Conclusión

Llegará el momento en que, a consecuencia de practicar este método, nada ni nadie nos causará malestar. Entonces seremos libres y sabremos lo que es sentirse sano. Comenzará una nueva etapa en la que el sufrimiento, para nosotros, se habrá transformado en algo mucho más liviano como es el mero dolor: dolor por el sufrimiento ajeno, compasión por los males que azotan al mundo. Y desde ese nuestro nuevo estado pacifico y equilibrado podremos expandirnos en una continua posición de canalización energética para la sanación del planeta y todos los seres que lo habitan; observando y aceptando sin juzgar ni catalogar, –las acciones de los seres humanos que aun no han descubierto que se puede vivir de otra manera– sólo como espectadores tolerantes, comprensivos, compasivos y activos.

Apoyándonos en el axioma de que todo lo que se recibe es para dar, –como dicen de los manuscritos de Geenom– es fácil comprender que nos podemos “limpiar” de todo sufrimiento “dando” y haciendo que fluya, precisamente aquello que constantemente recibimos sin restricción alguna y que como ya he explicado es la Energía Divina del Amor. Estaremos contentos, seremos útiles y encontraremos el motivo de estar aquí ahora, en este preciso momento en el que el planeta atraviesa una etapa tan decisiva.

Observaremos también que al estar fluyendo en la Energía creadora universal, nos estaremos moviendo en la excelencia y, por ello, el Universo nos facilitará continuamente el apropiado camino para seguir adelante a pesar de las dificultades, pues éstas, ya lo sabemos, son sólo una creación nuestra desde un nivel de consciencia al que no tenemos acceso, y tienen la única intención de descubrirnos el verdadero sentido del Amor y una vez encontrado ese sentido, el sendero se allana cada vez más para facilitarnos el progreso. Comprobaremos que aunque se nos presenten situaciones aparentemente perjudiciales, si estamos seguros de haber vislumbrado el verdadero camino hacia nuestro logro supremo, –y eso, interiormente, uno siempre lo sabe– no debemos dudar que esas situaciones se presentan, precisamente, porque tendremos que cambiar de dirección o por cualquier otra causa necesaria para continuar en la correcta trayectoria.

Necesitamos escuchar esa voz que, desde muy adentro, nos dice que no hemos venido aquí solamente para vivir y morir, si no que, además, somos importantes. Hemos de encontrar también la confirmación interior de que venimos con el propósito de aportar una contribución a esta Tierra durante nuestra estancia en ella y de que podemos efectuarla a través de nosotros mismos, donde quiera que nos encontremos, incluso sin aparentes lucimientos; haciendo lo mismo que hacemos ahora cada día, pero fluyendo continuamente –en fusión– con todo lo creado, sabiéndonos de utilidad para nosotros, para los que nos rodean y para el conjunto. Al entrar en contacto con ese propósito daremos respuesta a nuestras preguntas más existencialistas.

Es evidente que la humanidad está atravesando un cambio profundo y hemos de participar en él para que el mismo se produzca con celeridad y acierto.

No estamos condenados a la infelicidad, esta vida no es un valle de lágrimas como nos ha hecho creer, ni estamos expiando errores del pasado. Podemos hacer que la historia cambie su curso y tenemos que hacerlo desde nuestro corazón, irradiando hacia fuera nuestros progresos y lo más hermoso que hay en nosotros.

Tenemos que romper las ataduras de nuestros estrictos posicionamientos para no delimitar nuestro enfoque y poder vislumbrar el campo de nuestras infinitas posibilidades.

Tenemos que utilizar el discernimiento para encontrar la luz y no para movernos en el circulo vicioso emocional. De esta manera surgirá la mutación imprescindible para subir el peldaño que esta humanidad necesita dar para no perecer.

Tenemos que empezar ahora mismo a desembarazarnos del sufrimiento reconociendo que éste no es ningún castigo, sino un medio para, precisamente, liberarnos de él para siempre.

Podemos y debemos comenzar el transito hacia nuestra iluminación ¡ya!. En este instante disponemos de todo lo necesario para ponernos manos a la obra: el conocimiento de cómo somos dominados por nuestras emociones, la colaboración de la Energía Divina puesta a nuestra disposición para desactivar ese dominio y el poder de nuestra mente para acometer esa labor.

La desaparición de los obstáculos irán dejando paso a un estado apacible y nuevo de totalidad, en el que no falta nada, en el que sentimos que todos los elementos están colocados en su sitio justo. Ese es el estado de armonía y equilibrio mental físico y emocional al que todos debemos aspirar. Desde él podremos prestar atención a las indicaciones que sobre la Verdad estamos recibiendo continuamente en el hemisferio derecho de nuestro cerebro y que no podemos atender cuando la mente limitada está excesivamente ocupada con las emociones.

