Después de muchos años de "imprescindible búsqueda", por fin hoy disfruto del estado de paz y equilibrio interior por el que tanto he luchado y por el que –para mantenerlo y a ser posible aumentarlo– sigo esforzándome continuamente.
Y digo imprescindible búsqueda porque no he tenido otra opción: o seguía indagando o me sumergía en la apatía, en la desesperación o, lo que es peor, en el desequilibrio mental. Varias veces estuve al borde de la demencia y otras muchas, inmersa en la confusión y la desesperanza. Y en los momentos más difíciles siempre llegó a mis manos el libro apropiado. Gracias a la “mano invisible” que me lo hacía encontrar, a las personas que lo escribieron y a mi empeño por librarme del sufrimiento, pude continuar y llegar al estado que me ha permitido elaborar la técnica que ahora presento y que es una mezcla de todo el bagaje que durante los últimos treinta años he adquirido.
Durante mucho tiempo he tenido dificultades –y aun las tengo– con el apego. Me resultaba tremendamente trabajoso desprenderme mental y físicamente tanto de las cosas materiales como de las personas o las situaciones en las que me encontraba cómoda. Y aun comprendiendo que el desapego era imprescindible para mi evolución, un miedo irracional me mantenía “enganchada” a la seguridad que me producía el creerme protegida por causas ajenas a mi propia entidad como persona. Me había aprendido muy bien la teoría de que nuestra seguridad solamente depende de nuestro reforzamiento interno y de nuestra conexión con lo divino; pero ni el esfuerzo que hacía para integrar en mí dichos conceptos, ni las técnicas que conocía, me eran suficientes para acelerar mi proceso de desapego.
Además, a medida que fui conociéndome mejor, descubrí otra forma de apego que se relacionaba directamente con el ego. Necesitaba producir en los demás un determinado efecto que me obligaba a comportarme contradictoriamente con lo que en realidad sentía o deseaba. Me resultaba demasiado gratificante ser admirada y necesitada, con lo cual mi actos estaban siempre mediatizados por los efectos que deseaba obtener.
Sin embargo, hoy me siento como nunca imaginé. Y es que un estado equilibrado de serenidad no se parece en nada a los extremos polares de depresión y euforia en los que me movía en el pasado y, como es lógico, desde ellos nunca había podido tener acceso a la verdadera armonía que he logrado conocer a base de ser consciente de mis pensamientos y emociones.
En este momento el Universo me ofrece la oportunidad, por tener tiempo disponible, de compartir con los demás las enseñanzas que he llegado a integrar en mí. Además, mi intuición me dice que debo escribir este método de trabajo personal por si a alguien pudiera serle de utilidad. Espero haber suplido mis carencias literarias con la intencionalidad que me mueve el hacerlo. Pues la palabra por si sola no es suficiente para llegar a la “esencia” de quien la lee o escucha. Para eso ha de contener, además, la energía de amor suficiente para que sea leída o escuchada por aquel a quien corresponda aprovechar su contenido; así, el que expresa una idea y el receptor de ella, se convierten en la misma cosa, ya que de nada sirve el uno sin el otro.
Y si de escribir no sé demasiado, mucho menos sé de cómo actúan y en qué consisten exactamente las energías sutiles; por lo tanto cuando, más adelante, diga que la Energía entra por la parte alta de nuestra cabeza, no puedo afirmar que eso sea exactamente cierto. Lo indico porque lo he aprendido y, sobre todo, porque lo experimento continuamente al hacerme consciente de ello; pero tampoco sé si es que al concebirlo de esa manera, estoy utilizando el poder de mi mente para hacer que se produzca.
De cualquier modo, los hechos no necesitan demostración y las explicaciones que tratemos de encontrar sobre el cómo y el porqué de los mismos, no son más que el intento de incorporarlos a esa parte lineal de nuestra mente que se aleja mucho de esa otra mente ilimitada que el ser humano posee, aunque esto todavía, no se pueda demostrar científicamente.
Las disquisiciones filosóficas que surjan en torno a los hechos, serán también un intento de comprender al hombre en su maravilloso mecanismo cuerpo/espíritu y de dar respuestas –aun incorrectas– a sus interrogantes.
La ciencia importa, claro está, pero podemos y debemos aprovecharnos de los hechos, que siempre van por delante de ella. Y en cuanto a ellos, puedo asegurar que todo lo que digo ha sido experimentado personalmente con muy buenos resultados. Es por eso que me siento en la obligación de contarlo.
