Cuando me acuerdo de ti me acuerdo de una herida que ayudas a cerrar dentro de mí. Ya no hay memoria dolorosa ni lágrimas tristes y, aunque en algunos momentos quisiera estrechar tu mano junto a mi corazón, he aprendido a descubrir otras manos diferentes que pueden serenar sus latidos inquietos. No son las mismas. Ninguna mano es igual a otra, como ningún sentimiento es semejante a otro. Aprendí, con tu partida, que no es lo mismo tenerte en la tierra que no tenerte, pero que puedo vivir sin ti. Que extraño tu presencia, pero que tu ausencia me ha ayudado a encontrarme a mismo.