Supongamos que estamos hablando con una persona que, consciente o inconsciente, es alguien que nos produce rechazo. En cuanto percibimos esa sensación de fobia ya tenemos el material necesario para hacer la limpieza de esa emoción nuestra. Y digo nuestra porque poco importa que el sentimiento sea reciproco. Además, no entraremos en considerar el motivo de ese rechazo ni en evaluar el comportamiento de esa persona porque no nos hace falta para lo que pretendemos, que es que nuestro desagrado se diluya. Como íbamos diciendo, en cuanto descubrimos la emoción, “pulsamos el dispositivo” dirigiendo el efecto hacia esa persona. Ya sabemos que cuando nos hacemos conscientes del desagrado debemos aprovechar el momento. Y no solamente con las personas detectamos la emoción dañina. Muchas veces algunos animales, objetos, pensamientos, etc. nos descubren fobias que también deben ser tratadas de la misma manera.
Idénticamente tendremos que actuar cuando los medios de comunicación nos sorprendan con escenas o imágenes que nos cuesta trabajo soportar. Utilicemos el instante que tardaríamos en “cambiar de canal” o “pasar la página”, para ejecutar la misma acción y dirigirla a la imagen en cuestión. Observaremos cómo el sufrimiento se trasformará solamente en compasión o dolor y ya sabemos que estos no son de naturaleza enfermiza.
Las preocupaciones debemos tratarlas de una forma similar. Supongamos que alguien a quien queremos mucho se ha ido de viaje y constantemente nos martiriza el pensamiento de que podría tener un accidente. Podemos “pulsar el dispositivo” dirigiendo la intención directamente a la idea misma, pero como eso resulta dificultoso por la ambigüedad del posible hecho y como, además, la visualización de un hipotético accidente implicaría mucha resistencia, podemos, en este caso, utilizar la presión que, con estas preocupaciones, se suelen producir en el pecho o en la cabeza, como el "objeto" hacia donde dirigir la acción o incluso, dirigirla a la imagen mental de la persona en concreto.
Podemos hacer lo mismo con cualquier otro tipo de miedo. Lo fundamental es su identificación; una vez que tenemos localizada la emoción habremos conseguido lo único necesario para poder aplicar el tratamiento. Siempre que nos sorprendamos en actitud de miedo debemos utilizar la técnica. Si el miedo lo sentimos en el pecho “pulsamos el dispositivo” y permitimos que la Energía salga por él hacia fuera sin más, dejándola fluir y fluir aunque no la dirijamos hacia ningún lugar en concreto.
También podemos tratarnos lo vituperable –esa parte del cuerpo emocional de la que nos avergonzamos porque nos hace temer ser una mala persona– dirigiendo la Energía a escenas o deseos que despiertan en nosotros sentimientos de los que queremos huir porque nos avergonzamos de ellos. Porque la huida, si es que la conseguimos, no impedirá que vuelvan a presentársenos, más tarde, una y otra vez, si no que por el contrario, cuanto más le neguemos la salida a la emoción, con mayor insistencia nos seguirán atormentando. En lugar de evadirnos, hemos de aceptar. Aceptar que por alguna razón esas sensaciones están formando parte nuestra aunque nosotros no lo deseemos o no podamos entenderlo. En esa parcela del cuerpo emocional es donde residen nuestros instintos más bajos y contiene una energía muy potente que no encuentra modo de expresarse ya que continuamente la estamos comprimiendo. Al tratarla con aceptación y Amor nos aportará una gran liberación.
Podemos también tratarnos a nosotros mismos utilizando el reflejo de nuestra imagen física en el espejo o en un cristal, –cuando, por ejemplo, vamos por la calle y vemos reflejada en un escaparate una imagen nuestra que no nos gusta– para equilibrar nuestra autoestima y aceptarnos tal cual somos y no tal como nos percibimos. Esto lo haremos de la misma manera: en cuanto descubramos el rechazo o la vanidad de nuestra propia imagen, ya podemos “pulsar el dispositivo” y dirigir la intención al reflejo de nuestra propia imagen hasta conseguir liberarnos de todas esas impresiones mentales que dicen: «estoy gordo», «estoy demacrado», «estoy guapísimo» etc. A través de esas posturas, el cuerpo emocional intenta controlar las percepciones de nuestro cuerpo físico y tenemos que atravesar todas esas impresiones descristalizándolas con nuestro Amor, para conseguir estar por encima del juicio al que la mente nos induce para contentar al cuerpo emocional. Nos terminaremos gustando sin necesidad de forzar nada, aceptándonos y sintiéndonos hermosos tal cual somos, logrando, además, aceptar de igual manera a los demás. Esa actitud nuestra, se mostrará al exterior consiguiendo que las demás personas nos perciban del mismo modo que nosotros lo hacemos y, aunque así no fuera, para nosotros, el juicio o la actitud ajena, carecerá ya de importancia.
