Utilizar un objeto externo, como “detector”, para sanarnos, es el componente estrella de esta técnica. Su simplicidad y eficacia es el descubrimiento más afortunado de mi vida. Siempre que una imagen, una escena, una situación, un gesto, un color... o cualquier cosa o persona que nos causa malestar, fastidio, incomodidad, disgusto o cualquier otra sensación molesta, hemos de aprovechar ese instante para “pulsar el dispositivo del sistema” y dirigir hacia ello, la energía transmutadora que esa acción produce.
Ya hemos mencionado anteriormente que debemos estar agradecidos a que las sensaciones desagradables hagan su aparición, ya que ellas son los detectores de nuestras cargas dañinas inconscientes. Estar atentos a su aparición, al principio, –con la práctica la atención se hará constante sin pretenderlo– es fundamental porque de otra manera perderemos la oportunidad de desactivar la emoción en ese mismo momento y aunque podríamos recuperar la sensación y tratarla más tarde, la experiencia me ha enseñado que no suele hacerse por resultar demasiado laborioso rescatar tanto la imagen como la sensación exacta y aunque puede lograrse no tendrá el mismo grado de intensidad que cuando se efectúa ante la vivencia directa.
Si la practicamos asiduamente, esta técnica terminará convirtiéndose en una terapia cotidiana para la que no necesitamos nada más que la observación de nuestras manifestaciones ante los acontecimientos diarios. De esa manera estaremos expandiendo nuestra conciencia para liberarla de su linealidad y su constricción.
Cuando nos adiestramos en el manejo de la observación podemos ver claramente cómo el cuerpo emocional maneja a la mente conduciéndola hacia los más recónditos lugares del subconsciente donde residen las energías que necesita para mantener su hegemonía. Cuando observamos por primera vez ese dominio nos parece espectacular: la mente desconcertada va recorriendo cada uno de los pensamientos que estaba acostumbrada a utilizar para sustentar al cuerpo emocional y como nosotros lo advertimos, a través de la observación del propio movimiento mental y la repercusión en el plexo solar; aplicamos la técnica una y otra vez. La mente, entonces, sigue buscando y nosotros seguimos observando, y haciendo lo mismo con la aplicación de la técnica, –que es justamente lo contrario que el cuerpo emocional pretende– hasta que se produce la rendición y se nos empiezan a presentar pensamientos no dañinos –de los cuales el cuerpo emocional no puede alimentarse– en los que le permitimos a la mente quedarse. Es entonces cuando comenzamos a llevar el control, a liberarnos realmente y a tener acceso a una mente sin limites.
En este punto, las resistencias, que aparecían con tanta intensidad al principio, se irán debilitando progresivamente, aunque seguirán estando presentes mientras sigan apareciendo los malestares.
Las sugerencias que se detallan a continuación son a modo de referencia porque esta técnica no es estricta, sino abierta a la creatividad de cada uno, con lo cual cada persona puede y debe usar su propia iniciativa para practicarla como mejor se le ocurra, siempre que tenga presente las condiciones básicas. Se trabaja mejor aquello que mejor se adapta a nuestra forma de concebir o visualizar porque nuestra mente reconocerá como suyo aquello en lo que ella a contribuido a crear.