Yo sabía, desde luego, que todos los hombres han llegado a ser lo que son gracias a sus pensamientos y a sus deseos dominantes. Sabía que todo deseo profundamente asentado le induce a uno a buscar una expresión exterior a través de la cual ese mismo deseo pueda transmutarse en una realidad. Sabía que la autosugestión es un factor poderoso en la formación del carácter y que es, de hecho, el único principio a través del cual se forma el carácter.
Dotado de este conocimiento acerca de los principios que rigen el funcionamiento de la mente, me sentí bastante bien armado con el equipo necesario para reconfigurar mi carácter. En esas reuniones imaginarias, yo convocaba a los miembros de mi gabinete para que me transmitieran el conocimiento que deseaba adquirir, dirigiéndome a cada uno de ellos con palabras audibles, del siguiente modo:
«Señor Emerson, deseo adquirir de usted la maravillosa comprensión de la naturaleza que distinguió su vida. Le pido que deje una huella en mi subconsciente acerca de todas aquellas cualidades que usted haya poseído, y que le permitieron comprender las leyes de la naturaleza y adaptarse a ellas.
»Señor Burbank, le pido que me transmita el conocimiento que le permitió armonizar las leyes de la naturaleza, y que le hizo arrancarle sus espinas al cactus para transformarlo en alimento comestible. Ofrézcame acceso al conocimiento que le permitió hacer crecer dos hojas de hierba allí donde antes crecía una sola.
»Napoleón, deseo adquirir de usted, por emulación, la maravillosa habilidad que poseyó para inspirar a los hombres y para despertar el mayor y más decidido espíritu de acción en ellos. También deseo adquirir el espíritu de una fe duradera, que le permitió transformar la derrota en victoria y superar obstáculos cada vez más grandes.
»Señor Paine, deseo adquirir de usted la libertad de pensamiento y el valor y la claridad con los que expresar las convicciones que tanto le distinguieron a usted.
»Señor Darwin, deseo adquirir de usted la maravillosa paciencia y la habilidad para el estudio de la causa y el efecto, sin desviación ni prejuicio, tan ejemplificadas por usted en el campo de las ciencias naturales.
»Señor Lincoln, deseo introducir en mi propio carácter el agudo sentido de la justicia, el incansable espíritu de la paciencia, el sentido del humor, la comprensión humana y la tolerancia que fueron sus características más distinguidas.
»Señor Carnegie, deseo adquirir de usted una comprensión completa de los principios del esfuerzo organizado, que usted utilizó con tanta efectividad en la formación de una gran empresa industrial.
»Señor Ford, deseo adquirir su espíritu de perseverancia, la determinación, la serenidad y la confianza en sí mismo que le permitieron dominar la pobreza y organizar, unificar y simplificar el esfuerzo humano, para que así yo pueda ayudar a otros a seguir sus pasos.
»Señor Edison, deseo adquirir de usted el maravilloso espíritu de fe con el que descubrió tantos secretos de la naturaleza, y el espíritu de herramienta inconmovible con el que, tan a menudo, extrajo la victoria de la derrota».