Todos estos mapas mentales de la muerte, y muchos otros que existen, pueden sintetizarse en tres grandes complejos de creencias: la muerte sin sentido, la muerte como castigo y la muerte como etapa de un proceso.
Pero así como la muerte puede ser vista de estos modos, de la misma manera, la vida es considerada en iguales perspectivas.
1) Vida y muerte: sin sentido
¿Cuál es el hecho básico del vivir? Existir es estar en el mundo, estar arrojado en la tierra sin haberlo elegido. La vida y la muerte son un sin sentido. La vida es una pasión inútil.
Para este "mapa mental" el hombre nace a la vida para sufrir y no existe ningún motivo para disfrutarla y ser feliz.
El mundo no es un campo de realizaciones de proyectos sino una fuente constante de dolor y amargura. Se vive para luchar, destruir, manipular, poseer, dominar, envidiar, y se crece en la escuela de la competencia "pisando la cabeza" a otros.
La manera de conexión habitual es, entones, la violencia. No hay contacto con la propia intimidad, no hay respeto de los límites y se está siempre a la defensiva desconfiando de todo y de todos.
De modo que la muerte es mirada como un modo natural de sacarse de encima a los demás, de vengarse de los otros o de terminar violentamente con la vida propia, ya que no se tiene nada por lo que vivir.
El vacío interior que domina la vida la transforma en una experiencia violenta y hace natural el suicidio, los accidentes reiterados o la autodestrucción por medio de síntomas y enfermedades como el cáncer, por ejemplo, cuando esa violencia es dirigida hacia uno mismo.
No tener razón para vivir hace buscar la muerte, de un modo consciente o inconsciente, como herramienta para terminar pronto el "calvario" del existir.
2) Vida y muerte: un castigo
La vida se vive porque no queda otro remedio y hay que aprovecharla para acumular todo lo que se pueda: poder, cosas, conocimientos. Hay muy poco desarrollo personal, mucho apego a lo material y un bajo nivel de conciencia, que sólo se despierta cuando algún hecho muy fuerte la sacude.
Se está muy pendiente de los reconocimientos externos, de ser aceptado, querido y tenido en cuenta, para lo cual se generan máscaras que ocultan los verdaderos pensamientos y sentimientos, en función de estos objetivos.
Domina la desorientación y la búsqueda de figuras o ideas fuertes de las cuales poder depender. Nada vale mucho la pena; en cierta medida, vivir es una condena, de modo que la muerte se acepta con resignación, como algo que se debe padecer.
Sin embargo, hay, ante la muerte, una dualidad: es tanto tormento como liberación; es temida y buscada, ignorada y vivida; es incertidumbre o respuesta, castigo al pecado, algo horrible donde domina la soledad, la culpa y el abandono o un territorio que se puede dominar y controlar.
3) Vida y muerte: una oportunidad
La vida y la muerte se viven como etapas de un mismo proceso. El vivir se asume con alegría y responsabilidad, con la certeza de que estamos aquí para concretar una tarea, que no consiste en acumular cosas ni dominar a los demás, sino aprender a descubrir nuestra intimidad, evolucionar v perfeccionar nuestra alma.
La vida no acaba sino que continúa más allá de esta etapa. Es una experiencia que merece ser vivida con amor y pasión, disfrutando a fondo cada tramo de ella. La vida es una oportunidad, como lo es la muerte.
Todo es cuestión de pensar que se forma parte de un proceso de evolución donde esta vida que nos toca vivir es un tránsito hacia otra. Morir no es, entonces, el fin, sino un nuevo comienzo. Una nueva etapa que se espera en confianza de emerger a un nuevo orden y con la convicción interior de continuidad y trascendencia. La muerte es una redención, como lo es el nacer.