«Soy el hombre más feliz de la Tierra. Tengo en mí aquello que puede convertir la pobreza en riqueza, la adversidad en prosperidad. Soy más invulnerable que Aquiles; el destino no puede conmigo», aseguraba sir Thomas Brown a mediados del siglo XVII. ¿Qué extraordinaria máquina poseía este hombre en su cabeza?, se pregunta el psicólogo Daniel Gilbert. La respuesta a esta pregunta ha llevado a uno de los psicólogos más populares de nuestro siglo a sistematizar y facilitarnos las claves de la felicidad. No resulta fácil, advierte, porque a nuestro cerebro programado para sobrevivir le interesa más la supervivencia que la felicidad, y suele engañarnos en este sentido... pero tenemos en nuestra cabeza todos los recursos necesarios para fabricar felicidad.
Esta capacidad humana universal es lo que Dan Gilbert llama felicidad sintética.
Entonces ¿por qué no somos capaces de usarla a voluntad? Veamos algunas de las trampas más corrientes en las que tropezamos...
Es fácil, y por tanto tentador, dedicar toda nuestra atención y energía a lo que los psicólogos llaman felicidad natural, es decir, la felicidad fácil e inmediata que nosembarga cuando conseguimos lo que queremos: enamorarnos, una promoción, un nuevo coche, una casa, un hijo buscado, un premio... Estamos convencidos de que ese es el tipo supremo de felicidad, y en nuestra sociedad de consumo nos educan y entrenan para anhelarlo, esperarlo... o intentar adquirirlo.
Sin embargo, advierte Gilbert, cuando vivimos exclusivamente a la espera de este tipo de felicidad, abonamos un terreno en el que crecen, como las malas hierbas, las frustraciones, las envidias, las comparaciones y la sensación de vacío y de fracaso cuando la felicidad no llega como tú la esperabas. Para fabricar tu propia felicidad, elige las experiencias, las relaciones humanas, las aficiones, los logros que te motivan y te apasionan y que solo dependen de ti.
No solo tenemos más fuentes de felicidad de las que solemos utilizar, además, somos mucho más resistentes, o resilientes, a la infelicidad cuando esta llega que lo que creemos ser. Tenemos, explica Daniel Gilbert, un sistema inmunológico psicológico parecido a nuestro sistema inmunológico físico: nuestra mente es elástica y adaptable, capaz de sobreponerse a problemas, decepciones y traumas cuando estos nos golpean. Tememos siempre los infortunios, pero la realidad es que los humanos somos mucho más fuertes de lo que creemos ser.
Sin embargo, nuestro sistema inmunológico psicológico tiene un fallo: funciona bien para los grandes traumas, pero menos bien para las cosas pequeñas. Estamos programados para superar pérdidas y enfermedades que nos aterraban antes de sufrirlas, pero en cambio nuestro sistema inmunológico no se molesta por las cosas pequeñas, por el cúmulo de trivialidades o pequeños contratiempos que nos acechan a diario, y que tanto nos desgastan.
Los estudios sugieren que una persona que ha sufrido un grave accidente y una persona que ha ganado la lotería regresan al cabo de un año a niveles de felicidad parecidos. ¿Por qué? Por una parte, está lo que los psicólogos llaman la habituación hedonística, nuestra capacidad de adaptarnos a las circunstancias, para bien y para mal. Por otra, nuestra mente es como un simulador de experiencias.¿Por qué? Nuestra mente es como un simulador de experiencias que tiende a funcionar mal. Creemos que un examen, un amor, una promoción o una enfermedad tendrán un impacto grande en nuestra vida a la larga, y el cerebro le presta una atención casi plena durante un tiempo. Poco a poco, sin embargo, la mente se acostumbra a su cambio de circunstancias, y vuelve a tener en consideración todo lo que engloba una vida: la familia, el trabajo, los pequeños placeres, los pequeños disgustos, la soledad, la depresión, la amistad, estar vivos a pesar de todo, un paseo en la playa, la buena mesa... Entonces seguimos siendo muy parecidos a cómo éramos antes del evento importante: los que no eran felices con sus parejas siguen frustrados y dolidos, los que disfrutaban de la compañía de sus amigos e hijos, o de una afición, recuperan esa alegría después del evento.
Por eso, si quieres predecir el nivel de felicidad de una persona, fíjate en cómo gestiona las cosas pequeñas. Somos naturalmente buenos gestionando los traumas, pero lo que mejor predice nuestra capacidad para ser felices es cómo gestionamos los pequeños contratiempos y decepciones con los que lidiamos a diario.