Epílogo

El joven sintió en su frente las primeras gotas de lluvia, mientras caminaba hacia su coche. Unos minutos después la tormenta descargaba toda su fuerza. Los truenos y los relámpagos precedieron a una lluvia torrencial, que golpeaba violentamente los cristales del coche. A su mente vino aquélla otra tarde, poco más de un año atrás, en la que se encontró con el anciano chino. Recordó lo desgraciado que aquél día se había sentido y sonrió al imaginarse a sí mismo caminando de vuelta hacia el coche, bajo el viento y la lluvia, sin pensar que iba a conocer a un misterioso ser que cambiaría su vida para siempre.

Desde entonces la vida del joven había cambiado de un modo impresionante. Ahora tenía mucha más energía y era más feliz de lo que nunca antes había soñado. Los demás también se daban cuenta, pues sus ojos brillaban de un modo diferente, su paso era más alegre y con mucha más frecuencia que antes, en sus labios asomaba una sonrisa. Sin embargo seguía con el mismo trabajo, tenía el mismo coche y se veía con los mismos amigos de antes. Sólo una cosa había cambiado en su vida y esa cosa era... él mismo.

La gente solía preguntarle por qué estaba siempre tan animado. En tales ocasiones él les relataba su encuentro con el anciano chino y su aprendizaje de los secretos de la Abundante Felicidad. Siempre hallaba un gran placer en compartir con otros lo que él había aprendido, pues sabía que ello tendría un efecto positivo en sus vidas, al igual que lo había tenido en la suya. En más de una ocasión le sugirieron que escribiera un libro contando su historia.

De pronto oyó una fuerte explosión y de la parte delantera del coche comenzó a salir un humo denso. El joven logró llevar el vehículo a un lado de la carretera, luego salió y caminó dos kilómetros y medio hasta el teléfono de ser-vicio más cercano.

Mientras volvía hacia el coche para esperar al mecánico no pudo evitar sonreír para sus adentros. Sentía una gran emoción al pensar que tal vez cuando llegase se encontraría al anciano chino apoyado en su coche, esperándolo, como había ocurrido un año atrás. Estaba ilusionado y ansioso por agradecerle al anciano su ayuda y por contarle cómo los secretos de la Abundante Felicidad habían cambiado su vida. Pero no pudo ser, el anciano no estaba allí.

El joven dio la vuelta al coche y cuando iba a introducir la llave en la cerradura algo le llamó la atención: en el suelo había un objeto de un color amarillo brillante. Se agacho para recogerlo y con gran sorpresa vio que se trataba de... ¡una gorra de beisbol!

Ya sentado en el interior, mientras esperaba al mecánico un pensamiento le vino a la mente. Tomó un lápiz, abrió su cuaderno de notas y se puso a escribir: “Todo comenzó una fría y húmeda tarde del mes de Octubre...”