El amor

Los indios hopi, que han llamado a la lluvia desde hace 4000 años, tienen una expresión que dice: “cuando el corazón es puro, llueve”.

Ya he mencionado que no estaremos amando más por sufrir con el que sufre y llorar con el que llora. Amaremos más cuando sintamos que estamos haciendo algo por los que sufren. Estaremos amando también cuando aceptemos que las situaciones conflictivas que nos causan sufrimiento tienen una razón de ser aunque no podamos comprenderlo, y que se nos presentan, precisamente, para que las transcendamos, nos equilibremos y podamos salir de esa rueda de energía desequilibradora e introducirnos en la de la plenitud y el amor, contribuyendo, con nuestra aportación, a que esa Energía sanadora y creadora de todo bien, que es el Amor, fluya adecuadamente a través nuestro pudiendo ser expandida hacia fuera.

Frecuentemente confundimos Amor con pasión, siendo éstas, sin embargo, dos palabras antagónicas. Amor significa dar sin esperar recompensa de ninguna clase; ser generoso y tolerante, incluyéndose en estos dos adjetivos, todos los demás sinónimos que se nos puedan ocurrir. Por el contrario, la pasión, que es consecuencia del miedo y la inseguridad solapados en nuestro interior, conlleva una doble intencionalidad como resultado de una necesidad íntima de ser amados.

A lo que me refiero cuando hablo de Energía de Amor, es a la Fuente de Energía Divina, creadora de vida, que mueve el mundo. Aprender a reconocer esta Energía en nosotros es fundamental para poder tratarnos y sanarnos a través de ella. Y aunque conceptuarla es imposible, yo lo definiría como una indescriptible sensación de placentera plenitud.

Energía de Amor

A continuación sugiero un método para aprender a identificarla:

Nos situamos en un estado mental y físico de tranquilidad, hacemos unas respiraciones conscientes, pedimos varias veces que nuestra boca se llene de saliva y esperamos a notar nuestra boca ensalivada.

Cuando creamos haber alcanzado un considerable estado de paz, evocaremos una escena de nuestra vida en la que hayamos tenido una sensación de un infinito bienestar, sin importar que no la sepamos definir con palabras. Será como percibir que los “infinitos elementos”, por un instante, se colocan en su sitio justo para que la perfección se establezca, estando uno mismo fusionado en ese fastuoso “Todo”. Podemos haberlo sentido mirando el mar, manteniendo un cachorro en los brazos, escuchando música, oliendo una flor, viendo a una madre amantar a su niño, mirando a los ojos de alguien... Seguro que encontramos algún recuerdo así en nuestra memoria. Pues bien, se trata de recoger esa percepción y prolongarla en nuestra mente todo el tiempo que nos sea posible, cuanto más mejor. Hemos de hacer esto tantas veces como lo creamos necesario hasta que esa sensación esté tan grabada en nuestra mente que podamos conseguir traerla al presente en cualquier momento y situación en que nos lo propongamos.

Cuando se desconoce el verdadero significado de la palabra Amor, nos es imposible, lógicamente, utilizar su beneficioso poder. Porque ¿cómo podría amarme a mí mismo o a otra persona adecuadamente si interpreto que amarse es protegerse contra la infinidad de causas externas que percibo como agresiones? ¿Cómo podré enviarme a mí mismo ese poderoso flujo energético si no he aprendido a reconocer esa Energía? Y ¿cómo sabré amar al prójimo si creo que amar es esperar que los demás actúen como yo quiero, espero o necesito? Por eso para conocer, comprender y poder compartir esa clase de Amor, primero hemos de saber identificar la impresión que esa energía produce. Sólo cuando uno sabe que lo que está sintiendo, en un momento determinado, es lo mejor que puede sentir, desea que “eso” sea lo que quiere contribuir a crear para sí mismo, para los demás y para el conjunto.

Esta clase de Amor es pura fuerza transmutadora de sufrimiento, y esto lo comprobamos en cuanto empezamos a utilizarla para transformar las emociones nocivas, pues conseguiremos elevarnos a un nivel energético superior al del conflicto.

El verdadero Amor produce una sensación indescriptible de serena libertad y bienestar, en la que no hay espacio para la culpa y sí para merecer vivir en la excelencia, fusionados con todo lo creado.

Pero a consecuencia de un erróneo proceso educacional, caemos en la equivocación de confundir el concepto e interpretar que amar es “necesitar” a alguien, «le amo tanto que si me faltara me moriría» se oye frecuentemente. Pero eso no es Amor, sino un síntoma de que la presión de nuestras emociones nos mantiene atrapados y enganchados a situaciones y a personas como si éstas fueran nuestra tabla de salvación.

