestras vidas. Tratar de ser feliz utilizando tan sólo el poder del humor sería tan inútil como tratar de recuperar la salud solamente haciendo ejercicio, sin preocuparse para nada de la dieta, del descanso, del estress y de todos los demás factores que inciden en nuestra salud.

También se ha demostrado que la risa incrementa nuestro poder de concentración y nuestra capacidad para resolver problemas mentales. Investigadores de la Universidad de Maryland realizaron hace algunos años un experimento muy interesante. Tomaron dos grupos de personas y les dieron tareas semejantes: la solución de una serie de problemas idénticos. La única diferencia entre ambos grupos era que a uno de ellos se le mostró antes un vídeo educativo de 30 minutos de duración, mientras que al otro grupo se le mostró un programa humorístico también de 30 minutos. Por increíble que parezca, quienes habían visto el programa de humor resolvieron los problemas ¡tres veces más rápido que los del otro grupo!

El joven levantó la vista de sus notas:

– Pero cuando alguien tiene un problema o se siente estresado, es muy poco probable que tenga ganas de reír, ¿o no?

– Por supuesto. ¡Pero ese es el asunto! Si lo hiciera, su situación mejoraría. No sólo se sentiría mejor y menos estresado, sino que también tendría más capacidad para resolver sus problemas. ¿Nunca le ha ocurrido enojarse o molestarse por algo y unas semanas después estar riéndose de ello con sus amigos?

– Sí, ¿no nos ocurre a todos?

– ¿Le preocupaba dicha situación cuando se estaba riendo de ella?

– No, por supuesto – sonrío el joven.

– ¡Ese es el asunto! – dijo el Sr. Hart. ¿Cómo podría preocuparle? Entonces, si antes o después nos vamos a reír de los problemas, ¿por qué no hacerlo antes en lugar de después?

– Entiendo lo que quiere decir, pero ¿cómo es posible reír de algo que nos está preocupando o molestando?

– El secreto está en hallar algo de lo que reírse. La mente lo es todo. Elegimos nuestros pensamientos y elegimos en qué nos vamos a concentrar. En lugar de centramos en “¿Qué es lo malo de esta situación?” podemos del mismo modo preguntarnos, “¿Qué tiene de gracioso esta situación?”

– ¿Y si no tiene nada de gracioso? – preguntó el joven.

– Entonces pregúntese: “¿Qué podría tener de gracioso esta situación?” Generalmente en todas las situaciones hay algo de lo que uno se puede reír, sólo es cuestión de buscarlo. Y si no encontrara nada gracioso en dicha situación, piense en otra cosa graciosa, pues por el simple hecho de reírnos, con frecuencia tenemos ya ganada la mitad de la batalla.

– Teóricamente parece lógico, pero en la práctica no siempre es fácil hallar el lado gracioso de todas las situaciones – insistió el joven.

– No todas las situaciones pueden generar risa – aceptó el Sr. Hart,– aunque la mayoría de ellas sí. Pero lo importante es que sólo verá el lado gracioso de una situación si lo busca. Recuerdo algo que me contaron de John Glenn, el primer astronauta norteamericano del proyecto Apolo.

Cuando, el día del lanzamiento, John se disponía a entrar en el cohete, un reportero le preguntó: “John, ¿qué pasará si una vez en el espacio, fallan los motores y no puedes ya volver de regreso a la tierra?” John se giró, miró al reportero y le dijo, “¿Sabes? ¿Eso sí que me echaría a perder el día!”

Dudo que mucha gente haya tenido que pasar por situaciones tan estresantes como la que John Glenn vivía en aquellos momentos. Y probablemente la mayoría de nosotros nunca nos veremos en nada así. Pero si pudiéramos aprender a encarar los obstáculos de la vida con el mismo sentido del humor, seríamos mucho más felices.

Tras concluir felizmente la misión del Apolo, en una conferencia de prensa otro reportero le preguntó a John Glenn qué pensaba mientras estaba entrando de nuevo en la atmósfera de la tierra. “Lo que pensaba al entrar en la atmósfera de la tierra es que la cápsula en la que viajaba había sido fabricada por... ¡la compañía que presentó el presupuesto más bajo!”

Semejante pensamiento puede ser terrible, pero John venció sus miedos sirviéndose de su sentido del humor.

Ello simplemente nos muestra que cualesquiera que sean los retos o los obstáculos con que nos enfrentemos en la vida, lo mejor que podemos hacer es preguntarnos: “¿Qué hay de gracioso en esta situación?” o “¿Qué podría haber de gracioso en ella?”

