La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.
Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.
Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.
Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.
Ya no busco, pierdo...
Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.
No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.
Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa su ruda caída en el día.
Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento.
Cada origen decretará la abolición del yo.
Es entonces cuando la respiración será verde.
Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema.
Tú lo sabes, cuerpo estremecido:
No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.