Sin embargo, cuando nos instalarnos en la consciencia de estar recibiendo, canalizando sin obstrucción y proyectando hacia fuera –más adelante aprenderemos a hacerlo– la Energía creadora del Universo y enriqueciéndola con nuestra mejor intención, nos sentimos completos, viviendo en un intercambio energético y armónico con todos y todo lo que nos rodea, que habrá pasado a formar parte de nosotros, aunque sin pertenecernos.

El verdadero Amor produce una sensación indescriptible de serena libertad y bienestar, en la que no hay espacio para la culpa y sí para merecer vivir en la excelencia, fusionados con todo lo creado.

El Amor del que estamos hablando es una Energía que nunca puede dañarnos. Es una tergiversación la creencia de que se sufre por Amor. Cuando creemos que sufrimos por esta causa nos estamos engañando. Sufrimos porque ignoramos el auténtico significado del Amor.

Aquí aprenderemos que “Amor” es también una Energía que siempre está entrando por la parte superior de nuestra cabeza, y cuando nos hacemos conscientes de ello y ejercitamos la manera de darle la dirección adecuada en cada momento, esta inagotable Energía fluirá por nosotros continuamente sin bloqueos, haciendo transmutar con su flujo y nuestra intencionalidad cualquier posible negatividad. Para que esta Energía nos limpie de las emociones negativas, que son la fuente de nuestro sufrimiento, tendremos que dirigirla, precisamente, hacia las personas que más nos desagradan –o cuando hay conflicto con los más allegados– aunque las resistencias, como veremos en el capitulo correspondiente, nos presionen tenazmente para intentar impedirnos esta realización y no podamos comprender cómo puede hacernos tanto bien efectuar algo que nos produce tal rechazo. Pero eso ya lo veremos en los capítulos de las resistencias y la técnica.

Cuando nos instalamos en la firme consciencia de la Energía del Amor, ésta inunda nuestra existencia de tal manera que se convertirá en cotidiano el sentimiento placentero de estar constantemente amando a todo y a todos. Se acabo la soledad, la tristeza, la culpabilidad, el miedo, la segregación... porque si estamos conscientemente inmersos en el torrente de Energía creadora del “Todo”, estaremos co-creando con la propia creación; y cuando se está colaborando en la facilitación de ese flujo en lugar de estar bloqueándolo, no se puede, lógicamente, recibir otra cosa que no sea más de lo mismo: Amor.

Todos albergamos en nuestro interior, sin saberlo, a un victimario; motivo por el cual rechazamos tanto al “malo de la película” que es tan digno de ser amado como la victima. Cuando a base de efectuar tratamientos con la Energía del Amor, conseguimos amar por igual a cualquier ser humano, entramos en un espacio donde el sentimiento hacia cualquiera que sufre será de compasión y no de partidismo. No existen los buenos y los malos. En cada uno de nosotros hay un campo muy potente de energía emocional que domina a la mente lineal y que nos arrastra sin que seamos capaces de impedirlo. Toda conducta destructiva es producto del miedo incontrolable. Y de esto todos sabemos lo suficiente, porque a todos, en alguna medida, nos es imposible dominar el miedo. La gente merece saber que no importa cualquier cosa que haya o no haya hecho; en cualquier caso siempre es digna del Amor.

El miedo se encuentra siempre detrás de nuestros peores instintos y no solamente en situaciones puntuales, sino mantenidas, incluso a nuestro pesar. Un claro ejemplo podría ser el racismo, que es un sentimiento de miedo ante la posibilidad de ser invadido o perjudicado socialmente. Miedo que se transforma en ira para poder dar salida a la angustia que esa idea puede producirnos. Y es un sentimiento muy lógico, una autodefensa primaria, un mecanismo natural de protección; pues ante el miedo, la respuesta lógica sería la huída, pero cuando no podemos huir, entonces tendremos que atacar y nuestra valiosa mente nos prepara para ello aunque conscientemente digamos: no.

Cuando contemplamos desde fuera esas actitudes, por otra parte, “tan humanas” de agresividad, sólo nos fijamos en el sufrimiento de las victimas que aparecen con claridad ante nosotros; pero, sin embargo ignoramos el sufrimiento de “la otra víctima”, la que actúa impulsada por su incontrolable y oculta emoción. Esos enjuiciamientos internos nos causan mucho más daño del que imaginamos. Porque al tomar parte por “la victima” caemos en el odio hacia el victimario, y ese odio contiene una emoción de la misma índole que la que siente este último, y de esa manera nos sumergimos, inconscientemente, en esa energía y no en la del Amor.

