Una de las sugerencias de Zhuangzi para que te entrenes con el fin de romper perspectivas es que te formules preguntas que empiecen por «¿y si...?»: ¿Qué pasaría si fueras una mariposa que sueña que es un ser humano? Esto te permite suspender la realidad tal y como la experimentas, para entrar en un universo alternativo. La clave es romper la perspectiva. Todos los momentos pueden ser creativos y espontáneos cuando experimentamos el mundo como un lugar abierto y expansivo, en lugar de limitarnos a pensar de forma abierta durante solo unos minutos. La única manera de llegar a adoptar esta perspectiva es cultivar tu capacidad de imaginarte que trasciendes tu propia experiencia.
Nos centramos en las cosas basándonos en nuestros patrones habituales de atención. Por la mañana, cuando vamos a trabajar, nos fijamos en la radio, en la entrada de nuestro parking... Si una bandada de pájaros migratorios pasa por encima de nuestra cabeza, no nos damos cuenta, porque nuestros hábitos limitan lo que podemos ver, observar, sentir y conocer.
Por ejemplo, cuando vayas a pasear, imagina que eres un perro (absolutamente receptivo a todos los olores), un niño de guardería, una abuela... Si eres una mujer, imagina que eres un hombre; o si eres joven, mira el mundo como si fueras mayor. O imagínate que eres un artista, una persona pobre, un aliado tuyo o, por el contrario, una adversaria.
Puedes practicar el wu-wei, entrenar la espontaneidad con cualquier actividad: cuando planchas una camisa, cuando tienes la gripe (lo que te permite pasar un día en la cama), cuando un compromiso se rompe y te abre la puerta a un nuevo futuro... En el momento en que te acercas a la vida con los brazos abiertos, nos dicen los sabios orientales, consigues alinearte completamente con el Camino.
Pero la naturaleza habla un idioma tan sutil que a veces nos cuesta percibir su canción, su magia. Ante las alabanzas frente a cómo tocaba el violín, el maestro Yehudi Menuhin replicaba: «Eso que os parece un milagro es lo que hacen los pájaros cada día». Los árboles tienen su propia canción. Las raíces se nutren de los hongos simbióticos. Las hojas olfatean el aire y emiten alertas químicas para que las orugas controlen a los parásitos. Los pájaros dispersan las semillas. Las células fotosintéticas hacen suyo el poder del sol. Todo está relacionado, ninguna frontera o condición es inmutable en el mundo natural. Enseñar a los niños a sentir la naturaleza y nuestras interrelaciones, tan antiguas como la vida misma, es una necesidad imprescindible, tal vez la más urgente.
La vida entera gira en torno a nuestras relaciones: a cómo nos cuidamos, ayudamos y reforzamos los unos a los otros, consciente e inconscientemente. Y los niños asumen esta gran lección de vida cuando aprenden a escuchar, contemplar, respetar, cuidar y sentirse parte del mundo que les rodea.
Una perspectiva ilimitada y una espontaneidad entrenada: así es como podemos abrazar mucho más del cosmos que cualquier otra criatura debido a nuestra gran capacidad de imaginación. Llegamos allí solo con el trabajo constante de mantenernos abiertos a todo, convirtiéndonos en una parte activa de la transformación de las cosas.
«Deja que tu corazón libre vague entre las cosas; entrégate a lo inevitable y nutre tu propio centro. Es la más alta perfección.»
ZhuangZi