Un problema que tiene la mayoría de la gente es que se toman la vida demasiado en serio. Si simplemente nos detuviéramos un momento y nos preguntáramos: “¿Se notarán las consecuencias de esto dentro de diez años?”. Si la respuesta es “no,” ello indica que estamos tomando el asunto con demasiada seriedad. Es un poco como la fórmula anti – estress de dos pasos.

– ¿Qué fórmula es esa? – preguntó el joven.

– El primer paso es: no preocuparse por las cosas pequeñas.

El Sr. Hart hizo una pausa.

– ¿Y el segundo paso? – preguntó el joven.

– ¡Recordar que la mayoría de las cosas de esta vida son pequeñas!

Una mujer de 85 años que padecía una enfermedad terminal me entregó esta maravillosa prosa – dijo el Sr. Hart mostrándole un papel, – ¡encierra una gran sabiduría!


“Si tuviera que vivir mi vida otra vez, intentaría cometer más errores. No sería tan perfecta. Descansaría más. Sería más flexible. Me divertiría más de lo que me he divertido en ésta. De hecho, me tomaría muy pocas cosas en serio. Sería más loca. Sería menos higiénica.

Correría más riesgos. Viajaría más. Escalaría más montañas. Me bañaría en más ríos. Iría a más lugares en los que nunca hubiera estado antes. Comería más helados y menos judías.

Tendría más problemas reales, pero menos imaginarios.

¿Sabes? Yo he sido una de esas personas que viven profilácticamente, sana y pulcramente hora tras hora y día tras día. ¡También he tenido mis momentos! pero si pudiera empezar de nuevo, tendría más momentos de esos, momento a momento.

Yo he sido una de esas personas que nunca van a ningún sitio sin un termómetro, una botella de agua caliente, un jarabe para hacer gárgaras, un impermeable y un paracaídas. Si tuviera que vivir de nuevo, la próxima vez mi equipaje sería más ligero.

Si viviese de nuevo en la primavera comenzaría a andar descalza antes y seguiría descalza hasta mucho más avanzado el otoño.

Si pudiera vivir otra vez asistiría a más fiestas, vería más atardeceres y jugaría con más niños.

Pero como ves, no voy a vivir otra vez.”


El joven sonrió mientras lo leía.

– Tiene usted razón, su mensaje es maravilloso. ¿Puedo sacarle una copia?

– ¡Por supuesto! – dijo el Sr. Hart.

– Gracias por compartir todo esto conmigo. Me ha dado usted mucho sobre lo que tengo que pensar.

– Me alegro de haber sido de alguna ayuda – dijo el Sr. Hart. Pero antes de irse, ¿sabe usted cual era para George Burns el secreto de la felicidad?

– No.

– ¿El secreto de la felicidad? Muy sencillo – dijo Burns cuando le preguntaron –, un buen puro, una buena comida y una buena mujer – ¡o una mala, según la cantidad de felicidad que uno pueda aguantar!

Caminando ya hacia la puerta, el joven se volvió hacia el Sr. Hart.

– No me ha dicho usted como conoció al anciano chino que me dio su nombre.

El Sr. Hart sonrió.

– ¿No se lo he dicho? Era el empleado del hotel. Aquel día no le dije lo que tenía planeado hacer. A la mañana siguiente fui hasta la recepción para darle las gracias y decirle lo mucho que me había ayudado, pero allí nadie lo conocía.

– ¿Entonces nunca volvió a saber de él? – preguntó el joven.

– No, nunca – dijo el Sr. Hart con una sonrisa, – pero estoy seguro que él sí sabe de mí. Le dio mi nombre y mi teléfono, ¿no?

Aquella noche, el joven, antes de acostarse repasó sus notas.

El sexo secreto de la Abundante Felicidad es: el poder del humor.

El humor alivia es estress y crea sentimientos de felicidad.

La risa incrementa nuestro poder de concentración y aumenta nuestra capacidad para resolver problemas.

En cualquier experiencia, si buscas el lado gracioso, es casi seguro que lo encontrarás.

En lugar de centrarme en lo que una situación parece tener de malo, debo buscar su lado gracioso.

Seguir siempre la fórmula anti – estress de dos pasos:

  1. No preocuparse por las cosas pequeñas
  2. Recordar que la mayoría de las cosas.. ¡son pequeñas!