Somos estupendos espejos unos de otros, magníficos maestros unos de otros y podemos hacer uso de ello mostrándonos ante los demás –sin explicaciones– con nuestra renovada imagen. Cuando ellos presencien nuestra trasformación querrán parecerse a nosotros...; investigarán, averiguarán y encontrarán “su camino”. No hace falta que vayamos por ahí tratando de convencer a nadie para que practique esta u otra técnica, –aunque debemos enseñársela siempre que lo deseemos– la mejor propaganda será que nos vean y anhelen sentirse tan bien como nosotros demostraremos estar por nuestros progresos.

Vuelvo a repetir que todos los conceptos que engrosan este volumen son innecesarios, sólo sirven para dar respuestas a esa mente lineal y limitada de la que debemos alejarnos. Lo único verdaderamente importante es aprender la técnica y sobre todo, practicarla. Toda la comprensión y sabiduría a la que debemos aspirar, nos llegará después de la aplicarla. Pues la alquimia se produce con la voluntad de derramar Amor sobre la materia, y eso, todos podemos hacerlo.

Aunque todos somos, en cierta medida, ilimitados, este es el tiempo de los que consideremos la posibilidad de serlo, de los que nos sintamos nuestros propios maestros, de los que creamos que podemos despojarnos de las cargas emocionales que nos limitan, de los que nos sintamos dignos de comunicarnos con nuestra verdadera esencia y alcanzar el poder necesario para, primero, elevarnos sobre el sufrimiento y más tarde colaborar en sacar al planeta del estado de precariedad en que se encuentra.

Cuando se está en el camino del Amor incondicional, de la aceptación y de la entrega, no hay elecciones erróneas. Aquello que elijamos nos conducirá a la información y realización acertada y no tendremos ninguna duda de ello.

Conozco informaciones que abogan por la existencia vidas pasadas, que dicen que somos una chispa divina que se reencarna una y otra vez y que hemos venido, en este preciso momento, de la historia de la Tierra, a dar un salto evolutivo. Pero yo, independientemente de lo que pueda o no sentir al respecto, no puedo afirmar ni negar nada en cuanto a esas teorías. Yo solamente hablo de lo que experimento personal y conscientemente, pues nunca me he comunicado con entidades distintas a las humanas de este planeta, aunque conozca y respete enormemente esa información, por la ayuda que me ha proporcionado en momentos de estancamiento.

Ahora ya no me ocupo en tratar de comprender la dimensión de Dios o del ser humano, como hacía en el pasado. Supongo que esos conceptos están muy por encima de mi capacidad de comprensión actual. Ya no busco respuestas fuera de mí. Prefiero dedicarme a observar y dejar que todo se me explique por si solo a medida que mi mente se vaya expandiendo. Ya no pretendo “comprender” con el restringido mecanismo de mi torpe razonamiento. Permito que el conocimiento se me vaya presentando e integrando, y así, sin esfuerzo, voy avanzando. Y advierto mis progresos observando a los demás plantearse interrogantes, y sorprendiéndome a mí misma en posesión de respuestas que a mí me dejan del todo satisfecha. Sin embargo sé que esas son “mis respuestas”, las que a mí me sirven, pero que quizá no sean las de ellos, ya que cada uno ha de hallar las suyas propias. Pero al no haberme esforzado mentalmente para obtener esos progresos, no le doy mayor importancia, me parecen algo natural; la consecuencia de hallarme en la realización correcta.

Las palabras difícil y debería no han de formar parte de nuestro vocabulario porque en cuanto las pronunciamos nuestra mente, de alguna manera, recoge la orden de que aquello que es “difícil” no es para nosotros; no podremos realizarlo y aquello que “deberíamos” hacer, podríamos hacerlo pero no lo haremos. Por eso, es mejor conscienciarse de que todo es cuestión de dedicación y no de dificultad. Más o menos dedicación, en la que habrá que emplear más o menos tiempo. Así cualquier reto nos parecerá realizable y decidiremos iniciarlo, o no, libremente, con lo cual ampliaremos mucho el campo de nuestras posibilidades de realización.

Este método es muy simple, pues para utilizar la Energía, nuestra atención e intención serán suficiente. No habrá que luchar, ni ayunar, ni rezar, ni renunciar a nada, ni intentar ser buenos o perfectos, ni aferrarnos a nada concreto. Pues somos perfectos cuando nos permitimos “ser” quienes realmente somos. Sólo hemos de consentirnos utilizar los dones que se nos han dado. Debemos saber que podemos sintonizar con una frecuencia superior desde la que podremos reconocer lo que es bueno para “el Todo”, no sólo bueno para el individuo. Entonces nos fusionamos realmente.

