El papel de la duda y la incertidumbre

La cosa más hermosa que podemos experimentar es el misterio.

Albert Einstein

La existencia es frágil y cambiante. Siempre es impredecible y llena de dudas. Sin embargo, estas dudas no tienen que ser negativas. Si conociéramos todas las cosas sobre nuestra vida, desaparecería gran parte de la magia que hay en ella. La duda trae consigo el elemento de sorpresa, de novedad continua. La gente sensible e inteligente siempre duda. La considera una influencia positiva para la espontaneidad y el crecimiento continuo. Es el elemento de incertidumbre el que añade sal a la vida. Qué diferente sería si pudiéramos predecir el mañana con precisión. Que aburrido sería nuestro mundo. Pero la vida no es así, siempre está llena de preguntas. Nos demuestra dramáticamente que no podemos estar seguros de nada. No podemos saber ni siquiera lo que nos traerá el siguiente momento. Esto ocasiona que la mayoría de nosotros pasemos gran parte de nuestra vida preocupados por lo que vendrá, lo cual casi en su totalidad está más allá de nuestro control.

Parece no importar que gran parte de lo que nos preocupa, de todas maneras no llega a suceder. . . y seguimos preocupándonos.

Todos hemos sentido, en un momento o en otro, que si las personas y las cosas fueran más predecibles, encontraríamos finalmente un poco de paz y seguridad. En realidad no descubriríamos tal estado de sueños, ya que no existe permanencia ni seguridad, ni el concepto de ‘‘para siempre”. Todo es perecedero y está en constante cambio. De hecho, esto también es lo que se le entiende por el “proceso de vida”.

Y aun a sabiendas de que es así, la mayoría de nosotros todavía luchamos por dominar la duda convirtiéndonos en planificadores profesionales, e inflexiblemente nos programamos con meses y hasta años de anticipación. Queremos asegurar el futuro. Definitivamente hay alegría en la planeación e inclusive hay necesidad de ella, pero con frecuencia no es tan necesaria. Como dice Bums: “Los mejores planes de los ratones y los hombres con frecuencia son malogrados; y nos dejan sólo pena y dolor en vez del gozo prometido”.

Las cosas rara vez ocurren de la manera en que se planearon. Los sueños no realizados son la principal causa del dolor inútil. Quizá si estuviéramos más dispuestos a dejar que la gente, las situaciones y el mañana contaran sus propios cuentos, éstas traerían consigo un nuevo elemento de entusiasmo en nuestra vida altamente estructuraba.

Además, nos podrían ayudar a evitar muchas preocupaciones y desilusiones inútiles.

La duda y la incertidumbre a menudo ocasionan que nos dediquemos al proceso de buscar externamente la fuerza y los controles. Amasamos fortunas, escalamos desesperadamente peldaños de poder, recolectamos títulos de prestigio, todo con la esperanza de superar nuestro temor hacia lo desconocido y adquirir un cierto sentimiento de seguridad. Admiramos en secreto a los poderosos, emulamos el éxito y seguimos a aquellos que parecen seguros de sí. Estamos convencidos de que si tuviéramos su dinero, su fama y su fortaleza, nuestras dudas y temores se desvanecerían. Sin embargo, la desolación nos acosa cuando nos damos cuenta de que aunque seamos más ricos, aunque la fama sea nuestra, aunque tengamos poder, nada ha cambiado gran cosa. Simplemente hemos adquirido nuevas ansiedades y dudas diferentes. La vida y el mundo, por su misma naturaleza, siempre serán una incógnita. No hay otra alternativa más que aceptarlo así. En esto radica la única certeza, que sólo podemos estar seguros de la incertidumbre.

Para funcionar plenamente, entonces, debemos estar tan dispuestos a aceptar lo nuevo como aceptamos la comodidad de lo viejo, sin temer a lo inesperado, de la misma manera en que nos sentimos falsamente seguros en lo planeado.