Las posibilidades del esfuerzo creativo conectado con el subconsciente son grandiosas e imponderables, hasta el punto de que a uno le inspiran respeto.
Nunca abordo la discusión del subconsciente sin experimentar una sensación de pequeñez e inferioridad, debido quizás al hecho de que sea tan lastimosamente limitada la reserva de conocimientos que poseemos sobre el tema.
Una vez aceptada la realidad de la existencia del subconsciente, y comprendidas sus posibilidades como un medio para transmutar sus propios deseos en su equivalente físico o monetario, comprenderá todo el significado de las instrucciones dadas en el capítulo sobre el deseo. También comprenderá por qué se le ha advertido repetidas veces la necesidad de aclarar sus deseos y reducirlos a una forma escrita. Asimismo entenderá la necesidad de la perseverancia en la tarea de llevar a cabo las instrucciones.
Los trece principios son los estímulos con los que se adquiere la habilidad de alcanzar e influir sobre su subconsciente. No se desanime si no puede conseguirlo al primer intento. Recuerde que el subconsciente sólo podrá ser dirigido voluntariamente mediante el hábito, y bajo las directrices expuestas en el capítulo sobre la fe. Aún no ha tenido usted el tiempo suficiente para dominar la fe. Sea paciente, y también perseverante.
Aquí se repetirán muchas de las afirmaciones hechas ya en los capítulos sobre la fe y la autosugestión, con el propósito de beneficiar a su subconsciente. Recuerde que ese subconsciente funciona de una forma voluntaria, al margen de que usted haga o no algún esfuerzo por influir sobre ella. Esto, por supuesto, le sugiere que los pensamientos relativos al temor y a la pobreza, así como todos los pensamientos negativos, sirven como estímulos para su mente subconsciente, a menos que usted controle esos impulsos, y alimente su subconsciente con un alimento más deseable.
¡El subconsciente no permanecerá ocioso! Si no logra plantar deseos en él, entonces se alimentará de pensamientos que le llegarán como resultado de su propia negligencia. Ya hemos explicado que los impulsos del pensamiento, tanto positivos como negativos, llegan continuamente a la mente subconsciente a partir de las cuatro fuentes que hemos mencionado en el capítulo sobre la transmutación del sexo.
Por el momento, es suficiente con que recuerde que usted vive a diario, en medio de toda clase de impulsos del pensamiento que llegan a su mente subconsciente, incluso sin su conocimiento. Algunos de esos impulsos son negativos, mientras que otros son positivos. Usted se halla enfrascado ahora en la tarea de intentar ayudar a cerrar el flujo de los impulsos negativos, y ayudar a influir voluntariamente sobre su subconsciente por medio de impulsos positivos de deseo.
Una vez que haya logrado esto, poseerá la clave que le abra la puerta a su subconsciente. Además, controlará esa puerta de un modo tan completo que ningún pensamiento no deseado llegará a influir sobre su mente subconsciente.
Todo aquello que el hombre crea empieza con un impulso del pensamiento. El hombre no puede crear nada que primero no haya concebido en su pensamiento. Los impulsos de éste pueden ser transformados en planes por medio de la ayuda de la imaginación. Cuando está bajo control, esa imaginación se puede utilizar para la creación de planes o propósitos que conducen al éxito en la ocupación elegida por uno mismo.
Todos los impulsos del pensamiento que tienden a la transformación en su equivalente físico y que se plantan voluntariamente en la mente subconsciente tienen que pasar antes a través de la imaginación, y mezclarse allí con la fe. La introducción de la fe en un plan o propósito, con la intención de su sumisión a la mente subconsciente, sólo puede hacerse a través de la imaginación.
A partir de estas afirmaciones observará usted que el uso voluntario del subconsciente exige la coordinación y aplicación de todos los principios.