En la historia no faltan ejemplos de hombres que alcanzaron el estatus de genio como resultado del uso de estimulantes mentales artificiales, ya sea en forma de alcohol o de narcóticos. Edgar Allan Poe escribió El cuervo cuando se hallaba bajo la influencia del licor, «soñando sueños que ningún mortal se atrevió a soñar jamás». James Whitcomb Riley escribió lo mejor de su producción literaria hallándose bajo la influencia del alcohol. Quizá fuera así como viera «el ordenado entrelazamiento de lo real y del sueño, el molino por encima del río y la niebla por encima de la corriente». Robert Burns escribió sus mejores páginas estando intoxicado. «Por los tiempos de antaño, cariño mío, tomaremos una taza de amabilidad ahora, por los tiempos de antaño».
Pero recordemos también que muchos de esos hombres terminaron por destruirse a sí mismos. La naturaleza ha preparado sus propios venenos con los que los hombres pueden estimular sus mentes para conectar con esos pensamientos, exquisitos y raros, que proceden… ¡nadie sabe de dónde! Jamás se ha encontrado sustitutivo alguno satisfactorio de los estimulantes naturales.
Es un hecho bien conocido por los psicólogos que existe una relación muy estrecha entre los deseos sexuales y las urgencias espirituales, un hecho que explica el comportamiento peculiar de la gente que participa en las orgías como «renacimientos» religiosos, comunes entre los pueblos primitivos.
Las emociones humanas son las que gobiernan el mundo y las que establecen el destino de la civilización. La gente se ve influida en sus acciones no por la razón, sino por los «sentimientos». Las emociones, y no la razón fría, son las que ponen en movimiento toda la facultad creativa de la mente. Y la más poderosa de todas las emociones humanas es la del sexo. Hay otros estímulos mentales, algunos de los cuales hemos citado, pero ni uno solo de ellos, ni todos ellos combinados, puede igualar el poder impulsor del sexo.
Un estimulante mental es cualquier fuerza que aumente de forma temporal o permanente la intensidad del pensamiento. Los diez grandes estimulantes descritos con anterioridad son aquellos a los que se recurre con mayor frecuencia. A través de estas fuentes podemos comunicarnos con la Inteligencia Infinita, o penetrar a voluntad en el almacén del subconsciente, ya sea del propio o del de otra persona, un procedimiento que es todo lo que caracteriza al genio.