Examinemos algunos de los síntomas del temor a la crítica. La mayoría de la gente permite que parientes, amigos y público en general influyan sobre ellos de tal modo que no son capaces de vivir su propia vida debido a su temor a la crítica.
Muchas personas cometen un error al casarse, pero aceptan la situación y llevan una vida miserable y desgraciada porque temen a la crítica que les harían si decidieran corregir el error. (Cualquiera que se haya sometido a esta forma de temor conoce muy bien el daño irreparable que causa, ya que destruye la ambición y el deseo de conseguir algo).
Millones de personas descuidan adquirir una educación adecuada porque, tras haber abandonado los estudios, temen a la crítica.
Incontables hombres y mujeres, tanto jóvenes como ancianos, permiten que los parientes echen a pique sus vidas en nombre del deber, porque temen a la crítica. (El deber no exige a ninguna persona que se someta a la destrucción de sus ambiciones personales y del derecho a vivir su vida a su manera).
La gente se niega a correr riesgos en los negocios porque temen a la crítica que se les haría si fracasaran. En tales casos, el temor a la crítica es mucho más fuerte que el deseo de alcanzar el éxito.
Demasiadas personas se niegan a establecer objetivos elevados, e incluso descuidan el seleccionar una carrera, porque temen a la crítica de parientes y «amigos», los cuales pueden decir: «No aspires tan alto, porque la gente pensará que estás loco». Cuando Andrew Carnegie me sugirió que dedicara veinte años a la organización de una filosofía del logro individual, el primer impulso de mi pensamiento fue el temor a lo que la gente pudiera decir. La sugerencia me planteaba un objetivo que iba mucho más allá de todo lo que yo hubiera concebido. Con la rapidez de un rayo, mi mente empezó a buscar justificaciones y excusas, todas las cuales se remontaban al temor inherente a la crítica. Dentro de mí, algo me dijo: «No puedes hacerlo, el trabajo es excesivo y exige demasiado tiempo, ¿qué pensarán tus parientes de ti? ¿Cómo te ganarás la vida? Nadie ha organizado jamás una filosofía del éxito, ¿qué derecho tienes a pensar que puedes hacerlo? ¿Quién eres tú, en cualquier caso, para apuntar tan alto? Recuerda tu humilde nacimiento, ¿qué sabes tú acerca de la filosofía? La gente pensará que estás loco (y lo pensaron), ¿por qué no lo ha hecho otra persona antes que tú?». Estas y otras muchas preguntas cruzaron rápidamente por mi mente y exigieron mi atención. Parecía como si, de repente, todo el mundo hubiera vuelto su atención hacia mí, con el propósito de ridiculizarme para que abandonase todo deseo de llevar a cabo la sugerencia del señor Carnegie.
Dispuse de una excelente oportunidad, allí mismo, en ese momento, para matar toda ambición antes de recuperar el control sobre mí mismo. Más tarde, después de haber analizado a miles de personas, descubrí que casi todas las ideas nacen muertas, y necesitan que se les inyecte el aire de la vida por medio de planes definidos de acción inmediata. La mejor ocasión para cuidar una idea es el momento en que nace. Cada minuto que ésta vive le proporciona una mejor oportunidad de sobrevivir. El temor a la crítica se encuentra en el fondo de la destrucción de la mayoría de las ideas, que nunca alcanzarán la fase de planificación y puesta en práctica.