Las fábulas, sin embargo, nos muestran un camino diferente: sus personajes, aunque sea a regañadientes, tienen que salir a la aventura y se enfrentan a lo desconocido. Se trata de un viaje peligroso, a menudo emprendido sin querer, sin ser conscientes de lo que implica, de las dificultades por venir. Durante el viaje, cada personaje conocerá a mentores que le ayudarán a adquirir sabiduría y destrezas concretas para poder seguir adelante. Sufrirá heridas y reveses, y a menudo estará a punto de fracasar, de tirar la toalla o de morir en el intento... pero si sobrevive, se hará cada vez más fuerte a medida que se vea abocado a hazañas más difíciles. Al final, si logra sobreponerse a las dificultades y vencer a su particular dragón, la persona ordinaria que respondió a la llamada a la aventura experimentará un crecimiento interior y descubrirá que tenía poderes latentes que le ayudan a cumplir su misión. Desconocía estos poderes porque nunca había necesitado usarlos. Llevaba dentro un héroe dormido. Ahora podrá regresar a casa, al mundo normal, integrando en su interior a ese héroe que llevaba dentro. Compartir con el resto de su comunidad la sabiduría que ha aflorado en él.
No es coincidencia que todas las culturas hayan encontrado una forma idéntica de contar las historias humanas, un «monomito», que gira en torno al mismo eje: la búsqueda y el despertar de la fuerza y la sabiduría que todos llevamos dentro.
Resultan poderosamente atractivas para todos nosotros. ¿Por qué? Porque se hacen eco de nuestra humanidad compartida, de nuestros propios viajes interiores, de nuestros demonios, tentaciones, dudas, fracasos y dificultades, y nos invitan a transitar por ellos de la mano del personaje ficticio. Todos sabemos que llevamos dentro muchos más recursos de los que solemos usar. A través del viaje de cualquier héroe literario, en cualquier rincón del mundo, los humanos reconocemos nuestros propios anhelos y vulnerabilidades, y encontramos un modelo que nos inspira y recuerda que tal vez nuestro héroe interior aún está por despertar. Cuando nuestro héroe literario preferido, solitario y asustado, duda antes de salir a rescatar a una princesa o la piedra mágica robada por algún villano, sentimos con él la tristeza de perder lo que nos es familiar o querido, el miedo por tener que cambiar de rumbo, por enfrentarnos a lo desconocido, a la soledad de un mundo inhóspito... Y no solo nos identificamos con los miedos y dudas de estos héroes, sino que también aprendemos a través de sus aventuras, que son la metáfora que nos ayuda a comprender que cualquier cambio que nos acecha, con sus etapas y pruebas que hay que superar con esfuerzo y valentía, es también una invitación a crecer mientras alcanzamos nuestra meta. Y aprendemos, a través de cada etapa del viaje del héroe, a transitar nuestra vida desde una dimensión más amplia, más inspiradora.
Como los personajes literarios, las pruebas que sufrimos a lo largo de una vida —las nuevas verdades y las nuevas circunstancias, con sus decepciones, sus pérdidas de amistades, prestigio o bienes— pueden ser la puerta de entrada a la posibilidad de librarse de relaciones tóxicas, a emprender nuevos caminos, a hacer nuevos amigos, una y otra vez. Y es que no transitamos un solo viaje del héroe, sino múltiples viajes y pruebas que nos hacen avanzar y crecer a lo largo de toda una vida.
Pero también ocurre que, en vez de darnos ese empujón vital hacia un nuevo futuro, podemos quedarnos paralizados y encerrados en una cotidianidad rígida y yerma, convencidos de que solo las personas extraordinarias son capaces de contestar la llamada a la aventura. Y creyendo, erróneamente, que solo unos pocos elegidos son capaces de ser héroes. Porque todos lo somos en uno u otro momento, de una u otra forma.
Ordinario significa «que pertenece al orden, a algo reglamentado». Algo o alguien extraordinario se sale del guion esperado, bien por su propia voluntad, bien, como suele pasar en la vida y también en las fábulas, porque las circunstancias nos obligan a ello y tenemos que crecer y adquirir nuevas habilidades para adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Una de las lecciones de vida más importantes que nos enseñan los mitos universales es que las personas extraordinarias no existen. Solo existen personas ordinarias que hacen cosas extraordinarias. La historia y la literatura nos muestra que los héroes se forjan con un talento ordinario y con una perseverancia extraordinaria.
Ser o actuar de manera extraordinaria no es un don innato o un talento especial: es un acto consciente, algo que las personas deciden hacer, un comportamiento que podemos ensayar hasta aprender, una forma diferente a la habitual, flexible y valiente de pensar y de comportarse en un momento dado, en circunstancias que pueden parecer muy normales. De hecho, la mayoría de nuestros retos cotidianos no son retos dramáticos, son cambios de trabajo, de casa, de ciudad, son dificultades puntuales para llegar a fin de mes, son las prisas y los agobios para poder cumplir con nuestras responsabilidades en el trabajo y en la familia, son las peleas y los malentendidos dolorosos con familiares y amigos, los retos y las promociones profesionales, tener que asumir más responsabilidad en el trabajo, aprender a cuidar de un hijo, hacerte cargo de tus padres a medida que envejecen... Por ello decía Joseph Campbell que cualquiera puede verse reflejado y emprender el viaje del héroe: un soldado en una misión, un médico en un servicio de urgencias, una mujer que va a dar a luz, un trabajador social en un centro conflictivo, una persona que se arriesga para defender una causa, un hermano que dona su riñón o su médula a otro, una enfermera en una planta de oncología... Basta con entrenar y usar cualidades y habilidades que llevamos dentro, dormidas, para acceder al mundo extraordinario, para acompañarte en tu viaje del héroe.
Todos podemos ser héroes, cada cual a su manera. Si quieres visualizar paso a paso este viaje, aquí tienes un esquema, ampliamente utilizado en muchas escuelas de escritura como modelo narrativo. Piensa por ejemplo en un personaje ficticio tan popular como Indiana Jones. Su mundo ordinario es la universidad, pero la llamada a la aventura le arrastra, aunque él se resista, a la búsqueda del arca perdida o lo que se tercie. En su camino, encontrará aliados y enemigos, tendrá que superar muchas pruebas, incluidos sus propios fantasmas. Y finalmente, más sabio y más valiente, podrá conseguir su objetivo y regresar a casa.