Cuando perdemos algo amado podemos caer en la depresión. Todo el transcurrir del proceso depresivo puede ser divido en tres etapas: la del ver, la del comprender y la del concluir. En el caso particular de una muerte inesperada estas etapas poseen un contenido singular.
1. La etapa del ver
Hay un primer momento en el cual nos enteramos de la pérdida. Es el momento de la "noticia", del "shock", de una sorpresa que nos invade con violencia y con un vivencia de "irreparabilidad", una experiencia que intentamos negar, amortiguar, adormecer...
Pero por más que dilatemos finalmente se impone el reconocimiento y la aceptación de que el otro se fue y uno se ha quedado solo. Aquí comienza la segunda etapa, la del comprender.
2. La etapa del comprender
Toda la energía de este tiempo está puesta en el elaborar la pérdida y lo que perdimos con lo perdido. El tomar conciencia de qué significó el otro para nosotros, lo que se llevó de nosotros y lo que tenemos que aprender en esta experiencia. Nuestras dependencias y sumisiones, nuestras cosas buenas y nuestras cosas no tan buenas, nuestros paraísos y nuestros infiernos...
Sin duda, el elaborar el duelo de una pérdida implica reconocer también las cosas buenas que recibimos del otro, así como sus lados oscuros.
Al comprender maduramos y crecemos, nos volvemos más sanos y más plenos. Claro que en este proceso sufrimos y nos contactamos con el dolor. Es que, justamente, el dolor y el sufrimiento son las experiencias afectivas mediante las cuales tomamos conciencia de aspectos nuestros hasta ese momento desconocidos.
Al mismo tiempo que comprendemos nos vamos liberando de los lazos que nos atan, del exceso de equipaje y de los sometimientos a suministros afectivos que nos vuelven dependientes. De tal modo que el comprender nos vuelve más libres.
3. La etapa del concluir
Llegamos al final del proceso. En este momento terminamos de separarnos, repararnos y pararnos. Enterramos realmente al muerto. Dejamos atrás lo perdido para hacer espacio a nuevas experiencias, reconstruimos nuestra autoestima (probablemente sobre bases más sólidas) y comenzamos a sostenernos por nuestros propios medios (rompiendo con la dependencia y la necesidad).
Al concluir este proceso no sólo su impacto actúa sobre el motivo de la depresión presente, sino que ayuda a elaborar las cargas pasadas y a aprender a funcionar de un modo más adulto en el futuro.