Martin Seligman: ¿Qué es una buena vida?

Pocas personas se han enfrentado a la eterna pregunta de cómo lograr ser felices y vivir una buena vida con tanto rigor y dedicación como el doctor Martin Seligman. En 1998, cuando era presidente de la Asociación Americana de Psicólogos, hizo un sonado llamamiento a sus colegas para «empezar a centrarse y comprender y consolidar las fortalezas humanas». Fue el pistoletazo de salida a la escuela de psicología positiva, que recomienda descubrir y fomentar aquello que despierta la generosidad humana, la valentía o la creatividad, lo que podría llamarse el arte-ciencia de la felicidad.

Tradicionalmente, la psicoterapia clásica tal y como la sistematizó Sigmund Freud, consideraba a los humanos seres problemáticos y angustiados que necesitan ayuda y reparaciones. El llamamiento de Martin Seligman chocó con la práctica clínica vigente desde hacía décadas, como se podía ver en el libro de referencia de psiquiatras y psicólogos clínicos, el DSM, que dedica miles de entradas a hablar de la ansiedad, la depresión, la culpabilidad, la ira, la vergüenza y el miedo..., pero apenas nada acerca de la esperanza y la alegría, y muy poco acerca de la compasión, el perdón o el amor.

La psicología positiva, en cambio, se apoya en la neurociencia y en la investigación psicológica para generar herramientas y conceptos que puedan ayudar a las personas a gestionar su día a día, a consolidar su inteligencia emocional y a comprender y prevenir los tropiezos y debilidades humanas que forman parte de nuestra psique, pero que podemos aprender, en buena medida, a gestionar. «Nuestra forma de pensar no tiene por qué ser para siempre. Uno de los descubrimientos más importantes de la psicología en los últimos veinte años es que las personas pueden elegir como piensan.

Lo que queremos no es un optimismo ciego, sino un optimismo flexible, un optimismo con los ojos abiertos. Tenemos que ser capaces de usar el sentido de la realidad del pesimismo cuando lo necesitamos, sin tener que atascarnos en sus sombras oscuras. Mi definición de optimismo es creer que los reveses son normales y que puedes superarlos con tus propias acciones», dice Seligman.

Los humanos podemos vivir una vida placentera, es decir, una vida centrada en los placeres físicos, la gratificación y el compañerismo; una vida buena, centrada en el descubrimiento y utilización creativa de nuestras virtudes y fortalezas, o bien una vida valiosa, cuando ponemos nuestras fortalezas al servicio de algo más grande que nosotros mismos.

Una de las teorías más interesantes sobre la felicidad humana desarrollada por Seligman es la de las tres dimensiones vitales en las que podemos elegir vivir y cultivar la felicidad. Los humanos, afirma, podemos vivir una vida placentera, es decir, una vida centrada en los placeres físicos, la gratificación y el compañerismo; una vida buena (centrada en el descubrimiento y utilización creativa de nuestras virtudes y fortalezas), o bien una vida valiosa (cuando ponemos nuestras fortalezas al servicio de algo más grande que nosotros mismos). Podemos mantenernos en cualquiera de estos estadios o alcanzar cualquiera de los dos siguientes.

Esta teoría, apoyada en años de investigaciones, tiene la ventaja de reconciliar dos enfoques enfrentados acerca de la felicidad humana: el enfoque más individualista —que insiste en la importancia de cuidar de nosotros mismos y de nuestras fortalezas— y una visión más altruista, que valora el sacrificio individual por un bien más alto.

Contrariamente a lo creído hasta hace pocos años, ahora sabemos a ciencia cierta que las emociones positivas no son un lujo biológico, algo buenista, sino que son imprescindibles para tener una buena salud mental y emocional. Sin embargo, numerosos estudios muestran que la gran mayoría de las personas siguen creyendo que trabajar nuestras debilidades es más importante que trabajar nuestras fortalezas. Y es que tenemos un cerebro programado para sobrevivir que ha evolucionado para la supervivencia y la reproducción, no para la felicidad. Esto nos hace muy sentibles a las emociones negativas, que agrandamos y memorizamos más fácilmente que las positivas. Por ello, muchas de las propuestas de la escuela de psicología positiva tienen que ver con entrenar el cerebro en positivo, con pequeños ejercicios que fortalecen la mente como un músculo, como este que propone Martin Seligman:

«Por razones evolutivas poderosas, a la mayoría de nosotros se nos da mejor analizar los eventos negativos que los positivos. Para superar el sesgo pesimista de nuestro cerebro, necesitamos practicar nuestra habilidad para pensar en las cosas positivas: cada noche durante una semana, dedica diez minutos antes de ir a dormir a anotar tres cosas que te han salido bien ese día, y también apunta por qué salieron bien. Puedes usar un diario o el ordenador, pero es importante tener un registro físico de lo que escribas. Las tres cosas no necesitan ser llamativas o importantes —“mi amigo me ha comprado mi helado favorito cuando venía de camino a casa"—, pero pueden serlo ("Mi hermana acaba de dar a luz a un bebé").»

Si has escrito que tu amigo te ha comprado helado, por ejemplo, apunta también por qué lo ha hecho: "Porque mi amigo a veces es muy detallista" o "Porque le he llamado al trabajo para recordarle que pasara por el supermercado”. Escribir acerca de por qué ocurren cosas buenas en tu vida puede resultarte extraño al principio, pero si lo haces durante una semana se te hará más fácil».

Seligman asegura que este ejercicio no solo nos hace sentir más felices, sino que puede causar verdadera adicción.