Seattle, Estados Unidos, un joven matrimonio conoce a un grupo de monjes tibetanos que aseguran que su pequeño hijo es la reencarnación de un buda de Bhután. Tras la incredulidad inicial, la pareja y su hijo parten hacia aquel país asiático, donde encuentran una forma de vida y unas creencias que desconocen. Es una fábula para el niño que todos llevamos dentro y abre la ventana a Occidente mostrándole la experiencia única del budismo.
La película es una clara reflexión sobre la necesidad de buscar un sentido a la vida, En el metraje los personajes encuentran la espiritualidad mediante un viaje desde el mundo occidental hasta la tierra donde Buda consiguió alcanzar la iluminación.
Tenemos dos historias que transcurren de forma paralela: la vida de Siddhārtha y la vida de Jesse. Mientras el pequeño escucha la historia del joven príncipe se descubre a sí mismo haciendo las mismas reflexiones que alcanzó Siddhārtha hasta convertirse en Buda. En este caso el aceptar el dolor, la pérdida, consigue que todos los personajes alcancen la madurez, y con ello se puedan sentir más seguros, más felices, en armonía con el mundo y la realidad que les rodea.
"El aliento se convierte en piedra; la piedra, en planta; la planta, en animal; el animal, en hombre; el hombre, en Espíritu, y el Espíritu, en un Dios”.
(Frase cabalista)