Cuando queramos aplicar la técnica para una dolencia física nuestra, hemos de dirigir la acción del tratamiento a la zona enferma. Por ejemplo, supongamos que nos duele un pie. Nos hacemos conscientes del dolor y sin huir de él, “pulsamos el dispositivo” y permitimos que su acción actúe sobre la parte del cuerpo que lo necesita. El tiempo de mantenimiento depende de las condiciones mentales de cada uno y de nuestro adiestramiento, porque cuanto más nos prodiguemos en utilizar este mecanismo de sanación, más hábiles nos convertiremos en su manejo y más rápidamente aparecerán las respuestas. Sugiero que si al principio nos cuesta más trabajo mantener la atención el tiempo suficiente, hagamos breves intervenciones repitiéndolas una y otra vez hasta que aparezcan los resultados, con la convicción de que al desaparecer el síntoma, también lo hará la causa que lo produce.
La insistencia y la confianza en el poder de la mente y de la Energía serán imprescindibles. De esta manera podremos incluso anestesiar cualquier parte dolorida de nuestro cuerpo con sólo repetir varias veces, por ejemplo: “mi pie está anestesiado y lo seguirá estando durante una hora, seis horas, un día, hasta que se restablezca por completo...”, lo que consideremos oportuno.
Al tener la seguridad de que nuestro cuerpo obedece las órdenes que se les dictamos conscientemente, tomaremos su control a través de las señales que nos llegan como respuestas físicas a las alteraciones internas. Como nuestro cuerpo está continuamente enviándonos mensajes de sus disfunciones, utilizaremos estos síntomas, para sanarnos, transformando cada dolencia o molestia en una “orden” de solución al desequilibrio energético que la produce.
Sabiendo que cada disfunción física corresponde a un desequilibrio o bloqueo energético; sabemos también que tenemos la posibilidad de corregir el mismo, con la Energía que continuamente tenemos a nuestra disposición y que dirigimos con la colaboración del poder creador de nuestro pensamiento.
En ocasiones, aunque lo que nos duela sea, por ejemplo, una rodilla, a la vez, se nos instala un desconsuelo en el pecho, en la cabeza o en la boca del estómago. Por ese motivo cuando queramos “tratarnos” una dolencia física, que contenga ese doble síntoma, podemos hacerlo dirigiendo la intención, además de a esa rodilla directamente, a donde se refleja la otra sensación, intercalando ambos lados. También podemos intensificar la acción poniéndonos las manos.
Al tratar nuestras dolencias físicas podemos usar el torrente energético a través del interior de nuestro cuerpo, haciendo que se expanda desde el plexo solar, por dentro de nosotros, hasta la zona donde resida la dolencia y desde ahí la hacemos irradiar hacia fuera.
Podemos también utilizar este sistema para trabajar en grupo. Por ejemplo, haciendo un circulo de varias personas cogidas de las manos y metiendo en él, mentalmente, las preocupaciones, los deseos, los dolores, los miedos, las enfermedades, las catástrofes, el planeta, etc., etc., y “dirigir la acción” hacia el interior del círculo.
La mejor manera de ayudar a otras personas es enseñándoles lo que hemos aprendido para que ellas, a su vez, se sienta atraídas y quieran aprender. Pero hay veces que el desequilibrio físico es ya tan grande, en algunas personas, que aun poniendo todo su empeño, son incapaces de trascender el campo de las resistencias para frenar los procesos de su enfermedad y aun comprendiendo el sistema del que aquí se habla y aceptando su poder, no pueden ponerlo en marcha. En esos casos debemos transmitirles serenidad y aceptación para que, al menos, la desesperación no agrave aún más la situación en que se encuentren.
Podemos ayudarles canalizando la Energía de la misma forma que ya conocemos y llevándola desde nuestro plexo solar hasta nuestras manos e irradiarla a través de ellas. Los tratamientos de Reiki, que consisten en recorrer todo el cuerpo con las manos, en unas posiciones determinadas, pueden ayudar mucho. Pero por muy enferma que se encuentre una persona siempre hay que inculcarle el mantenimiento de la esperanza, porque la Energía Divina, el poder del pensamiento y el deseo de sanarse tienen una misteriosa autoridad sobre el cuerpo, obrando “maravillas” en determinados casos, y cuando nadie se lo espera puede surgir lo que solemos llamar “milagro” y que no es más que una respuesta biológica natural, por el momento, imposible de explicar. Siempre es el propio ser humano, desde su interior y, con la ayuda divina, de la que todos disponemos, quien permite y, por lo tanto, realiza su propia curación. Ayudar a los enfermos a conscienciarse de ello es la mejor manera de auxiliarlos.
Cuando nos encontremos en un estado en que las cosas nos van mal y no sepamos cómo arreglarlas debemos “pulsar el dispositivo” y permitir que la Energía fluya y fluya hacia fuera sin que haga falta ningún "objeto" hacia donde enfocarla. Simplemente fusionando la Energía que entra con la que sale y con la convicción de estar haciendo lo mejor que podemos hacer.