Mi único objetivo, durante tantos años de búsqueda, ha sido la eliminación de mi propio sufrimiento, lograr mi propia paz, y he llegado a la conclusión de que al eliminar el miedo, la ira, el enjuiciamiento etc. y equilibrar la autoestima, habré salvado “mi mundo”. Porque si en mi mente no aparece el miedo, es que realmente estoy protegida; y si no aparece la baja o la exagerada autoestima, es que me considero con las mismas posibilidades que todos los demás y, a consecuencia de ello, tampoco aparecen las otras emociones como la ira, la culpa, los celos etc. que son las que alteran el equilibrio químico del cuerpo físico dando paso a las enfermedades. Consecuentemente mi mente estará libre para experimentar solamente la excelencia en lo adecuado. Todo lo demás lo considero secundario.
Vivir en el presente, momento a momento y en paz, es el propósito que me impulsa y conduce continuamente. Y aunque me encantaría que sanáramos –y confío en que así sea– este hermoso planeta con todo lo que contiene, hacer lo que hago por él –amarlo y perfeccionarme yo– me deja la tranquilidad suficiente como para que la crisis que atraviesa no me produzca sufrimiento, ni siquiera desconcierto.
Siento que si el grupo de personas que pensamos de esta manera, aumentara lo suficiente y consiguiéramos la expansión mental necesaria –que nos llevara a la sincronización de los dos hemisferios cerebrales– podríamos impulsar al conjunto de la humanidad más allá de la genialidad. Pues es sabido que de esa manera nos potenciaríamos solidariamente en una progresión geométrica que podría propiciar la transmutación de todo el conjunto.
Tenemos dentro de nuestro ser la capacidad para sanarnos a nosotros mismos, sanarnos mutuamente y sanar al planeta. Solamente tenemos que descubrir ese poder y hacerlo emerger. Para ello podemos usar el toque de nuestras manos, el poder del pensamiento y, sobre todo, el amor de nuestro corazón.
El método que propongo es tan simple, –como se puede apreciar en el capítulo del método– que una página sería suficiente para contener la información necesaria para practicarlo a la perfección. Con lo cual, el resto del contenido de este texto es explicativo en cuanto a beneficios, actitudes y obstáculos que se pueden presentar. Y sobre todo pretende dar respuesta a las múltiples preguntas –o trampas– que nuestra mente finita nos plantea; ya que ésta, al estar dominada por las emociones, nos limita el acceso a esa otra mente nuestra que va más allá de los límites del cerebro y en la que se encuentran las respuestas a todas las incógnitas.
El ser humano es una unidad psicosomática y espiritual. Es decir, constituido por cuerpo, mente y espíritu. Y esta técnica pretende fusionar esos tres elementos con la intención de liberarnos del sufrimiento y poder utilizar al máximo nuestros potenciales mentales y energéticos para convertirnos en seres felices, creativos y a ser posible geniales.
Pero este manual debe leerse, además de con la mente, con el corazón; porque si ambos no están completamente abiertos, la información no llegará a los correspondientes centros donde ha de ser registrada y procesada. Si se crea la dicotomía entre ambos, estaremos continuamente extrapolándonos con el consiguiente peligro de perder la oportunidad de aprovechar los beneficios que la práctica de este sistema puede aportarnos. Dice María Pinar Merino que las ideas deben ser estructuradas por la mente pero sabiamente mezcladas con el bálsamo del corazón. Los procesos intelectuales son más lentos que los del corazón, pero no debe haber desarmonía entre ambos, pues los dos son necesarios para evolucionar.
Para practicar este método no hay que dominar ninguna disciplina, ni es algo en lo que haya que creer. Todo el mundo, independientemente de sus creencias o enfermedad, puede ejercerlo. Pues se trata simplemente de ser consciente de lo que sentimos para poder darle a las emociones dañinas y a los malestares físicos un sencillo tratamiento, con la intención de que dejen de hacernos sufrir. Y cuando se practica, siempre aporta magníficos resultados; pero hay que ejercitarlo y, aunque es muy simple, hay que hacerlo; y si se hace funciona.
La consecuencia será que el miedo y la irá se vayan extinguiendo, aumentando así nuestra confianza en “el apropiado proceso que es la vida” y en nuestro poder para elevarnos por encima de cualquier dificultad, ya que detrás de cualquier aparente desgracia siempre hay una lección que hemos de aprender, una oportunidad para evolucionar. Y comprender esto es muy importante porque dejaremos de sentirnos víctimas de las circunstancias.
¿Os imagináis lo que sería moveros con serenidad y aceptación en los ambientes más hostiles, donde normalmente lo que se quiere es huir porque la presión del sufrimiento se hace insoportable? Diariamente a la hora de las noticias, nos sorprenden en televisión escenas de esa índole y nos vemos obligados a cambiar de canal, porque no podemos soportar el malestar y preferimos apartarnos de ello a golpe de dedo en el mando a distancia. Que dejen de aparecer ante nuestros ojos no significa que dejen de existir, pero nos decimos: <¿para qué sufrir gratuitamente si no podemos hacer nada para remediarlo?>, pues yo os digo que sí podemos hacer algo, y con un ejercicio tan rápido como cambiar de emisora. Con ello conseguiremos, sin tener que cortar la noticia, –si queremos estar informados– disminuir nuestro malestar hasta eliminarlo, y eso por sí solo ya sería motivo suficiente; pero, además, al estar transformando una energía de sufrimiento en otra de amor, es seguro, aunque no podemos demostrarlo, que de alguna manera ese hecho repercute en el conjunto de las energías sutiles que nos afectan a todos constantemente.
