Juan caminaba por una calle de un modo lento. A su lado un discípulo le preguntaba cómo liberarse del apego. Juan pensaba en una respuesta adecuada para su discípulo y le preguntó: "Dime, ¿adónde vas?". El discípulo le respondió: "Te sigo, Maestro".
-Bien -dijo Juan-, es hora de que cada cual viaje solo. Porque sólo el que pueda independizarse de las personas sabrá amarlas como son. La soledad es necesaria para comprender. El vacío hace que tengamos miedo de perder a las personas que amamos y es entonces que las perdemos y nos perdemos. Si alguien muere de pronto, no estamos preparados porque el apego es grande. Es la oportunidad de sanar el apego y tener gratitud hacia quien fue capaz de morir para ayudar a enseñarnos esta lección.