Mencionamos algunas de las actitudes ante la muerte. No agotan el tema, pero sirven para ilustrar lo que pretendemos decir con "mapas mentales de la muerte".
a) La enemiga permanente
La muerte es vivida como una enemiga siempre dispuesta a atacarnos. Esto nos lleva a vivir "recluidos" sin desplegar enteramente nuestras potencialidades por miedo a lo que pueda pasar. La muerte está ahí para agredirnos, está contra nosotros, existe para amargarnos la vida. Hay entre ella y nosotros una cuestión personal que se puede zanjar en cualquier momento. Despierta en nosotros sentimientos de rechazo y temor que bloquean el sentir tristeza y dolor por una pérdida de alguien querido que ha muerto. Pero también impiden el resentimiento, el odio, la culpa, la impotencia o cualquier otra emoción. La muerte, como enemiga, bloquea la posibilidad de aprender de la experiencia que significa enfrentar la muerte de otro para conectarse con la propia posible; nos obliga a estar siempre en alerta, gastando energía en prevenir lo imprevisible, para luchar contra "los fantasmas de la nada".
b) La cobradora de peaje
Caronte en la laguna Estigia cobraba un peaje para llevar en su barca las almas al
infierno. No queda otro remedio que aceptar este hecho y preparar las monedas para hacer el pago. Pero una vez que hemos efectuado el pago comienza una aventura riesgosa sobre la que no podemos dar ninguna cuenta. La muerte aparece, entonces, como una sombra que acecha desde la oscuridad, que nos quita lo que llevamos de valor (representado en la moneda del pago) y nos deja desnudos y expuestos a algo desconocido.
c) El fin de la carretera
A veces la muerte es mirada como un modo de terminar todos los problemas que nos
aquejan, liberarnos de las pesadas cargas del vivir, de las exigencias y responsabilidades.
Hemos caminado un tiempo por el camino de la "tierra", hemos saboreado sus dulzores y sus amarguras, y ahora el sendero termina. Nada hay más allá; "al fin me saqué de encima, el peso del vivir".
d) Momento de balance
Llegamos a la muerte y allí nos espera una experiencia crucial: el juicio de nuestra conducta en la vida, que implica efectuar un balance y escuchar la sentencia y el correspondiente premio o castigo, según el caso.
La preocupación por el resultado de esta encuesta no deja que la persona, mientras vive, visualice a la muerte como una experiencia individual y transformadora sino que la convierte en una obsesión moralista. Vive el presente mirando a ese futuro y condiciona sus experiencias en esta dirección. Hace de la muerte una cuestión de religión y de moral. Espera alcanzar la "bienaventuranza" pero tiene que ganarse, portándose bien, un buen lugar en el "estadio" del paraíso.
e) La verdadera vida comienza después
El hombre nace para morir. Ésta es su única certeza y su único destino. Somos seres para la muerte y allí comienza la verdadera vida.
El vivir en este mundo es un destierro; lo bueno está cuando nos vamos. Hay que apurar la vida, no preocuparnos mucho por nada, sólo esperar que nuestra alma se desprenda cuando llegue el momento y volver al parque de diversiones del más allá.
f) La puerta infranqueable
La muerte es algo muy desconocido. Una puerta que atravesamos para no volver, infranqueable a cualquier retorno. No hay regreso, es sólo un viaje de ida. El hombre puede caer, entonces, en una postura absolutamente nihilista frente a la vida, que le hace cuestionarse qué sentido tiene tanto esfuerzo para nacer, vivir y crecer, si esto que construye sólo sirve para morir.
g) La muerte responsable
La muerte es una experiencia que hay que enfrentar con responsabilidad. "No es el simple término de una vida, sino el comienzo de otra forma diferente, de la cual sabemos tanto como el feto en el vientre materno sobre la carrera que va a comenzar después de nueve meses. La muerte no es llegar a una estación de justicia para rendir cuentas de nuestros actos" (Manuel Barroso).
La muerte es algo que nos espera, pero no hay que vivir para la muerte sino vivir para la vida. La muerte responsable es hacerse cargo de la existencia, con la muerte cuando ocurra incluida; es aceptar la angustia, la libertad y la esperanza; es no vivirla como un lazo que ata, sino como un suceso que nos va ocurrir, inevitable, pero que es sólo eso.