Hierocles sugiere que para practicar este viaje por los círculos de empatía hagamos algo sencillo: llamar «hermano» o «hermana» a las personas que nos rodean. La psicología de nuevo le da la razón: a fuerza de repetir que los demás son hermanos, terminamos actuando como si lo fuesen de verdad. Y es que en el fondo... ¡lo son!
Es nuestra gota de agua para lograr un mundo más justo y fraternal.