El autor no es ni un creyente ni un defensor de los «milagros», debido a que posee una comprensión suficiente de la naturaleza como para saber que ésta nunca se desvía de sus leyes establecidas. Algunas de esas leyes son tan incomprensibles que producen lo que parecen ser «milagros». El sexto sentido es lo más cercano a un milagro que yo haya experimentado nunca.
Esto es lo que el autor sabe: que existe un poder, o Primera Causa, o Inteligencia, que impregna cada átomo de la materia, y abarca toda unidad de energía perceptible para el hombre; que esa Inteligencia Infinita convierte la semilla en roble, hace que el agua fluya colina abajo en respuesta a la ley de la gravedad; que el día siga a la noche, y el invierno al verano, cada uno de ellos manteniendo su adecuado lugar y relación con el otro. A través de los principios de esta filosofía podemos inducir a esa Inteligencia a que nos ayude en la transmutación de los deseos en formas concretas o materiales. El autor posee este conocimiento porque ha llevado a cabo experimentos con él, y ha sido experimentado por él mismo.
Paso a paso, a lo largo de los capítulos precedentes, se le ha conducido a usted hasta este último principio. Si ha dominado cada uno de los principios precedentes, ahora estará preparado para aceptar, sin escepticismo, las grandiosas afirmaciones que aquí se han hecho. Si no ha logrado dominar los otros principios, debe hacerlo antes de poder determinar, definitivamente, si las afirmaciones hechas en este capítulo son hechos o sólo ficción.
Cuando pasé por el período de «adoración del héroe», me encontré intentando imitar a aquellos a quienes más admiraba. Es más, descubrí que el elemento de la fe con el que me dotaba para imitar a mis ídolos me proporcionaba una gran capacidad para hacerlo con éxito.