Mientras estemos dedicando tiempo a tratar de “comprender” lo que nos sucede y los motivos que han contribuido a formar nuestro cuerpo emocional, con nuestra limitada mente lineal y limitada, lo estaremos perdiendo para tratarnos y alcanzar lo antes posible la iluminación que expandirá nuestra consciencia y aumentará las capacidades que nos lleven a la sanación individual y planetaria.

Este es el tiempo de los trabajos rápidos. Los lentos y tediosos métodos de búsqueda se han quedado obsoletos. El planeta tiene mucha prisa y por eso no podemos esperar a que la comprensión llegue por el raciocinio. Ahora el intelecto lo necesitamos, también, para aceptar que la intuición puede llevarnos hacia el punto de luz que una gran mayoría ya estamos vislumbrando, aunque los espejismos del miedo, la duda y las resistencias nos pongan la zancadilla.

Hemos de transitar por el camino más corto y con las herramientas más simples. La época en la que, tanto filósofos como monjes, se pasaban la vida entera razonando, meditando, purificándose, aprendiendo metodologías ocultas, etc. para encontrar el motivo y la finalidad de la existencia, se ha quedado obsoleta.

Ha llegado el momento de la transición y ya no podemos “marear la perdiz” filosofando o dudando. Ni todas las terapias, ni todos los cursos, ni todas las religiones, ni todos los libros, ni la entera información sobre mística o metafísica existente; ni todos los médicos del cielo o de la tierra nos servirán de nada si no “cogemos el toro por los cuernos”, decimos ¡SÍ! y hacemos el trabajo que, en el interior de nuestra alma, sabemos que hay que hacer. Cada uno consigo mismo, por el medio más rápido que conozca o se le ocurra, pero ¡ya!

No se trata de tener que darse prisa para ser mejor o de tener que arreglar una cosa para poder llegar a obtener otra... Estamos hablando de iluminación. Cuando empezamos a iluminarnos sentimos que la perfección es hallarse inmerso en el Todo. Si mantenemos la atención fija en esa idea, podremos encontrarnos en medio de cualquier caos y sentirnos siempre dentro del equilibrio cósmico.

La Verdad es la verdad independientemente de lo que decidamos creer. Y esa Verdad me dice que estamos formando parte de todo lo que existe, tanto si se trata de un asesino, como del ser que más amamos, del mar, de la selva o las nubes. Cuando finalmente nos abrimos a esta realidad podemos expandirnos y sanarnos. Lo que nos produce sufrimiento es la segregación y la atención en lo trivial, que bloquea la libre circulación energética.

Podemos aprender a experimentar la totalidad canalizando Energía a través de nuestro cuerpo físico y así comprender la conexión con la fuerza divina, en lugar de seguir fomentando la idea de que Dios está ahí fuera separado de nosotros. Cuando experimentamos este concepto empezamos a transformarnos.

Hay personas que se pierden en lo que interpretan como la misión de sus vidas, cuando probablemente lo único que están haciendo es alimentar su cuerpo emocional. Mi objetivo prioritario debe ser la eliminación total del sufrimiento para entrar en el estado de serenidad y equilibrio imprescindible desde el que poder realizar nuestra autentica la misión. Si es que la tenemos, porque incluso puede ser que la única misión consista, precisamente, en llegar a ese ansiado estado carente de pasiones.

No estoy de acuerdo con la frase: «es mejor perderse por pasión que perder la pasión» y sí con esta otra que dice: «las personas que están demasiado ocupadas en hacer el bien no tienen tiempo para ser buenos». Y es que “ser” lo que somos debe convertirse en nuestra meta primera, para desde ahí “hacer” lo que sea necesario. Pero mientras la acción hacia fuera provenga de un enfoque de búsqueda del “ser”, combinada con la ignorada presión del cuerpo emocional, los resultados, aunque externamente parezcan acertados, al individuo, interiormente, les resultarán frustrantes e insatisfactorios, viéndose obligado a razonamientos de autojustificación. Esto como mucho, servirá de lección y estará bien para eso, pero harán falta infinidad de lecciones. Sin embargo, podemos tomar un atajo y eso es lo que sugiero con este método.

Da igual que no podamos comprender cómo funciona la Energía, ni la mente, ni el cuerpo emocional. Permitamos escuchar ese “impulso interior”, que no sabe de razonamientos y hagamos oídos sordos a la mente limitada que está dominada por las emociones y que se resiste al cambio.

Me he sentido en la obligación de dar forma a este método por si a alguien puede serle de utilidad. Sin embargo me siento muy limitada por las palabras. Las palabras son una traducción inexacta de un razonamiento, de una convicción, de una idea, de una creencia... Pero ninguna de estas cosas son la Verdad. Lo que se precisa para llegar a la Verdad se aleja mucho de cualquier concepto y todos nosotros, sin excepción alguna, tenemos la posibilidad de acceder a esa Verdad. Mi intención es contribuir a facilitar ese camino de acceso.