La Ley de la Unidad presenta un reto especial para los dos, porque su naturaleza trascendente sólo la hace entendible desde un estado de conciencia más elevado. La Ley de la Unidad llama a voces al gran entendimiento de que no estamos tan separados como aparentamos: en realidad todos somos un único ser, una conciencia.

La Ley de la Unidad no es fácil de entender para el pequeño yo porque no coincide con la percepción diaria. Por tanto, primero asumamos que al nivel de realidad diaria, tenemos de hecho cuerpos, mentes, y emociones separadas. Si yo tengo un pensamiento, no necesariamente surge al mismo tiempo en tu mente; si yo experimento una emoción, tú quizás no te sientas de la misma manera; si yo me golpeo la tibia, tú no sientes el dolor.

La Ley de la Unidad es una paradoja: falsa y verdadera, dependiendo de nuestro estado de conciencia. El conocimiento convencional nos dice que estamos separados; la sabiduría Superior nos informa que Todos somos Uno.
Un cambio de percepción revela que todos somos la misma Conciencia, manifestándose en cuerpos diferentes, de la misma manera que las hojas forman parte del mismo árbol. La humanidad suele olvidar esta verdad superior y centrarse sólo en nuestras diferencias aparentes, en nuestra separación aparente.

¿Qué ocurre si elegimos ver a los demás como un aspecto de nosotros mismos, percibiéndonos como Uno?

En la Unidad están todas las Leyes Espirituales: un estado de equilibrio y ecuanimidad, una fe perfecta en las elecciones que haces y en el proceso de tu vida, la paciencia necesaria mientras andas paso a paso en el presente eterno, la compasión por todos los otros, partes de ti, aspectos de tu Ser.

Tú estás en cada acto de amabilidad y crueldad, de cobardía y coraje. Uno y muchos, altos y bajos, desagradables y dulces, tú eres la Tierra, y todo el espacio por encima y por debajo.

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