También podemos utilizar este sistema para entrar en estado de meditación de la siguiente manera: “pulsar el dispositivo” y en lugar de irradiar la Energía hacia fuera a través del plexo solar, la dispersamos desde él por el interior de nuestro cuerpo haciendo que se irradie hacia fuera a través de todos los poros de nuestra piel, de manera que nos convirtamos en una especie de antorcha irradiando en todas direcciones, pudiendo sentir que esa Energía se expande, desde el punto del planeta en el que nos encontremos, y cubre todo el globo terráqueo, y se extiende por todo el sistema solar y el universo entero en una fusión y expansión infinita e indescriptible.
Las situaciones de ficción, como pueden ser el teatro, el cine, una novela, etc., también podemos y debemos utilizarlas para hacer este ejercicio de limpieza emocional. Principalmente porque gracias a la riqueza de los personajes, aparecen en ellas multitud de eventos exagerados que suceden en muy corto espacio de tiempo y desencadenan en nosotros emociones contradictorias exteriorizadas con mucha nitidez, y como, además, realizamos estas actividades en nuestro tiempo de ocio, las condiciones mentales de atención para observar nuestras reacciones, son más favorables que cuando estamos sumidos en actividades que requieren toda nuestra atención para ser ejecutadas.
Debemos aprovechar esas oportunidades para dirigir la Energía irradiando desde nuestro plexo solar a los personajes que nos causan más repulsa y que, aunque no sean reales, consiguen provocarnos reacciones emocionales muy intensas, que corresponden a esas cargas energéticas, inconscientes, que tanto poder ejercen sobre nosotros. Ya sabemos que al tratarnos, de esa manera, estaremos consumando una doble labor: por una parte, nuestra emoción de rechazo se mitigará, pudiendo observar los hechos con ecuanimidad, preservándonos de entrar en energías de baja vibración y, por otra, estaremos transformando energías inferiores, en la poderosa Energía del Amor. Y aunque no podamos demostrarnos que, efectivamente, eso se traduce en una aportación benéfica para el “conjunto”; sí podremos comprobar el efecto inmediato que se produce en nosotros y que, consecuentemente, contribuirá a generarnos una respuesta biológica positiva.
En cuanto nos entregamos y concentramos nuestra atención y nuestra intencionalidad, podemos escuchar las respuestas de nuestro Yo superior. Y cuanto más insistamos, tanto mejor traduciremos sus mensajes. Seremos capaces de percibir la totalidad, de manera que cuando hagamos una pregunta podamos encontrar la respuesta en nuestro interior. Comprobaremos que cada respuesta se encuentra dentro de cada pregunta. Pero para eso hay que llegar a la mente superior. Y no llegaremos a ella si permanecemos apegados a nuestras limitaciones terrenales, que nos mantienen cautivos en el círculo del miedo, haciéndonos creer que no encontraremos nada ahí fuera. Pero estamos formando parte del tejido cósmico, pulsando con todo lo que existe y cuando nos abrimos a esa gran verdad empezamos a liberamos del sufrimiento que es la consecuencia de vivir en la contracción, en la ilusión de la segregación.
Empezaremos a tener experiencias asombrosas como descubrirnos peleándonos con alguien, mientras continuamos observando con una "risita interior", porque sabremos que solamente se trata de un juego. Ocurre casi sin darnos cuenta, de repente, un día, a la vez que gritamos sucede la observación y entonces experimentamos la parte cómica de nuestras actitudes, entonces deja de tener sentido y abandonamos la representación.
Llegará un momento en que nos encontraremos en un estado muy sorprendente. Las personas que antes nos desagradaban o preocupaban ahora no nos hacen sentir “nada malo” y no estamos acostumbrados a eso. Es muy chocante empezar a vivir sin la presión emocional; se puede crear una sensación de vacío y hemos de estar preparados para ello porque esa impresión puede corresponder a una trampa mental que nos conduzca al retroceso. Si eso ocurre, también ahí, como siempre, debemos aplicar la técnica, sabiendo que solamente es un estado desconocido en el que aprenderemos a desenvolvernos.
Las emociones, hasta ahora, nos han mantenido demasiado ocupados y cuando nos faltan, podemos sentirnos aburridos o desorientados. Pero esa fase durará solamente el periodo de tiempo que tardemos en ocupar el espacio vacío que las emociones dejan, en disfrutar de muchas cosas que antes nos pasaban desapercibidas porque poníamos casi toda nuestra atención en la emoción. Es mucho el tiempo que consumimos tratando de dar explicaciones a todo lo que sucede intentando comprenderlo, pero la autentica comprensión llega cuando nos alejamos de la racionalización y nos adentramos en la observación pura permitiendo que lo observado se nos explique por sí mismo.