Al trabajar con la Energía del Amor estas dualidades dejan de producirse y nos moveremos en un plano en el que formaremos parte de un Todo donde compadeceremos tanto a la victima como a su agresor porque ambos son seres humanos que están sufriendo.

Las adversidades que se nos presentan en la vida tienen la intención de servirnos de guía para descubrir nuestra capacidad de amar. Las fatalidades no son un castigo, sino una oportunidad para hacernos descubrir la Verdad. Experimentamos todas esas cosas para que tenga lugar nuestro crecimiento.

No podemos cambiar a los demás, ni los acontecimientos contradictorios que nos suceden tanto a nosotros como a nuestros seres queridos o al resto de las personas e incluso al planeta, pero sí podemos transformar lo que estos nos hacen sentir. La vida con todos sus momentos de alegría y tristeza, de esperanza y miedo, es sólo una oportunidad para conocer el Amor; y después de ello, vivir siempre en Él. Porque allí donde está el Amor, está el autentico ser humano y está Dios.

Vemos reflejada la palabra amor por todas partes, pero nadie nos ha enseñado su autentico significado y qué podemos hacer para vivir inmersos en Él. Se nos invita a ser generosos, compasivos, entregados etc. y es cierto que todo eso es imprescindible pero, ¿cómo puedo amar a algo o a alguien que por unos condicionantes internos, que no puedo controlar, rechazo enérgicamente? Con este método encontramos la respuesta. Y será la verdadera respuesta, porque será la nuestra. Lo que obtenemos con este método es personal e intransferible, ni siquiera podemos explicarlo porque responde solamente a nuestras propias interrogantes y cada uno tiene las suyas.

Es indiscutible que existe una clase de Energía –a la que aquí estamos denominando de Amor– que nos está impactando continuamente, pues de otra manera no podríamos mantenernos con vida. Cada uno de nosotros está, aunque no seamos conscientes de ello, movilizando esa Energía con todo lo que hace: pensamientos, forma de alimentarse, actitudes...

Cualquiera de las acciones que realizamos cotidianamente afecta a nuestro cuerpo energético y eso tiene repercusión en el entorno.

Es curioso que los seres humanos aceptemos fácilmente como verdad, el mundo ilusorio de nuestros pensamientos y, sin embargo, creemos tantos obstáculos a la hora de admitir las autenticas verdades. Y es que tendemos a complicar la simplicidad porque queremos comprenderlo todo. No nos contentamos con intuir lo que es Verdad, además nos sentimos obligados a darle una explicación. Pero como la Verdad proviene de una mente muy superior a la nuestra, sobrepasa nuestra capacidad de comprensión y, al no entenderla, la arrinconamos. Esto tiene el peligro de hacernos caer en el estancamiento de la búsqueda y ésta es imprescindible para que el ser humano siga investigando y progresando, y pueda salirse de la rigidez que le obliga a aceptar como verdad solamente aquello que puede ser demostrado científicamente.

Nos queda mucho progreso por delante hasta poder demostrar la Verdad. Todavía no podemos explicar ni comprender muchas de las cosas que debemos aceptar como verdades y este es el caso de las energías sutiles. Debemos admitirlas porque están ahí y cada uno de nosotros puede comprobarlo, y aunque aun no se pueda demostrar cómo funcionan exactamente, podemos utilizarlas –y eso sí debemos demostrárnoslo, cada uno, a nosotros mismos, para poder creer en ello– para seguir evolucionando ya que ése es, precisamente, el motivo de nuestra existencia, tanto individual como colectiva.

Si leyendo este libro intuís que el método que presento contiene alguna verdad que pueda contribuir a vuestra evolución personal, por favor agarradla y no permitáis que se os escape; practicadla una y otra vez y comprobaréis cómo se alivian hasta desaparecer todos vuestros sufrimientos. Así podréis entrar en una nueva manera de concebir la vida, donde el miedo deja paso a la libertad; la ira a la calma; la tristeza al simple dolor, (nunca al sufrimiento) y la serenidad se convierte en el estado habitual. En esta situación, la enfermedad se disipa, el periodo de vida se prolonga y las posibilidades de creatividad y realización se hacen infinitas. Pues cualquier dolencia es consecuencia de un desequilibrio energético que está ejerciendo su influencia en la bioquímica del cuerpo.

Dice el Dr. Escudero:

«El Amor produce, igual que cualquier pensamiento positivo, una respuesta biológica armónica positiva que nos hace sintonizar con todo lo bueno que necesitamos. El Amor, en el ser humano, es una necesidad biológica, la mejor medicina preventiva que existe.»