¿Cómo has llegado a esta conclusión? Probablemente lo hayas hecho en base a lo que te han dicho los demás, y también por tu propia experiencia de vida, que ha ido poniendo a prueba tus limitaciones y fortalezas.
Puede que hayas tardado un poco en decidir quién eres, pero una vez que lo has tenido claro, para bien o para mal, habrás intentado ser leal y coherente con esa persona que crees ser. ¡Es lo que nos pasa a casi todos! ¡Aunque tropecemos una y otra vez en la misma piedra, nos resignamos!: «Así soy yo, yo siempre hago las cosas igual».
El gran filósofo chino Mencio se dio cuenta, hace ya miles de años, de que preguntarse «¿cómo soy?» es algo engañoso, que no nos sirve. ¿Por qué? Porque todo cambia constantemente, incluidos nosotros mismos.
Los humanos preferimos pensar que todo, incluido nosotros, es estable y está controlado, porque eso nos ofrece seguridad y tranquilidad en un mundo inestable:
«Yo, lo que a mí me gusta, mis debilidades, mis fortalezas, lo que hago bien, lo que hago mal...». Nuestra vida termina girando en torno a esa persona estable y rígida que hemos decidido que nos representa.
Mencio nos advierte de que esta forma de pensar, aunque sea muy corriente y la que nuestro cerebro prefiere, en realidad está equivocada. ¿Qué estás describiendo cuando te describes a ti mismo? Solo estás describiendo una serie de patrones decomportamiento: tus costumbres, tus preferencias, tu forma automática de responder, de enfadarte, de enamorarte, de relacionarte, de trabajar...Son cosas que has aprendido a lo largo de una vida en la que te has dejado llevar por reacciones más o menos automáticas: «Yo nunca me enfrento a mis padres», «Yo siempre hago la siesta los domingos», «A mí no me gusta que me hablen antes de tomarme el café»,
«Me pone nervioso que me metan prisa», «Soy impuntual», «Me gusta decir siempre la verdad», «No me gusta que me dejen sola», «Yo no me caso con nadie».
Cuando hablas así, estás describiendo cómo te comportas a diario, nada más.
El problema es que cuando te identificas con tus costumbres, te encierras en esa maraña de rutina. Cuando te encierras en comportamientos inamovibles —«¡ese soy
yo! ¡yo soy así!»— te estás negando la posibilidad de hacer las cosas de otra manera, es decir, de elegir ser otra persona.
Eso, nos dice Mencio, es como meterse en una jaula: te vuelves prisionero de unos comportamientos que, si quisieras, podrías cambiar. Y es que en realidad el mundo está abierto al cambio y lleno de oportunidades, para que, si tú quieres, lo explores y pruebes formas diferentes de hacer, de comportarte. De pensar.
Mencio nos sugiere cómo podemos salir de nuestra jaula de costumbres. Nos dice:
« Sé cómo un granjero que cultiva sus tierras».
¡Es una hermosa invitación! Piénsalo: un granjero tiene tierras, y esas tierras tienen una determinada composición y están expuestas a un cierto clima. Eso es como tu genética: naces con ella.
Pero eso es solo el principio: un buen granjero es alguien activo, que conoce sus tierras y las condiciones en las que trabaja, yadapta sus cuidados para que esas tierras sean lo más fértiles posible. ¡Está a la escucha de sus campos! Previene las plagas, labra la tierra, la abona si hace falta o la deja reposar cuando lo necesita; planta buenas semillas y las protege de las inclemencias, hasta que brotan. Un buen granjero mira al cielo buscando señales de granizo, de inclemencias, de sequía... Decide cuándo quiere cosechar. Está abierto a las señales discretas de la naturaleza para poder anticiparse, prevenir o fluir con los cambios.