No somos más humanos por sufrir ante el sufrimiento ajeno. Podemos alejarnos de esa estéril actitud transformando esa energía negativa en un proceso creativo y productivo para nosotros y para el conjunto.
Nos equivocamos cuando pensamos que sabemos lo que los demás sienten, creyendo que tenemos que actuar de una determinada manera para aliviar su sufrimiento. En esos momentos en los que sufrimos a causa de la contemplación de lo que interpretamos como sufrimiento ajeno, lo único que es absolutamente seguro es que nosotros estamos sufriendo y lo único que debemos hacer es actuar para que ese sufrimiento –nuestro– se extinga. En realidad nunca sabemos cómo se sienten realmente los otros, solamente podemos intuir cómo nos sentiríamos nosotros al estar en su lugar, pero eso también es imaginario, porque tampoco sabemos cómo encajaríamos nosotros esa situación en el caso de que nos tocara vivirla; luego entonces, es irreal, absurdo, y por lo tanto un padecimiento inútil.
Todos estamos de acuerdo con la afirmación de que el amor es el sentimiento más pleno y noble que puede experimentarse. Forzosamente ésta debe ser la Energía que mueve el Universo. Pero aun sabiéndolo, no encontramos la manera de canalizar adecuadamente ese potencial que todos poseemos, para nuestro provecho, el de nuestros semejantes y el conjunto planetario.
Pues bien, en este librito tenéis a vuestra disposición un mecanismo que sirve para transmutar toda inconveniencia que se os presente, en energía sanadora para la liberación de todo sufrimiento.
Al utilizar adecuadamente este método, –y ya he dicho que eso es asequible a cualquiera– se irá reduciendo hasta extinguirse nuestro sentimiento de culpa por no estar contribuyendo a la paz del mundo, a la erradicación del hambre, a la supervivencia de las especies vegetales y animales, a la conservación del planeta, etc., ya que podremos utilizar, para colaborar en ello, todas las noticias, imágenes, pensamientos etc –en el preciso momento en que así lo deseemos– que continuamente nos atormentan y ante los que nos sentimos tan permeables e impotentes. Esto no nos excluye a la hora de comprometernos con cualquier causa de orden humanitario o ecológico, sino que de esta manera no estaremos malgastando inútilmente nuestra energía, dramatizando o culpabilizando a los demás o a nosotros mismos por no estar actuando adecuadamente. Y emplearemos ese potencial energético para la compasión, la aceptación, la creación y la acción apropiada.
Lo que se pretende con este método es el adiestramiento en un nuevo lenguaje energético de comunicación que nos fusione con todo lo creado; de manera que podamos esculpir nuestras vidas en completa consonancia con la verdadera evolución. Pero cada uno debe aprender hacia dónde dirigir sus esfuerzos y cuáles serán sus objetivos y los medios para obtenerlos, escuchado en su interior, para no permanecer en esa confusión a la que nos ha llevado el habernos proyectado tan lejos y hacia fuera de nosotros mismos.
Con este método nos conoceremos mejor: lo haremos a través de la atención y la observación de todo lo que sintamos, pero ese no es el objetivo. El objetivo es la eliminación del sufrimiento y la fusión con todo lo creado. Esa fusión nos permitirá encontrar el propósito de nuestra vida que ya no se centrará en nuestro reducido mundo individual –por ser algo superado– sino en algo mucho más ambicioso: la evolución del conjunto.
Quien quiera que seas, no estás leyendo esto por casualidad. Yo lo he escrito porque de alguna manera estoy siendo impulsada a hacerlo desde una parte de mí que no atiende a razones. Y por experiencia sé que cuando eso me sucede, “es preciso que lo haga”, aunque yo desconozca el motivo. Quizá alguien –quizá tú– necesitaba leerlo. Pues somos muchos los que ahora, en este planeta, estamos “percibiendo” más allá de nuestras limitaciones de los cinco sentidos y del mundo inmediato que nos rodea.
El milagro lo hace siempre el hombre, cuando en unas condiciones determinadas sintoniza con el potencial divino puesto a su disposición. Hay un puente ininterrumpido entre tu “yo individual” y el “Dios infinito” que está diciéndonos: “ÚSAME”, pero no nos han enseñado a utilizarlo. Si crees que es así y quieres, aquí puedes aprender una forma de hacerlo, pero si después de conocer este método no te sientes atraído, no importa, existen otras muchas maneras de usar ese puente, sigue buscando la que creas más apropiada para ti.