La persona cuyos ingresos totales se derivan de la venta de servicios personales no es comerciante en menor medida que el hombre que vende bienes de consumo, y bien se podría añadir que una persona así está sometida a las mismas reglas de conducta que el comerciante que vende mercancías.
Si insistimos en ello es porque la mayoría de las personas que viven de la venta de servicios personales cometen el error de considerarse libres de las reglas de conducta y de las responsabilidades que corresponden a quienes se dedican a la comercialización de bienes y productos.
Ha pasado la época del «salía para conseguir», ya que tal personaje ha sido sustituido por el que «sale para dar».
El verdadero valor de capital de su cerebro puede estar determinado por la cantidad de ingresos que usted es capaz de producir (comercializando sus servicios). Usted puede lograr una estimación adecuada del valor de capital de sus servicios si multiplica su ingreso anual por dieciséis y dos tercios, puesto que es razonable calcular que su ingreso anual representa el seis por ciento de su valor de capital. El dinero rinde el 6% anual, y el dinero no vale más que el cerebro. Con frecuencia, mucho menos.
Si es comercializado con eficacia, un «cerebro» competente representa una forma de capital mucho más deseable que la que se requiere para manejar un negocio que se ocupe de bienes de consumo, porque el «cerebro» es una forma del capital que no se puede desvalorizar en forma permanente por obra de la depresión, ni es tampoco una forma de capital que se pueda robar o que se desgaste. Además, el dinero, que es esencial para la conducción de un negocio, resulta tan valioso como un montón de arena mientras no se combine con un «cerebro» eficiente.