Todo lo que usted necesita es una buena idea

La respuesta se expone en una descripción de trece principios, pero recuerde, a medida que vaya leyendo, que la respuesta que quizás usted está buscando a las preguntas que le han hecho reflexionar en los misterios de la vida, puede encontrarla en usted mismo, a través de alguna idea, plan o propósito que tal vez surja en su cerebro durante la lectura.

Una buena idea es todo lo que se necesita para alcanzar el éxito. Los principios descritos en este libro contienen medios y maneras de crear ideas útiles.

Antes de seguir adelante con nuestro enfoque para describir esos principios, creemos que merece la pena recibir esta importante sugerencia: Cuando las riquezas empiezan a aparecer, lo hacen con tanta rapidez, y en tal abundancia, que uno se pregunta dónde habían estado escondidas durante todos esos años de necesidad. Ésta es una afirmación sorprendente, y tanto más si tenemos en cuenta la creencia popular de que la riqueza premia sólo a quienes trabajan mucho durante mucho tiempo.

Cuando usted comience a pensar y a hacerse rico, observará que la riqueza empieza a partir de un estado mental, con un propósito definido, con poco trabajo duro, o sin ninguno. Usted, o cualquier otra persona, puede estar interesado en saber cómo adquirir ese estado mental que atraerá la riqueza. He pasado veinticinco años investigando porque también yo quería saber «cómo los ricos llegan a ser ricos».

Sin esa investigación, este libro no podría haberse escrito.

Observemos aquí una verdad muy significativa, a saber: la depresión empresarial comenzó en 1929 y continuó hasta alcanzar un récord histórico de destrucción, hasta algún tiempo después de que el presidente Roosevelt asumiera el cargo. Entonces la depresión empezó a desvanecerse en la nada. Así como un electricista en un teatro enciende las luces tan gradualmente que la oscuridad se transmuta en luz antes de que te des cuenta, así el hechizo de miedo en las mentes de la gente se desvaneció gradualmente y se convirtió en fe.

Observe con mucha atención, tan pronto como domine los principios de esta manera de pensar, y empiece a seguir las instrucciones para aplicar esos principios, que su nivel económico empezará a crecer, y que todo lo que usted toque comenzará a transmutarse en haberes de su propio beneficio. ¿Imposible? ¡De ninguna manera!

Una de las mayores debilidades de la especie humana es la típica familiaridad del hombre con la palabra «imposible». Él conoce todas las reglas que no darán resultado. Sabe todas las cosas que no se pueden hacer. Este libro se escribió para quienes buscan las reglas que han hecho de otros personas de provecho, y están dispuestos a jugárselo todo con esas reglas.

Hace muchos años compré un excelente diccionario. Lo primero que hice fue buscar la palabra "imposible" y recortarla cuidadosamente del libro. No sería imprudente que lo hicieras.

El éxito llega a aquellos que se vuelven conscientes del éxito.

El fracaso les llega a aquellos que con indiferencia se permiten volverse conscientes del fracaso.

El objetivo de este libro es ayudar a todos los que lo buscan a aprender el arte de cambiar sus mentes de una conciencia de fracaso a una conciencia de éxito.

Otra debilidad que se encuentra en conjunto en demasiadas personas es el hábito de medirlo todo, y a todos, por sus propias impresiones y creencias. Quienes lean esto creerán que jamás podrán pensar y hacerse ricos, porque sus hábitos de pensamiento se han empantanado en la pobreza, el deseo, la miseria, los errores y el fracaso.

Estas personas desafortunadas me recuerdan a un chino distinguido, que fue a Estados Unidos a recibir una educación americana. Acudía a la Universidad de Chicago. Un día, el presidente Harper se encontró con ese joven oriental en el campus, se detuvo a charlar con él unos minutos, y le preguntó qué le había impresionado como la característica más notable del pueblo estadounidense.

“Vaya”, exclamó el hombre, “la extraña inclinación de tus ojos. ¡Tus ojos están desviados!

¿Qué decimos de los chinos?

Nos negamos a creer lo que no entendemos. Pensamos tontamente que nuestras propias limitaciones son el patrón adecuado de las limitaciones. Por supuesto, los ojos de los demás «son rarísimos», porque no son iguales a los nuestros.