Cuando somos niños, nos hacemos preguntas todo el tiempo. Luego, poco a poco, creemos que tenemos por fin las respuestas, o nos cansamos de buscar... y dejamos de preguntar.
Sócrates murió por defender el derecho y la necesidad que tenemos de hacernos preguntas a lo largo de toda la vida, y no solo cuando somos niños.
La vida, nos dice el sabio, es un viaje de autodescubrimiento. Pero a los humanos nos cuesta mucho comprendernos a nosotros mismos. De hecho, un estudio hecho a trece mil profesionales diversos revela que casi no existe conexión entre cómo una persona evalúa su propio rendimiento y la verdad de una evaluación objetiva de este rendimiento. Conocerse, sin embargo, es importantísimo: si te conoces a ti mismo, tienes muchas más probabilidades de ser más feliz y...
- de tomar mejores decisiones
- de tener relaciones personales y laborales más satisfactorias
- de educar mejor a tus hijos
- de ser más creativo
- de ser menos agresivo
- de ser mejor líder (uno de los indicadores más fiables de un buen líder es el autoconocimiento).
Por ello decía Sócrates que una vida sin reflexión no merece la pena. Aun así, cuando le nombraron el hombre más sabio de Grecia, él se reía y decía «solo sé que no sé nada». Y es que preguntar, reflexionar e indagar bien puede llevarnos a la conclusión de que no sabemos casi nada, pero el mensaje de Sócrates es optimista: tienes el poder de comprender el mundo que te rodea y, por tanto, también de curarte a ti mismo, de ser tu propio médico emocional. De su escuela de pensamiento nacieron la psicoterapia y el famoso método socrático, una técnica sencilla para hacernos preguntas constantes y lógicas hasta encontrar la verdad.